Esto es lo que pasa en el cerebro de los niños que comparten cama con sus padres, según la psicología

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El descanso es un momento clave en la vida de todas las personas para recuperar la energía, la calma y tranquilidad que requerimos en el desarrollo de las tareas, actividades y compromisos. Para eso, es indispensable disponer de un ambiente adecuado, cómodo y seguro que favorezca un sueño regular y eficiente. A lo largo de las diferentes etapas de la vida, el tiempo de descanso puede presentar determinadas variaciones según el desarrollo y crecimiento. Desde el nacimiento, los primeros meses de vida y la infancia, es fundamental generar un entrenamiento del sueño para brindarle una condición de vida saludable en su desarrollo. Aunque muchos especialistas no lo recomiendan, debemos saber qué pasa con los niños que comparten cama con sus padres.

El Instituto Europeo del Sueño menciona que el colecho, o bien dormir con los niños desde que nacen, como muchos aspectos de la crianza de los hijos, es con frecuencia, el objeto de muchas discrepancias y controversias. «Los defensores sostienen el argumento de que promueve el apego seguro entre padres e hijos, disminuye la ansiedad de los niños y les ayuda a dormir», sostienen. Mientras que, por el lado de los detractores, el Instituto asegura que objetan esta postura porque impide la adecuada independencia de los niños e interrumpe el sueño y el espacio íntimo de los padres. La institución advierte que un niño que duerme junto a sus padres no necesariamente continúa durmiendo junto a ellos. A su vez, indican que a medida que crecen, dormir solos suele ser simultáneo con una mayor independencia. Según el tiempo y los ciclos en que sucede esto, no hay una pauta sobre la edad en la que se debe dejar o comenzar a dormir juntos. Al respecto, indican que estos factores son impulsados en gran medida por las expectativas sociales y la preferencia de los propios padres.

Qué les sucede a los niños que comparten cama con sus padres

La doctora Ayten Bilgin, catedrática en Psicología en la Universidad de Essex, realizó un estudio para explicar el impacto de varias variables importantes que podrían estar relacionadas con el uso compartido de la cama por parte de los padres.

Entre las más frecuentes se encuentran la angustia psicológica materna, el estado socioeconómico de los padres, las creencias de los progenitores, la lactancia materna y la frecuencia de vigilia nocturna del bebé.

En la metodología de la investigación, se analizaron cómo cambiaron los síntomas de internalización y externalización de los niños de 3 a 11 años, a partir de cuatro categorías.

«El 56.4% tenía niveles bajos de síntomas internalizantes y externalizantes que permanecieron bajos. Mientras tanto, el 27.2% comenzó con síntomas de internalización bajos que aumentaron y síntomas de externalización moderados que disminuyeron con el tiempo», explicó Bilgin.

En otro análisis elaborado por la doctora se mostró que un 7.5% tenía niveles moderados de síntomas internalizantes y externalizantes que disminuyeron con el tiempo.

A su vez, un 8.9% tenía síntomas graves y crónicos: inicialmente síntomas internalizantes bajos que aumentaron y altos niveles de síntomas externalizantes que se mantuvieron estables con el tiempo.

¿Qué beneficios y desventajas tiene dormir con los hijos?

Ventajas de dormir con los padres

Según el Instituto Europeo del Sueño, desde una perspectiva práctica, el colecho o dormir con los padres ofrece ciertos beneficios. Por ejemplo, entre ellas están la cercanía para responder a las necesidades del bebé en la noche, el contacto piel con piel que calma al bebé y la facilidad para amamantar con mínimas interrupciones del sueño.

Además, mencionan que puede fortalecer la sensación de seguridad y bienestar al niño y el vínculo emocional con el padre, así como también aliviar el insomnio asociado a miedos nocturnos o ansiedad.

Desventajas de dormir con los padres

En cuanto a las desventajas, el Instituto afirma que algunas vertientes psicológicas consideran que los padres que duermen con sus hijos interfieren en su crecimiento físico y con el desarrollo de la independencia y la autonomía.

«Desde la medicina del sueño, compartir la cama, puede favorecer la aparición de trastornos del sueño tanto en padres como en los niños. El sueño del niño se puede afectar por las condiciones propias del sueño de sus padres: ronquidos, movimientos corporales, temperatura corporal, parasomnias», advierten.

De esta manera, los niños que duermen junto a sus padres se vuelven más dependientes de sus padres, tanto para dormir como en otros aspectos generales de la vida, viéndose como un hábito que será duro de desarraigar. La ciencia no apoya esta afirmación. Efectivamente, la investigación indica que, si bien dormir juntos puede implicar una dependencia temporal de uno de los padres, a largo plazo resulta en un niño más resistente y adquiera la habilidad de dormir solo cuando sea más capaz de manejar la situación.

Cómo comprender la práctica del colecho

La Fundación Clínica de la Familia explica que el miedo a la oscuridad y la ausencia de los adultos, que suponen su fuente de protección, son causas habituales por las que un niño hasta los siete años de edad no quiera dormir solo.

«Todavía está presente el pensamiento mágico y la existencia de monstruos y personajes fantásticos. También son frecuentes las pesadillas y el deseo de cercanía respecto de sus progenitores», afirman. En ese sentido, es más habitual que los niños acudan a la cama de los padres y ayudar a que afronten esos miedos es tarea de los adultos.

Si surge en la pareja la pregunta de qué les pasa a los niños que duermen con sus padres, los adultos pueden abordar esta situación de una manera dialogada para llegar a un consenso.

Desde la fundación mencionan que, si los padres creen que la migración de su hijo a su cama supone una interferencia importante para su felicidad, pueden intentar no ceder al requerimiento infantil o bien hacerlo de manera moderada y compartir la cama un día a la semana.

En síntesis, se identifican diferentes posiciones sobre qué les pasa a los niños que duermen con sus padres entre las prácticas de protección y cuidado, y la necesidad de brindarle mayor autonomía a medida que crecen.

 

 

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