Un buen día, hace 23 años, Arturo Berned lo dejó ‘casi’ todo y cambió su vida. Renunció a un trabajo estable y prestigioso como arquitecto Director de Proyectos de Estudio Lamela de Madrid y decidió lanzarse a ser escultor, sin red. Una vocación que tenía latente desde su juventud y que en el año 2000 abrazó tras sentir la llamada, «la pulsión», como él mismo cuenta en una entrevista con COOL en su estudio madrileño. Arturo Berned, el escultor de acero con gran éxito y reconocimiento internacional, nos abre las puertas de su espacio de trabajo en Madrid: «Detrás de cada pieza que creo, siempre hay una historia». Vamos a contar la suya propia como artista.
Sus obras de enormes dimensiones y trazados geométricos son fácilmente reconocibles alrededor del mundo.
Equilibrio, luz, masa, vacío, tacto, diálogo y tensión son sus herramientas y argumentos de trabajo. Su rutina.
Empezó en la arquitectura por recomendación paterna y «por devoción» y evolucionó a la escultura con «dudas tremendas, pero con la convicción de que no estaba en el camino adecuado. Y, aunque no sabía si la escultura sería el camino correcto, sentí que había que cambiar», recuerda. Se aventuró entonces y sus primeras exposiciones fueron un gran éxito.
«Estoy muy satisfecho de haber tomado esa decisión», confiesa cuando echa la vista atrás. «Lo que más orgullo me produce es cuando conmuevo a la gente a través de mis esculturas; porque artista es quien hace la obra, y lo es también quien la disfruta». «El arte sirve para comunicarnos y para transmitir mensajes concretos en situaciones especiales».
Berned es un artista con muchos seguidores. Casas Reales, empresarios o banqueros figuran entres sus fieles clientes. Pero él, discreto y humilde, comenta que sólo pretende con sus obras «contar historias que emocionen». «Yo creo que el arte está hecho para quien puede comprarlo; pero también está hecho para quien puede disfrutarlo, sea de la condición que sea», explica.
El Acero
Sus piezas en acero corten, la mayoría, -su material favorito- se las rifan tanto clientes privados como instituciones nacionales e internacionales. El acero es el material que le permite crear un universo formal muy personal.
Del acero corten y el acero inoxidable llega al color. El color forma parte fundamental de su última colección, con gran influencia de México, un país donde le veneran. Japón, Emiratos Árabes y Noruega son otros destinos donde trabaja con asiduidad, mas allá de España.
En el estudio
Cae la tarde cuando visitamos al escultor en su estudio madrileño. Un espacio de grandes dimensiones, decorado en color blanco, de techos altísimos y fachada de cristal con vistas a una de sus obras, arropada por plantas de bambú.
Las piezas en acero salpican el lugar logrando una belleza serena y emocionante para el visitante.
Es aquí, en su estudio madrileño, escuchando música clásica y dibujando bocetos en su mesa de trabajo, donde Arturo Berned esboza sus creaciones.
-Pregunta: Estudió y ejerció la arquitectura, pero con el paso del tiempo se convirtió en un escultor consagrado. ¿Una evolución natural?
-Respuesta: Me dediqué por devoción primero a la arquitectura, pero poco a poco empezaron a surgir intereses diferentes a la arquitectura y llegué a la escultura.
-¿Se siente un arquitecto convertido en escultor, un escultor con técnica de arquitecto, un amante de la geometría o todo en uno?
-Yo creo que un pescador es pescador aunque no tenga caña. ¡Cómo serían mis piezas si no hubiera estudiado arquitectura…, a lo mejor no sería pescador ! Aprendí en una escuela rigurosa, con una Cátedra de Dibujo muy seria, que me hizo aprender un lenguaje que es el que ahora utilizo en mis esculturas.
-Trabaja casi siempre con acero. ¿ Por alguna razón?
-Sí, es un material muy dúctil y las resistencias que tiene las puedes llevar al límite, y son las que de alguna manera, me han ayudado a crear este lenguaje. Los materiales tienen su propio lenguaje, igual que los colores. Cuando el material es acero corten, es más masculino, y me gusta cómo incide la luz sobre él, además no varía y siempre es lo mismo. El inoxidable es más femenino en cambio, y varía con la incidencia de la luz.
-¿Detrás de cada obra suya hay siempre un mensaje, una intención?.
-Efectivamente, es que si no es así, mis piezas serían objetos, no esculturas. Esta colección, por ejemplo son Damas, con las que dialogas de alguna manera. (Señala tres esbeltas piezas -que destacan por su majestuosidad- mientras prosigue la entrevista).
–Crea piezas únicas. Y cada una de sus obras es fácilmente reconocible alrededor del mundo. ¿Esa identidad propia es la consagración, es el éxito, propiamente dicho?
-Nada es absoluto. Soy bastante relativista. Y que haya un tipo de pieza reconocible por un lenguaje es un éxito de por sí, pero también te exclaviza, porque estás tremendamente apegado a ese lenguaje. A veces me entran ganas de manejar otros materiales: plástico, Pvc, piedra… Pero al final, es la forma la que determina el material, no sólo el concepto. Las tensiones determinan que las obras tienen que ser de acero.
