Las pruebas extremas a las que se somete a los Rolex

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Foto: Rolex
Patricia Rodríguez
  • Patricia Rodríguez
  • Directora de COOLthelifestyle. Tras casi una década dedicada a la actualidad en Antena 3 Noticias, cambié la política y la economía por el lifestyle de lujo. Un reto y una aventura de los que disfruto cada día.
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Los relojes Rolex han demostrado desde siempre su valía en las condiciones más extremas inimaginables: desde las aguas de los océanos más profundos hasta las cumbres de las montañas más altas. Sin embargo, ¿cómo hacer que un reloj colme todas nuestras expectativas (y más)? Pues bien, desde Rolex explican que someten a cada uno de sus relojes a pruebas extremas antes de abandonar la fábrica y llegar a la muñeca de cada uno de sus clientes. Un proceso laborioso pero que otorga a cada reloj que sale de la maison la garantía de que lo hace en perfectas condiciones y listo para el mundo exterior.

Rolex Oyster Perpetual Cosmograph Daytona
Oyster Perpetual Cosmograph Daytona / Foto: Rolex

El cierre perfecto

Golpes diarios, ascensos a cumbres escarpadas o a las profundidades marinas… El brazalete y el cierre de un Rolex soporta las sacudidas más bruscas, por lo que el reloj debe estar preparado para aguantar todos los vaivenes a los que se expone. Por ello, durante la fase de desarrollo, el Oysterlock soportó hasta 26 tipos de caídas distintas y fue sumergido en tanques de cloro y agua salada con arena donde se abrió y cerró decenas de miles de veces (tres veces más de los movimientos de cierre en un ciclo de vida normal, según explican desde la maison). Con todo ello se buscaba garantizar la funcionalidad del reloj en las condiciones más duras. 

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Las pruebas extremas a las que se somete a los Rolex
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Pruebas de hermeticidad

Los Rolex deben someterse a más de 20 pruebas de caída distintas antes de su comercialización. Existe una prueba que recibe el nombre de bélier, carnero en francés, y es la prueba de homologación más dura. En ella, una herramienta de choque somete a cada reloj a un impacto equivalente a 5.000 G, cientos de veces superior a la de una simulación de accidente de automóvil. Tras ello, el reloj debe quedar intacto y seguir siendo funcional.

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Una prueba de años… en semanas

En la sede de Rolex en Plan-les-Ouates, tras un cristal de seguridad, un robot está sometido en una constante actividad día y noche. Su brazo articulado y fijo somete a los relojes a toda una serie de movimientos que se van repitiendo a intervalos regulares. Estos movimientos son los típicos de un propietario de Rolex, alternando gestos cotidianos del día a día con otros gestos como cuando se practica deporte. Además, les suele dar algún golpe puntual. Este robot está diseñado para reproducir años de uso en una semana, y así conocer cuál es el rendimiento del reloj.

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