Los jubilados de más de 65 años que siguen siendo felices hace tiempo que ya no practican este hábito

Este es el hábito que muchos han dejado atrás, y que puede cambiar por completo la forma en que se vive la jubilación

Hombre, sonrisa, felicidad

Hombre sonriente.

A medida que pasan los años, las prioridades van cambiando. La meta ya no es tener el cargo más alto ni vivir a toda prisa. Empieza a pesar más la calma, la salud, el tiempo con los tuyos.

Lo que de verdad importa no es encajar en ningún molde, sino sentirse bien con lo que se tiene. Para eso, hay un hábito que los jubilados de más de 65 años que se declaran felices han dejado atrás. Es algo sencillo, pero no todo el mundo lo aplica. Y cuando se abandona, cambia la forma de ver la vida.

Este es el hábito que han dejado de hacer los jubilados que son felices

El hábito que han dejado de hacer los jubilados que son felices es compararse con otros. Durante décadas se convierte en una costumbre automática: mirar al de al lado, al vecino, al antiguo compañero de trabajo. Ver si tiene más, si aparenta menos edad, si viaja más, si parece vivir mejor. Y todo eso mina por dentro.

Pero llega un punto en el que muchos dicen basta. Ya no les interesa competir y se liberan de esa presión silenciosa. Dejan de compararse. Y ahí empieza algo nuevo. Empiezan a valorar su propia historia sin medirla con la de nadie. Descubren que su vida no necesita estar a la altura de ninguna otra. Que lo que tienen es suficiente. Y que vivir bien no tiene nada que ver con ganar a nadie.

¿Cuáles son los efectos de compararse?

Lo primero que se resiente es el ánimo. Aparece la inseguridad, la ansiedad, el pensamiento de que uno no es suficiente. Esa sensación de ir siempre por detrás, de no estar a la altura. Y eso acaba afectando a todo lo demás.

Las relaciones sociales también se ven afectadas. Cuando uno se siente inferior, empieza a evitar al otro. Se encierra, se calla, se distancia. Y eso alimenta todavía más la insatisfacción. En algunos casos, incluso aparece la envidia. El resentimiento. Esa sensación de injusticia que contamina la mirada.

Además, compararse roba tiempo y energía. Uno se distrae de su propio camino por mirar el de los demás. Y lo peor: a veces paraliza. En lugar de motivar, bloquea. Lo convierte todo en una carrera imposible de ganar.

Puede ser útil compararse si se hace desde otro lugar. Con enfoque. Con madurez. No para sentirse peor, sino para entender qué se quiere mejorar. No para imitar, sino para crecer.

Lo que sí hacen los jubilados de más de 65 años que se sienten realmente felices

En vez de compararse, practican algo más útil: la gratitud. Puede sonar simple, pero no lo es. Es una herramienta poderosa. Y en quienes la incorporan, se nota. Viven con más ligereza. Disfrutan más. Se sienten más en paz.

La gratitud no necesita grandes actos. A veces basta con prestar atención. Con valorar un paseo tranquilo, una comida compartida, un día sin dolor. Los estudios lo respaldan: mejora el sueño, refuerza el sistema inmunológico, reduce el estrés. Pero más allá de eso, cambia el enfoque. Hace que uno vea lo que tiene en lugar de lo que le falta.

Las personas agradecidas también son más resilientes. Se levantan antes cuando las cosas se tuercen. Tienen más empatía. Cuidan mejor sus relaciones. No se trata de mirar la vida con ingenuidad, sino con claridad. Y desde ahí, disfrutar lo que sí funciona.

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