Dermatóloga, tricóloga y cirujana capilar, la Dra. Alba Gómez, Directora del Área Científica de IMR y de su Unidad de Medicina Capilar, recibe a diario a pacientes que llegan con la misma pregunta: «¿Es normal que se me caiga así?». Con una visión clínica muy aterrizada y un punto geek por la tecnología, aborda desde el diagnóstico con tricoscopia digital y software de inteligencia artificial hasta cirugías de trasplante de pelo largo, pasando por suplementos «con cabeza», melatonina y nuevas vías de regeneración capilar. Hablamos con la doctora para ordenar miedos y certezas de lo que más preocupa hoy sobre la caída de pelo: cuándo hay que alarmarse, qué funciona de verdad y qué hábitos marcan la diferencia. «Hay que preocuparse cuando nos salimos de la normalidad de cada uno», resume. Aquí, su mapa para no perderte.
- Mitos y verdades sobre los suplementos capilares, ¿realmente funcionan?
- «Ahora vemos más pacientes mujeres en consultas que hombres»
- Helena Rodero nos habla del antiaging capilar
«Todos conocemos nuestros ritmos: hay quien pierde más en verano, quien en otoño o quien lo nota tras épocas de estrés», arranca. La señal roja no es ver pelos en la ducha, sino romper tu patrón (tiempo o cantidad) y perder densidad visible.
«Lo más alarmante es cuando ya no es sólo caída, sino menos densidad en entradas o una raya que se ensancha y deja ver el cuero cabelludo»
«Lo más alarmante es cuando ya no es sólo caída de pelo, sino menos densidad en entradas o una raya que se ensancha y deja ver el cuero cabelludo», explica. En hombres, suele debutar en entradas y coronilla; en mujeres, se abre la raya. Si una caída habitual dura seis semanas y en enero llevas dos meses intensos, toca consulta.

¿Las mujeres consultan más que antes?
No es tanto que haya más alopecia como más consultas. «Antes muchas mujeres asumían que había que camuflar con peinados, fibras o prótesis; ahora saben que merece la pena acudir al especialista», dice. Excepción importante: la alopecia frontal fibrosante (autoinmune e inflamatoria) «está creciendo año tras año» y se reconoce por esa diadema que empuja la línea de implantación hacia atrás y borra patillas.
«Antes muchas mujeres asumían que había que camuflar con peinados, fibras o prótesis; ahora saben que merece la pena acudir al especialista».
Además, hoy hay una avalancha de visitas por envejecimiento capilar: pelo más fino y seco, entradas más marcadas… Y sí, se detecta incluso desde los 30 en perfiles de melena rubia y lacia, aunque el pico clásico sea perimenopausia. En hombres pesa el dato que ya intuíamos: «alrededor del 80% de varones blancos acaba cursando alopecia androgénica con la edad», por eso consultan sobre todo por ese motivo.

Estrés, ritmos circadianos y melatonina
Aquí hay partido. «El estrés agrava alopecias ya diagnosticadas y también puede desencadenar fases de caída de pelo al alterar los ritmos circadianos», explica. La lupa de investigación ya mira a ese reloj capilar que sincroniza sueño, cortisol y fases del folículo.
«El estrés agrava alopecias ya diagnosticadas y también puede desencadenar fases de caída de pelo al alterar los ritmos circadianos»
¿Herramientas? Melatonina en tres vías: oral, tópica (con gran sentido por su acción directa en el folículo) y mesoterapia (microinyecciones en cuero cabelludo). «La evidencia es positiva y la seguridad es muy buena; seguiremos generándola, pero ya la usamos mucho en caídas por desajuste de ritmos».

Alimentación y suplementos: ni magia ni barra libre
¿La dieta importa? Sí, pero sin dogmas. «Faltan estudios sólidos que aíslen variables, porque una persona que come bien suele hacer ejercicio y manejar mejor el estrés; todo suma y es difícil separar efectos», advierte. Lo razonable: alimentación anti-estrés oxidativo y hábitos saludables.
En nutracéuticos, cero todo para todos: «Soy partidaria, pero bien elegidos, en el momento adecuado y sin solapar ingredientes», subraya. Para alopecia androgénica, tienen lógica algunos extractos vegetales con acción antiandrogénica ligera (cita Cucurbita pepo y piñón africano), mientras que en caídas estacionales o por estrés encajan perfiles con antioxidantes y, según el caso, melatonina para ritmos. Clave: coordinar lo capilar con otros suplementos (articulaciones, piel…) para no triplicar dosis de biotina, colágeno, etc.

