Simboliza el amor eterno, el vínculo y las promesas para siempre. El diamante, cuyo nombre viene del griego ‘adamas’ significa invencible, haciendo referencia a su gran dureza, en concreto un 10 en la escala de Mohs. Se asocia a la pureza, a la claridad, y es el favorito de los anillos de compromiso. Aunque sea la gema de mayor dureza, no quiere decir que esté exenta de una serie de cuidados para que se mantenga como el primer día. Hablamos con la experta gemóloga y también diseñadora de joyas, Sara Benavente, para que nos explique cuáles son los cuidados de un anillo de diamantes.
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Como hemos comentado al principio del artículo, el diamante, ya sea del color que sea (amarillo, rosa, azul…) es una de las gemas más resistente y la gemóloga Sara Benavente nos explica que «la dureza del diamante es distinta en las diferentes caras del cristal y, por ello, puede ser rayado por otro diamante, lo que hace posible tallar al diamante con otro diamante».
Los mayores enemigos del diamante
Sin embargo, aunque el diamante sea la gema más resistente de todas, Benavente señala que también tiene enemigos como son la grasa, las altas temperaturas y los golpes.
«El diamante es lipofílico y eso significa que atrae todo tipo de grasa, actuando como un verdadero imán», advierte la gemóloga para seguir detallando que «las altas temperaturas provocan figuras de corrosión sobre sus facetas, se ha de tener mucha precaución al soldar».
La gemóloga nos descubre que la exfoliación perfecta del diamante puede fracturarse externa o internamente al golpearse contra una superficie. «Esto hace que no sea tan resistente como pensamos, y me gusta advertir a mis clientes de ello, pues existe el riesgo si no recibe el tratamiento adecuado».
Cuidados para que dure toda la vida como el primer día
La gemóloga insiste en que es vital tratarlo con sumo cuidado y no someterlo a impactos para evitar daños. También es muy importante «almacenarlos por separado en nuestro joyero para protegerlos de ser rayados y mantener una buena higiene con nuestras joyas de diamantes con regularidad».
«Las joyas de diamantes que no contienen ningún otro tipo de piedras preciosas se pueden sumergir en una solución de agua tibia y unas gotitas de jabón, y dejarlas durante unos minutos eliminándose así la suciedad acumulada», explica Sara Benavente.
Después cogiéndola por el brazo, nunca tocando el diamante con los dedos, advierte la gemóloga, «debe frotarse con un cepillo de dientes de cerdas muy suaves, y tras ello dejar secarlo con una gamuza sin pelusa o dejarlo secar al aire sobre papel de seda».
«Es una buena costumbre quitarnos las joyas antes de lavarnos las manos, con la excepción de estar fuera de nuestro domicilio, en ese caso advierto que es mejor no quitárnoslo para evitar perderlo, ocurre más a menudo de lo que pensamos».
Si siempre te lavas las manos con el diamante puesto corres el riesgo de que se deposite una fina película de jabón, que afecta negativamente en su refracción. «Por la propiedad de lipofilia que hemos comentado también es interesante quitárnoslo antes de maquillarnos, aplicarnos cremas, cocinar…», recuerda Sara Benavente.
Visita al joyero con regularidad
La gemóloga aconseja llevar las joyas a un joyero de confianza cada doce o dieciocho meses. «Es importantísimo para que revise y compruebe que el engaste sigue siendo seguro, pues por una mala sujeción se puede perder o deteriorar la piedra. Si observamos algún cambio inesperado, debemos hacerlo antes».
Cómo guardar un anillo de diamante
Las joyas se deben guardar separadas, «cada una en su compartimento para evitar que no se rayen y si es posibles envueltas en papel de seda para que no se ensucien».
¿Restaurar o dar una segunda vida al diamante?
Sara nos cuenta que ella tiene un servicio de restauración en el que a la vez reinterpretan joyas antiguas o heredadas dándoles una nueva vida. «Las joyas están realizadas en metales nobles y las gemas naturales son eternas por la naturaleza de sus materiales y por ende totalmente recuperables», explica Benavente.
Si la joya es recuperable, puede desengastarse la gema con total precisión y reutilizarse junto con la base metálica. «Nosotros tomamos aquellas joyas que en otros tiempos fueron objetos muy preciados y de herencia familiar y pasamos a darle un uso verdaderamente práctico en estos días, custodiando su valor emocional», concluye la gemóloga.