Pablo Manso pintaba grafitis con tan sólo 11 años. Nació el 25 de noviembre de 1993 en Madrid, en una familia con mucho arte. Estudió arquitectura de interiores, una carrera que por cierto, finalizó con matrícula de honor. Hizo su primera exposición en solitario en 2018 y hoy nos presenta su primera obra en volumen: una menina teñida de tres de sus colores favoritos: azul, amarillo y rosa, que luce en una acera en la madrileña calle Velázquez. Forma parte de una exposición urbana al aire libre de 50 meninas promovida por el ayuntamiento de la capital de España, que concluye el 15 de diciembre. Es la quinta edición de la muestra ‘Meninas Madrid Gallery’.
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Nieto de arquitecto, Pablo iba en la misma dirección que su abuelo, pero en un determinado momento de su vida, cuando tenía 17 años, cambió de idea y quiso pintar. Pintar para compartir sus sentimientos.
«Y ahora mismo no quiero hacer otra cosa en la vida que no sea pintar», cuenta en una entrevista con COOL, en la que nos presenta su obra mas reciente, su menina: ‘Cascada de colores’.
Contrarreloj
Satisfecho, explica que esta obra le ha supuesto un mes y medio de intenso trabajo creativo a contrarreloj. «14 a 16 horas al día de lunes a domingo, así ha sido ….», revela. «Para mí es un honor que una menina de Velázquez esté en la calle Velázquez», precisa.
«Pinto como un loco y amo mi trabajo; soy expresionista abstracto», confiesa, al tiempo que reconoce que en un principio, cuando le hicieron el encargo, le dio vértigo la idea de crear una menina, que al terminar la exposición será subastada, por cierto .
Su obra
«Tengo grandes formatos, la mayoría de mis piezas; y también otra vertiente ‘Street Art’, con las cascadas de colores que ahora vemos en esta menina. El azul y el verde son mis colores más identificativos.
Este último trabajo ha sido un reto maravilloso. Mi trabajo experimental funciona mucho mejor en dos dimensiones que en tres. La menina me pedía mi lado de ‘street art’, explica.
Nada se hizo al azar. Todo está meditado al milímetro en esta creación. «Hice 170 dibujos, 170 bocetos buscando cómo se derriten los colores en la obra. Los tonos fríos van encapsulando a los cálidos. Estudié todo: desde la inclinación hasta los tonos. Nunca había trabajado antes con bocetos», confiesa.
«Quería encontrar el equilibrio para que la menina no tuviera una carga de color excesiva en ninguna zona concreta. Y ahora, tras tantas horas de trabajo en mi casa, es el momento de disfrutarla en la calle, a vista de todos los públicos», cuenta.
Expresionismo
A sus 28 años, dice atravesar un gran momento expresivo. Pensó en viajar a Alemania, pero cambió de idea y se quedó en Madrid, en su piso, con sus lienzos y pinceles. Su piso que es su casa, su estudio y su galería, «todo a la vez», sonríe, porque no siempre fue así. Hubo otras casas y otros estudios en su vida. Óleo, carboncillo, acrílico, ceras y grafiti experimental. Muchas técnicas y una consigna: no repite obras y llega a lugares nuevos gracias a los errores. «El expresionismo es sacar todo de tu interior y quitar todo lo que no es importante, para encontrarte mejor después de cada proceso. Es un proceso sentimental, más que racional», argumenta.
Insiste en la idea de lo que le distingue como artista. «Lo más interesante en mí es que soy capaz de llegar a lugares nuevos,» dice metafóricamente. Es un proceso que le enorgullece. «Ahora estoy trabajando con negro», cuenta. «Sacando la luz de la oscuridad». Se está vaciando.
«Yo no soy nadie, me queda mucha carrera, pero lo cierto es que lo que hago es muy mío. Muy personal», precisa con una sabia mezcla de humildad y autoridad. Un trabajo con sello propio. Cien por cien suyo.
«No quiere hacer otra cosa que no sea pintar», vuelve a decir, una idea que repite a lo largo de toda la entrevista, a pesar de que también compone música y es un gran arquitecto de interiores. Pero asegura que «quiere morirse pintando». A corto plazo, Pablo Manso planea hacer un libro recopilatorio de sus 11 años como pintor. Fotos y textos de todas su obras. Más de 300 de gran formato, a día de hoy.
Pablo Manso dice de sí mismo que es hiperactivo. «En Cantabria en pandemia solo pintaba y dormía.. pintaba y dormía, conseguí una gran producción», recuerda.
No emergente
En 2018 tras una terrible picadura de mosquito y una intoxicación y deshidratación en Filipinas, «volví a España y ahí empecé mi carrera real como pintor. Presenté ‘Mas vida’, mi primera en solitario. Y hasta hoy».
«Fácil no hay nada en la vida, pero con mucho trabajo y esfuerzo, sí se puede vivir de la pintura en España». Es joven pero no nuevo. De hecho no se siente un artista emergente, ni le gusta la idea. «No me gusta que me llamen artista emergente, aunque sé que aún no soy consolidado, pero estoy en un nivel de artista medio, aunque sea joven. No , definitivamente no me gusta que me llamen emergente», precisa.
No le resulta fácil explicar su obra . «Mi obra más que explicarla…, es lo que la gente siente algo cuando la ve, y eso es lo que me gusta. No es compleja de entender, es un nanosegundo de información que impacta», resume. ¿Hay algún hilo conductor en su trayectoria?, le preguntamos. «Lo más interesante es la evolución, poder aunar tantos momentos de observación y tantos impulsos y sentimientos en un embudo de pintura…, es evolución y experimentación. Son obras alegres, son obras con vida», explica.
«Puedes amar o puedes odiar mi obra», concluye. En breve, nos anuncia que tendrá una gran exposición en solitario. Mientras tanto, sigue, como él mismo dice, «pintando el mundo» con su expresionismo abstracto.