El diagnóstico capilar que cambia el partido: tricoscopia + IA
«Un dermatólogo que hace tricología no puede diagnosticar sin una tricoscopia», afirma sin rodeos. Ella combina tricoscopia manual y digital (con luz polarizada y altos aumentos), y añade un protocolo de fotografías estandarizadas para comparar evolución real.
La guinda es un software de IA que, sin rasurar, cuenta tallos por cm², calibres y porcentaje de miniaturizados: «Ya no sólo vemos que la raya está más estrecha; tenemos números: cuántos pelos finos se han engrosado, el calibre medio en micras, etc». Esta analítica objetiva es oro para ajustar tratamiento y para que el paciente vea su progreso.
Lo que sí (y lo que no) en casa
«Quiero que las pacientes lleven el pelo como quieren, pero entendiendo qué daña y cómo minimizarlo»
Planchas y secadores. El calor directo, alto y sostenido rompe primero la cutícula (y su capa lipídica) y, si el pelo ya es poroso, daña la queratina. Mantra de la doctora: no plancha en mojado (terrorífico), distancia con el secador, pasadas ágiles, materiales como cerámica y protectores térmicos que hagan película sobre la fibra. Y, si puedes, no a diario. «Quiero que las pacientes lleven el pelo como quieren, pero entendiendo qué daña y cómo minimizarlo».
«Lavar el cabello a menudo no provoca caída de pelo»
Lavado. El champú está para limpiar el cuero cabelludo: sudor, sebo, descamación y polución. «Cada dos o tres días; diario si haces deporte o tienes más grasa. Lavar no provoca caída de pelo». Lo que ocurre es que el lavado aporta la tracción que desprende cabellos ya programados para caerse; si te ahorras el lavado, sólo acumulas suciedad y alteras el ecosistema cutáneo (irritación, picor, escamas). Después, hidrata y nutre la fibra según tu tipo: un pelo fino y liso no soporta la misma carga de aceites o siliconas que un rizo. «Antes no se nos preguntaba por cosmética capilar; ahora también la personalizamos desde la ciencia».
Corte. Las puntas son lo más viejo de tu pelo. Si tu melena mide 30 cm, ese último centímetro convivió contigo más o menos 30 meses: sol, fricción, cepillados… Resultado: microfracturas y puntas abiertas. No cambia la biología del crecimiento, pero cortar es la única forma de que el aspecto vuelva a ser pulido.

Trasplante capilar: cuándo suma (y por qué cambia vidas)
La doctora lo dice sin titubeos: «Soy una apasionada de la cirugía capilar porque allí donde la medicación no llega, el trasplante sí». En alopecia androgénica (hombres y mujeres) el tratamiento médico puede engrosar pelos miniaturizados más de 40 micras; por debajo de ese calibre, la densidad no regresa del todo y conviene plantar unidades foliculares. Buenas noticias para ellas: realizan trasplantes sin rasurado, lo que reduce mucho el impacto social del postoperatorio.
«Repartes felicidad. He visto pacientes que vuelven a hacerse un moño después de años»
¿Y en autoinmunes como la frontal fibrosante? Antes eran casi tabú; ahora, bien seleccionadas y sin actividad inflamatoria, se operan cada vez más. «Las expectativas no son las de una androgénica, pero les cambia la calidad de vida. Podemos ver una pérdida del 10% de lo implantado a cinco años, pero cuando no había nada, es un mundo». Aquí el rol del dermatólogo es decisivo: sabe cuándo operar y cómo integrar cirugía y control médico. «Repartes felicidad. He visto pacientes que vuelven a ponerse un moño para danza después de años».
El futuro inmediato: menos ‘nuevos fármacos’, más técnica y regeneración capilar
No se esperan revoluciones que superen lo ya logrado en los últimos 7–10 años. Donde sí ve un salto es en técnica quirúrgica (más trasplante de pelo largo, aún con limitaciones de tiempo y tamaño) y, sobre todo, en regeneración celular.
Palabra clave: exosomas. «Son pequeños paquetes que llevan mensajes de una célula a otra. Si el mensaje viene de células madre, empuja al crecimiento». Hubo alertas regulatorias cuando se usaban exosomas de plantas u otras personas; por eso muchas clínicas frenaron, sobre todo la vía inyectada. La novedad: equipos que obtienen exosomas seguros de tu propia sangre, potenciando las vesículas plaquetarias. «Llevamos tres meses aplicándolo y lo monitorizaremos con rigor; es prometedor».

La frase para quedarse (y el plan para arrancar)
- Escúchate: si tu caída de pelo rompe tu patrón o pierdes densidad visible, consulta.
- Diagnóstico con datos (tricoscopia + IA).
- Ordena tu vida: sueño y estrés importan; la melatonina, tópica, oral o mesoterapia, puede tener sitio.
- Suplementa con criterio, sin solapes, y según tu tipo de alopecia.
- Cuida la fibra: calor con cabeza, nunca plancha en mojado, lavado regular y nutrición ajustada.
- Valora cirugía cuando el calibre o la zona lo pidan; en manos dermatológicas, cambia vidas.
«No tenemos un arsenal infinito ni soluciones mágicas de un día para otro», concluye la Dra. Gómez. «Pero con diagnóstico, tecnología, hábitos sensatos y tratamientos bien elegidos, el pelo responde».