A principios del siglo XX no podíamos decir que la figura femenina estuviera presente en el mundo profesional. Los derechos habían avanzado mucho, pero no se habituaba a ver una mujer en ciertas profesiones consideradas de hombres, y menos en un puesto directivo. La relojería era y es un universo que estaba enfocado al mundo masculino, el hombre diseñaba para el hombre y creaban innovaciones enfocadas a las profesiones y estatus de estos, hasta que llegó el año 1896, cuando nació uno de los iconos de la relojería que nadie se esperaba. Hablamos de Berthe-Marie Fiechter, conocida como Betty, comenzó su carrera alos 25 años en su Suiza natal, justo dos años antes de la Primera Guerra Mundial. ¿Su gran hito? Ser la primera mujer CEO de una compañía relojera y ser una gran visionaria dentro de un mundo de hombres.
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Contra viento y marea, Betty impulsó la casa Blancpain hasta la cumbre de la Alta Relojería, con la creación de grandes modelos como el Fifty Fathroms y el reconocido Ladybird, todo ello cuando aún no se había instaurado el sufragio universal y la mujer tenía voz, pero no voto. Al igual que este icono, la marca nació en la pequeña localidad de Villeret, siendo ambas única en su género, ella por ser la primera mujer directiva en una manufactura de relojería suiza y la otra, por ser más antigua aún.
Si vas a Villeret, te recomendamos dar un paseo por el barrio de Les Planches, donde se encuentra un busto suyo colocado sobre un pedestal mirando hacia el valle del río Suze, en el que figuran el año de su nacimiento, 1896, y el de su fallecimiento, 1971.
Los hitos de Betty comenzaron a una joven edad, ya que consiguió desarrollar una formación dual en la Escuela de Comercio Local que, cuyo plan de estudios, incluían unas prácticas y su elección, en 1912, fue Blancpain. De casta le viene al galgo, pues el mundo de la relojería estaba presente en su familia, siendo su padre, Jacob Fietcher, copropietario de una pequeña empresa local dedicada al movimiento de los relojes llamada Manufacture d’Ébauches Compliquées Eugène Rahm, situada justo en la calle principal que atraviesa Villeret y que sería adquirida por Blancpain en 1914.
Llegó la explosión de la Primera Guerra Mundial y fue su lado caritativo el que hizo que se presentara voluntaria para atender a los soldados franceses que se encontraban hospitalizados. Allí conocería a André Léal, un ayudante de oficial del ejército francés que se convertiría en una pieza clave de esta heroína. El mundo de la relojería exclusiva seguía en boga y en 1915, Betty, tuvo una de sus grandes oportunidades porque supondría el comienzo de la escalada al triunfo.
Siendo la asistente y mano derecha de Frédéric-Émile Blancpain, él le tendió la mano y le otorgó los conocimientos necesarios, adheridos a una asentada experiencia, formándola para que se convirtiera en la directora de los talleres y supervisar la producción. Con el fallecimiento del fundador en 1932, ella heredó un legado que no quería seguir construido por la familia de este, por lo que su último dese fue que Betty se hiciera cargo de la compañía.
Todo quedó en familia, puesto que André Léal se unió a la empresa siendo vendedor enfocado en la expansión de la venta, siendo aliado de Betty para adquirir la compañía, cuyo nombre cambiaron temporalmente por el de Rayville, una reorganización del nombre del pueblo, Villeret, utilizándolo hasta que se derogó la ley que impedía mantener el nombre de una compañía si no había ningún miembro de la familia afiliado a ella. Este hecho cuestiona, para algunos, que Blancpain sea la manufactura más antigua al haber interrumpido su actividad durante un tiempo por el cambio de nombre. Puede que la denominación cambiara, pero la esencia siempre estuvo presente.
Los problemas no acabaron ahí, ya que la empresaria tuvo que lidiar con la Gran Depresión y, poco después, con el fallecimiento de su socio y gran amor. Muchas se hubieran derrumbado y hubieran tirado todo por la borda, pero Betty fue una mujer guerrera y dio una vuelta de tuerca a la compañía. En lugar de mantener una amplia gama de relojes, redujo la cantidad y tomó una decidió que, para otras manufacturas, era una locura: fabricar relojes para mujeres y movimientos para relojes femeninos, conquistando un segmento no explorado. De esta manera, pudo combatir los devastadores efectos de la crisis económica.