La anécdota
–Las mesas son el origen…, ahí empezó todo. Una historia preciosa, sin duda. Sus primeros diseños fueron esculturas funcionales.
-Cuando era estudiante empecé con mis primera esculturas. Y quería hacerlas de cierto tamaño y pasar de la escultura de sobremesa a una escultura con impacto. Y como no tenía recursos económicos para experimentar con tales piezas, pues ahí se me ocurrió dotarlas de una función y así es como creé las primeras esculturas, que en realidad eran mesas para venderlas. Y le decía a cada cliente que «le regalaba una escultura, aunque en realidad me estaba comprando una mesa… Ahora, 23 años después, es al revés, (sonríe)… ¡A quienes me compran una escultura, les regalo la mesa»…!
‘Filomena’
Continuamos el recorrido por el estudio, mientras el autor va explicándonos sus piezas al detalle, y se detiene en una escultura cilíndrica, especial y diferente. Y nos cuenta su historia. «Una pieza inspirada en la gran nevada de Madrid, Filomena».
«Esta escultura, que es una maqueta», -comenta-, «con la que voy a hacer una pieza de la altura de edificio de unos 14 metros, la creé por Filomena, la gran nevada de Madrid. Ese fue el punto de partida para esta obra, porque cuando observé cómo caían los copos de nieve, me inspiré y ahora se ve en este cilindro con los huecos y la incidencia de la luz».
Un forma circular, algo que no es muy habitual en él. Pura geometría sí, aunque no siempre con ángulos de 90 grados.
«En Japón, por ejemplo, mis piezas tienen ángulos, que no son rectos. Son obtusos, agudos… Es un lenguaje más libre, más visceral, se acercan más a la persona», comenta.
-Su dimensión internacional es de gran envergadura…
-Sí, Japón, México, Miami, Noruega… al final las vivencias, las experiencias, y las personas son las que determinan. Trabajo muy a menudo en eso destinos y me gusta mucho. Y, por supuesto, también en España.
Dos galerías de arte le representan actualmente: Galería Fernández-Braso en Madrid y Leon Tovar Gallery en Nueva York.
No todas sus piezas son de encargo; hay ocasiones que Arturo Berned esculpe por sentimiento, por una «pulsión». «Hay una historia que quiero contar detrás de cada pieza, siempre».
–¿El uso del color es reciente? Y ofrece dos visiones diferentes de la misma pieza.
-Al final el recorrido creativo no deja de ser una casualidad. Yo en México estaba con mi exposición de Cabezas y durante una visita al Museo Antropológico empecé a a descubrir colores gracias a una colección bellísima de máscaras que hay allí, y en ello estoy. Empecé un linea de trabajo tremendamente atractiva.
«Los colores son lenguajes que están en la naturaleza para que puedan ser entendidos. Son una linea de investigación muy entretenida».
El ser humano
–Toda su proceso de creación mantiene una proporción, con el hombre como referencia, con el número áureo siempre presente.
-El número áureo se ha empleado para la creación de todo lo que nos rodea. Yo cuando estoy trabajando en una pieza debo de tomar decisiones métricas, y la proporción áurea me ayuda a tomarlas. Es algo que tiene que ver con el hombre y con la belleza; con lo que se nos acerca en cuanto a proporciones, con empatizar con lo que tenemos cerca, y eso es lo que persigo.
-La rutina de un día a día, ¿cómo es, cómo ejecuta sus piezas? Porque usted hace el dibujo aquí, en su estudio, y después ese dibujo lo ejecutan los operarios en un taller industrial.
-Sí, efectivamente; ahora la obra la ejecutan unos operarios en una nave industrial, aquí en Madrid… Antes, años antes, no había operarios y soldaba yo mismo las piezas.
«Una de las razones por la que cambio la arquitectura por la escultura es sobre todo porque en el oficio de escultor no hay especialización…»
A diario
«A las 7 de la mañana estoy en el taller oyendo la radial y el corte del láser, tres horas más tarde estoy en el estudio dibujando escuchando música clásica, a media tarde voy a una exposición o alguna entrevista y por la noche busco inspiración en libros y películas… Es una rutina diaria tremendamente gratificante».
«Cuando viajo con mi familia me dedico a visitar exposiciones; el día que trabajo y el que no trabajo también. Voy a museos, porque es con lo que más disfruto y lo que más me gusta. Mi día a día es monótono, pero tremendamente divertido».
-¿El talento nunca se acaba?
–El talento es importante, pero también los son las ganas de trabajar, el inconformismo, la curiosidad y eso es lo que hace que te puedas acercar a la creación de una obra de arte, más allá del talento.
Arturo Berned entiende y utiliza la escultura «como elemento organizador del espacio, facilitando su entendimiento, y contribuyendo a crear una gran complicidad entre la arquitectura y la escultura».
Es Licenciado en Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid.
Ejerció como arquitecto en España, Reino Unido, Italia y México, hasta su última etapa en Estudio Lamela en Madrid. A partir del año 2000, es cuando emprende de forma definitiva su actividad como escultor.
A lo largo de estos 23 años, Berned ha desarrollado obras de gran formato, la principal seña de identidad de su propuesta artística.
Esculturas que se integran en espacios urbanos o en edificios creando un diálogo amable en cada ciudad. Y contando siempre historias que conmueven a quien las escucha.