Muchos dicen que el paraíso está en un lugar u otro del planeta. Nosotros podemos decir que un pequeño trozo de lo que consideramos esto está en Maldivas, en uno de sus últimos atolones, en uno de los más grandes y profundos del mundo: Gaafu Alifu Atoll. Cerca de uno de los aeropuertos más remotos del archipiélago encontramos The Residence Maldives by Cenizaro, un hotel de lujo entre dos islas al que se llega en barco… y por el que te mueves en bicicleta. Hemos dormido unos días en él. Así se descansa y se desconecta en el paraíso.
Un hotel de lujo entre dos islas
The Residence Maldives by Cenizaro se divide entre dos islas de arena blanca, palmeras y aguas cristalinas: Falhumaafushi y Dhigurah. Dos islas unidas por un puente de madera de un kilómetro que sólo se apoya en una isla paradisiaca. Falhumaafushi está más pensado para parejas; la segunda isla, más grande, para familias, pero en ambos hay villas y suites con vistas al mar, restaurantes y beach clubs para disfrutar y un servicio que te hace sentir como en casa.
En uno de los últimos atolones de Maldivas
Para llegar a The Residence Maldives by Cenizaro hay que volar hasta Malé, y de ahí un avión de una hora hasta llegar a la isla de Kooddoo, en el borde noreste del atolón de Huvadu. En este pequeño aeropuerto te recogen con un barco para llegar al Dive Centre del hotel. Es poner un pie en su boogie y sentir que estás en un lugar remoto del mundo. De hecho, estamos tan lejos que rozamos el Ecuador. Una vez te pierdes por sus caminos de arena y palmeras, ya es posible desconectar.
Suites y villas con vistas al mar
Despertar en sus Water Villas será fácil, pues los planes que ofrece este resort de lujo son infinitos. Aunque lo principal es dejarse relajar. Se puede llamar para pedir el desayuno en la piscina que tienen muchas de sus habitaciones o se puede desayunar en The Dining Room, con vistas al mar infinito. Da igual en la isla que duermas, puedes hacerlo donde quieras. ¿Después? Se puede tomar el sol en las hamacas de la piscina o bajar las escaleras de la villa y bañarse entre tortugas y pequeños tiburones.
Gastronomía internacional
A la hora de comer la oferta gastronómica es grande. The Falhumaa es su restaurante más romántico, en una cabaña de arquitectura maldiva en mitad del mar donde poder disfrutar de su producto del mar más típico: el atún. The Beach Bar es perfecto para una cena informal junto a la piscina. Si queremos más, un boogie a Dighurah para cenar en Long Island, con cocina italiana, Café del Sol, donde poder deleitarse con un trocito de España o Li Bai, su restaurante de cocina japonesa y marca de la casa. Se inspira en uno de los poetas más románticos de la Dinastía Tang.
Aguas cristalinas, palmeras y peces
Está claro que este resort es un hotel para pasar unos días románticos. Aunque también es posible la aventura. Se encuentra en uno de los atolones más profundos del mundo por lo que hacer snorkel y bucear con la fauna marina es un plan obligatorio. Es increíble la cantidad de colores y especies de peces que encontramos a pocos metros de nuestra habitación. Hacer snorkel junto a un guía a nuestro lado es una experiencia absolutamente inolvidable.
Pero también se puede ver el atardecer con una copa de champagne y entre delfines. El plan consiste en montarse en un dhoni, el barco tradicional de Maldivas, y cruzar los dedos. Tras alejarnos de las islas, es posible que los delfines se acerquen a nadar junto a nosotros y a hacernos disfrutar con sus cabriolas. Una de esas experiencias que demuestran que en Maldivas la flora y la fauna es lo que hace de este país un lugar único. Y este hotel es muy consciente del lugar privilegiado en el que está.
Por eso los árboles y la naturaleza que encontramos en ambas islas son autóctonas, se ha intentado construir lo mínimo. Y toda la arquitectura del hotel son cabañas de madera, con todo lujo de detalles, pero con su entorno muy en cuenta. Por eso solo podemos ir en boogie de un lugar a otro, o en bicicleta, si la distancia en grande. Por eso el hotel cuenta con su propio huerto, que surgió tras la pandemia, aunque el alojamiento abrió justo dos años antes. En definitiva: el producto local está muy presente en su carta. Y si todo esto no es suficiente, tienen el única spa de Clarins de todas las Maldivas. ¿Es o no el paraíso?