Con su visión marketiniana se podría decir que calló las críticas, ya que tuvo la idea de crear una venta de relojes casi terminados en movimiento, esfera y agujas, montados dentro de una caja interna, dejando a sus compradores la fabricación de sus propias cajas exteriores para colocar el movimiento Blancpain y ahorrándose así los elevados aranceles que se aplicaban a los relojes terminados. Un resultado cuyo primer nombre fue éxito y como apellido, implacable.
Su talla humana era enorme y el cuidado de los empleados era algo que estaba en segundo lugar en las empresas, pero en Blancpain, Betty se negaba a darles una mala vida, puesto que ellos eran los que levantaban la empresa. Tenía por costumbre hacer un regalo a cada uno de sus trabajadores todos los años e ideó formas de fidelizar a sus empleados, poco comunes para la época en el mundo de los negocios, como es el caso de la creación de la plaza Rayville, una zona de recreo donde los hijos podían jugar con seguridad al más puro estilo Silicon Valley.
Aunque la empresaria nunca llegó a casarse, compuso la empresa rodeada por sus sobrinos, los hijos de estos, aparte de sus empleados. El más cercano a ella era su sobrino Jean-Jacques Fiechter quien, tras una estancia en Alejandría con sus padres, regresó a Suiza en 1945 para continuar sus estudios de historia en la Universidad de Lausana. Por supuesto, Betty lo apoyó en sus estudios. Fue él quien, en los años 1950, cuando Betty enfermó por primera vez de cáncer, se asoció con su tía para ayudarla en la gestión de la empresa.
Esta unión les trajo alguno de sus grandes éxitos, entre ellos la creación del Fifty Fathoms, en 1954, siendo el primer reloj de buceo realmente moderno que cumplía las funciones de las misiones militares que, posteriormente, fue solicitado por la Marina de los Estados Unidos. Otro fue el fenómeno Ladybird, de 1956, provisto del movimiento redondo más pequeño del mundo (11,85 mm de diámetro) y la joya de la corona, el reloj de noche estilo Art Deco de la ambición rubia, Marilyn Monroe, así como el crecimiento de la producción de la marca que superó los 200.000 relojes al año.
También durante esta época, Blancpain fue pionera al ofrecer relojes femeninos con la corona de remontuar colocada en la parte trasera del reloj. Esto permitió a los diseñadores ofrecer perfiles especialmente elegantes para los relojes femeninos. Los movimientos baguette, también de tamaño extraordinariamente pequeño (7 × 18,6 mm), se convirtieron en una especialidad de Blancpain durante aquellos años.
Cuando llegaron los 60, el auge de Asia y la competencia del continente oriental que, junto al cuarzo, sacudieron toda la competencia en la industria de la relojería suiza. La mentalidad estratega y empresarial de Betty, le llevó a crear una alianza entre Blancpain, Omega, Nouvelle Lemania y Tissot en una entidad denominada SSIH (Société Suisse pour l’Industrie Horlogère). Cada casa relojera mantuvo su identidad y puso en común sus recursos para mantener y ampliar la producción. Blancpain desempeñó un papel importante en la Sociedad Suiza para la Industria Relojera como proveedor de movimientos para las marcas asociadas y así mantener el curso de la historia, de las marcas de relojería suiza, que conocemos hoy.
Betty falleció a principios de septiembre de 1971 en Biel con dos conmovedores epílogos a su vida. En su lecho de muerte escribió una nota de cumpleaños a su sobrino nieto Jean-Marie que le fue entregada después de su fallecimiento, el día de su cumpleaños, a finales de aquel mes. A las gentes de Villeret les legó la parcela de Les Planches, donde se encuentra actualmente su monumento. Por aquella época se le veía como un referente de elegancia, vestida con pieles en invierno, adornada con joyas y relojes, los suyos propios.
Una historia que supone un ejemplo de inspiración, puesto que pocas mujeres de la época han logrado unos hitos equiparables. Una era en la que la mujer no tenía ni voz ni voto, donde los cambios estaban sucediendo en una sociedad de mentalidad cerrada y con la mayor crisis de la historia. Betty fue un ejemplo, un ejemplo de que los límites se los marca uno mismo, de que pelear por tus sueños debe tener un motivo fijado en un objetivo. Betty no fue por el camino que nos adoctrinan a seguir, ella tomó el suyo propio contra viento y marea, consiguiendo crear un legado, que sigue vivo, ha servido para un crecimiento. Una historia que supone una oda al empoderamiento femenino.