Contenido
- 0.1 Ni paseos ni redes: el consejo del gobierno de EE. UU. para que los mayores de 65 años eviten el aislamiento
- 0.2 Ni a los 45 ni a los 70 años: la OMS confirma la edad a la que empiezan a envejecer los hombres
- 0.3 Qué significa que una persona sea siempre impuntual: lo que dicen los psicólogos
- 1 ¿Cuál es la frase que está limitando la capacidad de aprendizaje de tu hijo?
- 2 Lo que dice la ciencia sobre la demostración y la acción
- 3 El valor del error en el aprendizaje de tu hijo
- 4 Hacia una crianza basada en la confianza
En el ámbito de la crianza respetuosa, cada gesto y cada palabra tiene un impacto directo en la construcción del pensamiento infantil. Los expertos coinciden en que las interacciones cotidianas entre adultos y niños moldean no solo la forma en la que aprenden, sino también cómo afrontan los errores y los desafíos. El aprendizaje de tu hijo depende en gran medida del tipo de acompañamiento que recibe, especialmente durante los momentos de exploración y juego.
Sin embargo, existen expresiones comunes que, aunque buscan facilitar la comprensión, pueden limitar el proceso natural de descubrimiento. Una de ellas, con solo cinco palabras, resume un patrón frecuente en la relación adulto-niño.
¿Cuál es la frase que está limitando la capacidad de aprendizaje de tu hijo?
La frase “Mira cómo lo hago yo” parece inofensiva, pero en realidad interfiere en la experiencia activa y autónoma que fortalece la memoria, la atención y la confianza del pequeño. Y recordemos en este sentido, que la crianza respetuosa parte de la confianza en las capacidades del niño.
Quien cuida desde esta perspectiva entiende que el aprendizaje surge del ensayo, el error y la experimentación libre. Sin embargo, frases como “Mira cómo lo hago yo” transmiten un mensaje implícito: que la manera correcta de hacer las cosas pertenece al adulto, no al niño.
Esta intervención, que suele aparecer durante el juego o el aprendizaje cotidiano, interrumpe la iniciativa infantil. Cuando un niño está construyendo una torre, intentando abrocharse el abrigo o resolviendo un pequeño desafío, lo que necesita no es una demostración constante, sino tiempo y espacio para explorar su propio método.
Al asumir la acción, el adulto priva al niño de la oportunidad de desarrollar habilidades cognitivas fundamentales: la planificación, la resolución de problemas y la coordinación visomotora. La torre que se tambalea o el zapato mal atado forman parte de un proceso esencial para el aprendizaje de tu hijo, donde el error es una fuente de información y no un fracaso.
Lo que dice la ciencia sobre la demostración y la acción
Una investigación publicada en PMC por Allen y colaboradores (2019) analizó cómo distintas formas de aprendizaje influyen en la memoria y la comprensión. El estudio comparó dos métodos: la demostración (cuando un adulto muestra cómo se hace una tarea) y la auto-acción (cuando el aprendiz la realiza por sí mismo).
Los resultados mostraron que ambos enfoques pueden mejorar la retención de instrucciones, pero con una diferencia crucial: la demostración solo es efectiva si el niño participa activamente. Es decir, cuando la observación se combina con la acción, el aprendizaje se consolida mejor. Si el niño solo observa pasivamente, la memoria se refuerza menos y la experiencia se vuelve dependiente del adulto.
En palabras de los autores, la observación sin participación reduce la capacidad del cerebro para integrar la información de forma motora y verbal. En términos sencillos, si el niño solo ve, recuerda menos y comprende peor. Este hallazgo refuerza la importancia de permitir que cada niño haga las cosas a su manera, con margen para el error y la experimentación.
Cuando enseñar demasiado frena el aprendizaje
Otro estudio, titulado como «Show or tell? Exploring when (and why) teaching with language outperforms demonstration», publicado en ScienceDirect en 2023, comparó los efectos de enseñar mediante demostraciones visuales y explicaciones verbales. Los resultados revelaron que el lenguaje es más eficaz para transmitir conceptos abstractos, mientras que las demostraciones son útiles para ejemplos concretos.
El exceso de demostración puede limitar la capacidad del niño para generalizar y entender las reglas detrás de una acción. Por ejemplo, cuando un adulto muestra repetidamente cómo colocar un bloque o cómo pintar dentro de una línea, el niño puede imitar la acción, pero sin comprender el porqué. De este modo, el aprendizaje se vuelve mecánico y dependiente.
La frase “Mira cómo lo hago yo”, usada con frecuencia, refuerza esta dependencia. En lugar de permitir que el niño descubra sus propios métodos, lo coloca en una posición de observador. A largo plazo, esto afecta la seguridad con la que se enfrenta a nuevas tareas y reduce la confianza en su propio criterio.
El valor del error en el aprendizaje de tu hijo
Aceptar el error como parte del proceso es esencial para un desarrollo equilibrado. En contextos de crianza respetuosa, se entiende que cada equivocación es una oportunidad para aprender. Cuando el adulto corrige antes de tiempo o sustituye la acción, elimina la posibilidad de que el niño construya su propio conocimiento.
La neurociencia ha demostrado que los circuitos cerebrales relacionados con la memoria y la resolución de problemas se activan con mayor intensidad cuando el aprendiz debe rectificar un fallo o buscar una alternativa. Por tanto, permitir que un niño se equivoque es, en realidad, una forma de fortalecer el aprendizaje de tu hijo.
Dejar que intente, falle y vuelva a intentar es más eficaz que mostrarle una y otra vez cómo debería hacerlo. La clave está en acompañar sin dirigir, observar sin intervenir y confiar sin imponer.
Hacia una crianza basada en la confianza
Una crianza respetuosa no elimina la guía adulta, pero redefine su papel. El adulto pasa de ser un ejecutor a ser un observador atento que ofrece seguridad sin invadir. Esta actitud fomenta la autonomía y el pensamiento crítico, pilares del aprendizaje de tu hijo.
Sustituir “Mira cómo lo hago yo” por frases como “¿Cómo lo harías tú?”, o “Inténtalo de tu manera” transforma la relación educativa. Con ello, el niño no solo aprende a hacer, sino a pensar y decidir por sí mismo.






