¿Qué significa conducir siempre muy deprisa, según la psicología?

Ir muy rápido por la carretera está vinculado con la personalidad, la percepción del control y el estado emocional

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Persona al volante.

Hay gente que cuando está al volante tiende a frustrarse y se siente molesta por todo. Por ejemplo, algunos odian que les den indicaciones en el coche. Pero quizás el rasgo más común en la carretera es conducir demasiado deprisa. ¿Qué dice la psicología de ello?

Para los psicólogos la velocidad excesiva en el coche está vinculada con la personalidad, la percepción del control y el estado emocional. Hacerlo siempre de esta manera puede vincularse con una actitud compulsiva o con otros rasgos más peligrosos.

Por ejemplo, la psicología lo ha vinculado con el deseo de evasión o con una forma de canalizar las inseguridades propias. En todo caso, no todas las circunstancias son las mismas, pero hay patrones que se suelen repetir.

La psicología señala el rasgo más común de los que siempre conducen rápido

Por increíble que parezca, lo que más tienen en común las personas que conducen rápido según la psicología es la sensación de dominio de la situación.

Muchos conductores sienten que, al ir deprisa, tienen el control de lo que pasa en la carretera, aunque en realidad sea justo lo contrario. Esa percepción está muy ligada al perfil de personas que buscan afirmarse a través de la acción. No se trata sólo de llegar antes, sino de sentir que mandan.

Eso hace que los expertos también vinculen dicho comportamiento a la baja tolerancia a la frustación, ya que se irritan fácilmente ante imprevistos o demoras, como un atasco. Entonces, la velocidad se convierte en una forma de compensar su malestar interno. Al ir deprisa, descargan tensión y canalizan emociones que, de otro modo, no saben gestionar.

Por qué conducir deprisa está vinculado a las personalidades impulsivas

Desde el punto de vista de la personalidad, conducir siempre deprisa puede asociarse con perfiles impulsivos, que actúan sin pensar en las consecuencias. Estas personas tienden a buscar emociones intensas, y la conducción rápida les proporciona esa dosis de adrenalina.

También puede haber un componente de validación social. Algunos conductores sienten que ir más rápido les hace parecer más capaces, más seguros, e incluso superiores. Es una forma de demostrar algo, aunque sea de manera inconsciente. En estos casos, el coche se convierte en una extensión del ego.

Y hay otro matiz a tener en cuenta. Las personas que siempre van rápido suelen tener una baja percepción del riesgo. Si combinas todo lo dicho anteriormente, el resultado es alguien que subestima el peligro, lo que aumenta las probabilidades de accidentes.

Tomar riesgos al volante: la psicología lo asocia con las ganas de escapar

Más allá de lo evidente, también está el factor emocional. Algunos psicólogos interpretan la conducción temeraria como una forma de huida. No tanto del tráfico, sino de la propia realidad. Conducir deprisa permite desconectar, evitar pensar, dejar atrás problemas personales o laborales.

Hay características al volante que no son negativas. Por ejemplo, hablar mucho cuando llevamos a alguien de copiloto. En cambio, el gusto por ir demasiado deprisa sí que es peligroso y no tiene justificación.

Aunque haya factores psicológicos que nos ayuden a comprender el fenómeno, la realidad es que no sólo están poniendo en peligro su propia vida, sino la de los demás.

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