Muchas personas suelen tener una actitud reflexiva, analítica y racional para lograr abordar diferentes circunstancias de la vida como las relaciones sociales, tareas, actividades, proyectos, sueños y deseos. En este sentido, una de las consecuencias que se pueden generar es la atención excesiva que puede generar malestares, incomodidades y afecciones físicas y psicológicas. Si bien adoptar una posición atenta, detallada, crítica y propositiva es una manera de abordar conflictos, cuando estas acciones se vuelven constantes e intensas pueden conducirte a ciertas dificultades. Por lo tanto, a continuación, presentamos diferentes aspectos y detalles que adviertan que pensar duele, ¿qué le pasa a tu cuerpo?
El pensamiento excesivo conduce a que, frente a un problema o asunto concreto, sientas que le das muchas vueltas a un asunto al punto de permanecer pendiente todo el tiempo del mismo. Sin embargo, pensar todo el tiempo no es garantía de resolución o transformación del problema si no que, por el contrario, aumenta la tensión, angustia, incertidumbre y nerviosismo. La psicóloga Susan Nolen-Hoeksema define este proceso de “pensar demasiado” con el término “overthinking” o “rumiación”. La profesional lo explica cómo dar muchas vueltas innecesarias, excesivas e infinitas al sentido, las causas y las consecuencias de un pequeño problema o idea, que pasa a generar más dudas, y a su vez más pensamientos pesimistas que se van extendiendo hasta tomar total protagonismo de nuestra mente. Una actitud reflexiva, atenta y madura de pensar previamente a actuar o tomar una decisión es sumamente valiosa y necesaria para prevenir procedimientos improvisados. Sin embargo, pensar mucho puede doler y es esencial no alcanzar el límite de la rumiación que desencadena consecuencias físicas y psicológicas.
Por qué pensar mucho puede doler
Según un estudio de la Asociación Estadounidense de Psicología, el esfuerzo mental surge cuando las personas se enfrentan a conflictos internos entre diferentes representaciones o planes de acción que intentan resolver.
Según esta perspectiva, la experiencia del esfuerzo mental surge cuando las personas toman decisiones entre alternativas que implican “una mezcla de bien y mal”.
En este sentido, los actos de voluntad están acompañados de sentimientos de esfuerzo y tensión (por ejemplo, manifestados como apretar los dientes o apretar los labios). Debido a estos aspectos, la fenomenología del esfuerzo ha sido un tema de interés en psicología durante más de un siglo.
Según el estudio, otras líneas de análisis y pensamiento que se añaden ampliaron el discurso sobre el esfuerzo mental al introducir la teoría de la intensidad motivacional. Dicha teoría fue diseñada para predecir cuándo las personas deberían esforzarse y cuándo deberían abstenerse de hacerlo.
A partir de lo publicado en el informe del estudio, la teoría de la intensidad motivacional predice que el esfuerzo debería escalar con la dificultad de la tarea, pero solo mientras el éxito sea posible y solo mientras el gasto de esfuerzo esté justificado por el valor del resultado.
Algunos de los ejemplos mencionados afirman que, las decisiones basadas en el esfuerzo están respaldadas por las vías de la dopamina en combinación con corteza prefrontal medial.
A su vez, las decisiones basadas en el esfuerzo están sesgadas en pacientes con depresión y esquizofrenia. También se plantea que las decisiones basadas en el esfuerzo responden a la recompensa; las decisiones basadas en el esfuerzo están moduladas por la fatiga y el sueño, así como también las decisiones basadas en el esfuerzo dependen de factores ambientales.
En términos físicos, anatómicos y médicos, el esfuerzo mental está asociado con la tensión en el corrugador superciliar. Se trata de un músculo facial que está vinculado al afecto negativo y que, en algunas condiciones, las personas incluso eligen soportar el dolor físico en lugar de realizar un esfuerzo mental. Por esto y más, pensar mucho duele.
¿Cuáles son las causas del pensamiento excesivo?
Quizás hayas notado que, luego de permanecer demasiado tiempo pensando en un asunto que te preocupa e inquieta, tu cuerpo expresa señales de malestares y dolencias. Por eso, conocer las causas del pensamiento excesivo u overthinking, es una herramienta valiosa para identificar tu estado físico, anímico y psicológico.
Una de las causas más frecuentes es la ausencia de valores claros. A su vez, el ritmo acelerado de las grandes ciudades, la productividad permanente y la hiperconectividad conducen a que las personas sientan la necesidad de encontrar soluciones rápidas para todo.
Además, otra causa frecuente es la tendencia a buscar una causa y explicación a todo lo que nos ocurre y la marcada obsesión de que merecemos tenerlo todo, de controlarlo todo y conseguirlo todo.
Está demostrado que pensar mucho puede doler y las consecuencias principales que se evidencian son: estados de tristeza, aumento de sentimientos negativos, reducción en la capacidad para resolver problemas, incremento de la desmotivación, disminución de la concentración y pérdida de iniciativa para tomar decisiones.
En resumen, como pensar puede doler, es recomendable intentar generar momentos de relajación a través de una respiración consciente, realizar ejercicios físicos, identificar los pensamientos y anotar las preocupaciones.