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Rubén Iborra: «Encontré en la Sierra de Guadarrama el lugar perfecto para fusionar gastronomía, naturaleza y ocio»

Chef
Rubén Iborra. (Foto: COOLthelifestyle)
Ana Márquez
  • Ana Márquez
  • Mi sueño era convertir mi pasión en profesión, y lo conseguí. En cuanto terminé la carrera de periodismo entré en el mundo editorial y no he parado de escribir sobre moda, belleza, cine y estilo de vida para importantes cabeceras como COOLthelifestyle. Me encanta aprender y enseñar, tanto que soy docente de Periodismo Digital y Redes Sociales en Condé Nast College. Y como curiosidad, añadir que soy imagen de una crema facial de una conocida marca y es posible que me encuentres en algún 'beauty stand'.
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Por las brasas de Ruge no sólo pasa la leña, también lo hace una vida marcada por la superación, el viaje y la pasión por el sabor auténtico. Rubén Iborra, el chef murciano que ha cocinado en ocho países y ha compartido cocina con gigantes como Mauro Colagreco o Massimo Bottura, abre ahora su proyecto más íntimo en pleno corazón de la Sierra de Guadarrama. No es un restaurante, no es un club, no es un refugio. Es todo eso junto y más. Ruge es el primer Mountain Club de Madrid, un espacio donde el silencio del bosque potencia el rugido interior de la experiencia culinaria.

Formado entre fogones internacionales, Rubén Iborra ha construido una trayectoria sólida y sin atajos. Desde Tokio a Lima, pasando por Copenhague, Buenos Aires o Bangkok, su cocina se ha nutrido de influencias internacionales que hoy encuentran su lugar en la carta de Ruge.

Pero su historia también se escribe con tinta personal: «Tras años de trabajo intenso y una experiencia de vida que incluyó una enfermedad complicada y momentos difíciles, sentí la necesidad de crear algo que reflejara mis valores y mi pasión por la cocina», nos cuenta.

Rubén Iborra, chef
Ruben Iborra. (Foto: Ruge)

Tras el éxito fulgurante de Chirashi by Rubén Iborra en el barrio madrileño de Tetuán, un espacio de culto para los amantes de los crudos japoneses y la cocina nikkei, el chef sintió que era hora de dar un paso más. «Ruge es el proyecto más personal que he emprendido. Encontré en La Jarosa el lugar perfecto: un antiguo refugio de montaña rodeado de naturaleza. Así, hemos construido un negocio familiar que combina tradición, innovación y un profundo respeto por el entorno».

«El ‘Mountain Club’ nace de la idea de fusionar gastronomía, entorno natural y ocio en un mismo espacio. No es sólo venir a comer bien: es respirar diferente»

Pero, ¿qué es un Mountain Club y por qué no lo habíamos visto antes en la Comunidad de Madrid? «Queríamos romper con el concepto de restaurante al uso y ofrecer una experiencia completa. El Mountain Club nace de la idea de fusionar gastronomía, entorno natural y ocio en un mismo espacio. No es sólo venir a comer bien: es respirar diferente, desconectar, compartir una sobremesa mirando el embalse o disfrutar de un cóctel con buena música al atardecer».

El concepto es tan rompedor como natural: mesas entre los árboles, cocina abierta, brasas humeantes, cócteles de autor, música seleccionada y una carta que viaja sin moverse de la sierra. Y todo ello en un entorno privilegiado como La Jarosa, a apenas una hora del centro de Madrid.

Rubén Iborra, chef, restaurante Madrid
(Foto: Ruge)

«El plato que mejor define a Ruge son los arroces, como el de costillas ibéricas guisadas… es un arroz que hacía mi abuela»

«Estamos rodeados de naturaleza, sin el ruido de la ciudad, y eso permite que todo lo que pasa dentro, la cocina, el servicio, la música y el ambiente se viva con más intensidad», explica Iborra. El entorno es clave, pero lo que se cuece dentro también: arroces con raíces familiares, brasas con precisión técnica y una barra nikkei donde los crudos japoneses dialogan con toques peruanos y españoles.

¿El plato que mejor define a Ruge? «Los arroces, sin duda. El de costillas ibéricas guisadas con ajos tiernos y garbanzos es un arroz que hacía mi abuela. Igual que el del señoret o el caldero, que tienen unos fondos de pescado muy potentes. Pero también el hamachi con sopa de piparra, que define y plasma un poco el espacio», señala el chef.

Rubén Iborra, chef, restaurante Madrid
(Foto: Ruge)

En el restaurante Ruge, la carta viaja del Mediterráneo al Pacífico, pasando por mercados callejeros y tabernas con historia. «Es cierto que en Ruge te puedes comer un bocadillo con pan de cristal, una ración de croquetas, un sushi bien preparado, un chuletón a las brasas o un arroz con su socarrat. Pero la coherencia viene del respeto por el producto y la técnica», dice Rubén.

La clave está en que cada plato «cuenta una historia», y eso le da sentido al conjunto. Desde un bao de rabo de toro hasta una ensalada con tomates del huerto o un tartar de salmón marinado con umeboshi, todo encaja en una narrativa culinaria donde la memoria y la experimentación se dan la mano.

«Quiero que cada visita sea una oportunidad para desconectar del ritmo frenético de la ciudad y reconectar con los sentidos, la naturaleza y la buena compañía»

Lo que quiere despertar en el comensal con este restaurante no es sólo apetito, sino emoción. «Quiero que se sienta acogido, como en casa, pero también sorprendido por la propuesta. Que disfrute de una cocina honesta y de calidad, en un ambiente relajado y familiar. Que cada visita sea una oportunidad para desconectar del ritmo frenético de la ciudad y reconectar con los sentidos, la naturaleza y la buena compañía”.

Con El Alcacil, Péndola y Chirashi ya en su palmarés, Iborra se lanza ahora al que considera el gran proyecto de su vida. «Estoy en un momento de madurez y realización. Después de años de aprendizaje y experiencias diversas, Ruge me permite expresar mi visión más sincera de la cocina, el retorno a mis orígenes y compartirla con los demás, en un entorno que me inspira y rodeado de mi familia».

Rubén Iborra, chef, restaurante Madrid
(Foto: Ruge)

Ruge no necesita gritar. Se deja sentir. En el crujido de las brasas, en la cucharada de arroz que recuerda a casa, en el silencio que acompaña a una sobremesa frente al embalse. «Ruge, ruge desde la sencillez bien hecha, desde la potencia del sabor y del detalle cuidado», resume su creador.

Y así, entre pinos, humo y sabor, Rubén Iborra convierte el antiguo refugio de La Jarosa en algo más que un restaurante: en una experiencia que ruge desde dentro.