Despídete de las dietas milagro y sigue las pautas que te desvelarmos de la mano de dos grande expertas en nutrición y en trastornos de la conducta alimentaria. La alimentación intuitiva destaca como un enfoque que busca devolvernos el control sobre nuestra relación con la comida. En lugar de contar calorías o seguir reglas estrictas, esta nos anima a escuchar a nuestro propio cuerpo y a respetar sus señales. Más que pensar en lo que deberías comer, se trata de conectarte con tu intuición y necesidades. Si estás pensando en hacer una dieta saludable que te ayude a perder esos kilitos cogidos durante el verano, antes descubre los beneficios de la alimentación intuitiva.
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‘Come sin hacer dieta’, así es como se titula el libro que acaban de publicar Estefanía Fernández, licenciada en Nutrición y Dietética, y Victoria Lozada de la Peña, especialista en trastornos de la conducta alimentaria y alimentación plant-based. A través de sus páginas, las autoras nos enseñan en qué consiste la alimentación intuitiva y cómo adaptarla en nuestro día a día.
Comer sin remordimientos
«Esta alimentación anima a las personas a respetar su apetito y saciedad, y por tanto, hay un autoconocimiento para poder tomar decisiones alimentarias que se adapten completamente a cada persona», señalan las autoras. Es una alimentación donde la comida «no es una cuestión moral ya que no se catalogan a los alimentos como buenos o malos, debido a que existe un permiso incondicional. Se trata de comer sin culpa y vergüenza, y disfrutar el proceso».
Pregunta: ¿Qué le ocurre a nuestro cuerpo si lo sometemos a una dieta?
Respuesta: La mayoría de las personas no han hecho solo una dieta en su vida, si no que han hecho más de tres, cuatro… Eso quiere decir que si las dietas realmente funcionaran, debería bastar con la primera, y no es así.
Hay efectos como los ciclos de pérdida y aumento de peso, que pueden llevar a una peor salud cardiovascular, mayor mortalidad, inflamación crónica, entre otras. Hay mayor riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria en casi un 40%.
Afecta y se irregularizan las hormonas y el metabolismo. Es probable que el peso que se haya conseguido perder no se pueda mantener por más de un año, y además se suele ganar más peso del que se perdió. Y por supuesto, los efectos psicológicos como depresión, irritabilidad, mala relación con la comida, más inseguridad, ansiedad y atracones.
Elige la combinación de alimentos según las señales del cuerpo
P: ¿En qué debemos fijarnos en nuestro cuerpo y organismo para saber qué es lo que más nos convine en la alimentación?
R: Nuestras señales corporales, pero la verdad es que no somos nada conscientes a veces de estas. Por ejemplo, existen las señales de hambre y diferentes tipos de hambre también. Por eso es importante entender y reconocer qué tipo de hambre estamos teniendo para así poder elegir la combinación de alimentos que nos den placer, saciedad y bienestar mental y físico.
Lo mismo ocurre con las señales de saciedad mientras estamos comiendo, para así poder respetar cuando estamos cómodamente satisfechos. Y las señales físicas y mentales de nuestro cuerpo, como digestiones, cansancio, dolores, inflamación, irritabilidad, mal humor, mal rendimiento, etc.
Intestino, sistema nervioso y mente trabajan juntos
P: ¿Qué relación hay entre emoción y digestión?
R: Somos un todo, un conjunto de muchos factores, y dentro de nuestro cuerpo pasa lo mismo. Por esto debemos explicar que la microbiota (la conocida flora intestinal), que conviven en simbiosis con nuestro intestino, tienen también una relación importantísima con nuestro cerebro. A esta comunicación y espacio se le llama eje intestino-cerebro.
Este eje incluye el nervio vago que transporta una amplia gama de señales desde el aparato digestivo y los órganos hasta el cerebro y viceversa. Este es el causante de que el corazón se acelere o el estómago se contraiga cuando vamos a una entrevista de trabajo o nos toca hablar en público. Y por el contrario, la razón por la que la respiración se ralentiza y el cuerpo se relaja cuando llegamos a casa y nos recibe nuestro perrito.
Y si sabemos que nuestro intestino, nuestro sistema nervioso y nuestra mente trabajan juntos, no nos debería extrañar que cuando atravesamos alguna emoción fuerte, ya sea estrés, nervios, miedo, o incluso, felicidad, nuestras digestiones, apetito, hambre y saciedad cambien también.
Por eso en el libro hablamos del hambre emocional y del comer emocional, no le damos la connotación negativa que suele darse, porque es una cuestión natural, y no algo a erradicar como tal.
P: ¿Existen algunas pautas para experimentar la saciedad?
R: Comer sin distracciones, sobre todo si no sabemos identificar las señales de saciedad. Por tanto, comer sin pantallas, ponernos una música relajante, unas velas y sentarnos en una mesa.
Antes de comer, pon la mano en el estómago y pregúntate cómo te sientes, cuánto de hambre tienes, cuáles sensaciones físicas y mentales tienes.
Comer despacio. Para esto, podemos bajar los cubiertos cuando vayamos por la mitad del plato de comida, y empezamos a indagar cómo nos sentimos. ¿Cómo me siento físicamente? ¿Estoy empezando a sentirme saciada? ¿Me está gustando la comida o le añadiría algo más? ¿Cómo sigue mi apetito?
