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Rubén Casado: «El síndrome postvacacional no va de volver al trabajo, sino de si vivimos como queremos»

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Ana Márquez
  • Ana Márquez
  • Mi sueño era convertir mi pasión en profesión, y lo conseguí. En cuanto terminé la carrera de periodismo entré en el mundo editorial y no he parado de escribir sobre moda, belleza, cine y estilo de vida para importantes cabeceras como COOLthelifestyle. Me encanta aprender y enseñar, tanto que soy docente de Periodismo Digital y Redes Sociales en Condé Nast College. Y como curiosidad, añadir que soy imagen de una crema facial de una conocida marca y es posible que me encuentres en algún 'beauty stand'.
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Se acaba el verano y con septiembre llega la vuelta a la rutina. Para muchos, ese regreso a la oficina, al colegio o simplemente al ritmo habitual del día a día viene acompañado de una sensación de desgana, apatía o incluso tristeza. Popularmente lo llamamos depresión postvacacional, pero ¿realmente existe? «Como clínico, la palabra depresión tiene una connotación un poquito más sagrada», explica Rubén Casado, psicólogo especializado en trastornos de ansiedad y autor de El mapa de la ansiedad. «La depresión es un concepto totalmente diferente. Sí conlleva una dificultad en la vida diaria, no solamente es tristeza profunda, sino también anhedonia, pérdida de sentido vital, alteraciones físicas y cognitivas. Aquí hablaríamos más bien de un síndrome, un conjunto de síntomas que no tienen que ver con una enfermedad».

En palabras de Casado, lo que solemos experimentar tras las vacaciones no es una depresión clínica, sino una reacción normal al cambio de ritmo.

Mientras que una depresión mayor puede extenderse al menos seis meses y conllevar síntomas graves, el síndrome postvacacional es pasajero. «Normalmente, para que exista una depresión clínica hacen falta más o menos unos seis meses de síntomas, además de una serie de comportamientos muy diferentes a esta dificultad para retomar el ritmo», precisa Casado.

En cambio, el bajón tras el verano se resuelve con el tiempo. «Dicen que son 20 días de adaptación del cerebro, aunque yo creo que ese mito de los 21 días no siempre es real», matiza.

Respiración consciente, estrés, ansiedad
(Foto: Pexels)

«Vivimos grandes periodos grises y pequeños oasis»

Para Casado, lo que revela este fenómeno es una reflexión más profunda sobre nuestra manera de vivir: «Tenemos una vida que va de lunes a viernes, donde lo que cuenta es la productividad, y el sábado y domingo como espacio de libertad. Terminamos con dos mundos muy separados: el del trabajo y el del ocio. Eso nos hace sentirnos fragmentados».

El psicólogo recuerda cómo la cultura ha anticipado este dilema: «Michael Ende lo contaba en Momo, con los hombres grises y el uso del tiempo sólo para producir. Y hoy series como Severance muestran trabajadores con dos personalidades: una para el trabajo y otra para la vida personal. Es un reflejo de nuestra sociedad cada vez más compartimentada».

«El estrés aparece cuando la realidad nos exige más recursos de los que tenemos, mientras que la ansiedad es una anticipación»

La vuelta al día a día también puede confundirse con ansiedad. Casado lo aclara: «El estrés aparece cuando la realidad nos exige más recursos de los que tenemos, mientras que la ansiedad es una anticipación. Es un intento de solucionar algo que, a veces, se vuelve en mi contra. La ansiedad busca control, pero la vida exige aprender a vivir con cierta incertidumbre».

Y añade un apunte curioso: «Sobrevivimos gracias a los cenizos, gracias a los que anticipaban los peligros en la tribu. Pero esa sensibilidad también tiene un coste: ser más propensos a la ansiedad».

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(Foto: Gisele Bündchen)

«El síndrome postvacacional no habla tanto de lo incómodo que resulta volver al trabajo, sino de cómo construimos nuestra identidad en torno a él»

Uno de los grandes retos de nuestra sociedad es dejar de identificarnos sólo con la productividad. «Lo único que cuenta es lo que haces, no quién eres», advierte Casado. «Los adultos siempre nos preguntamos antes de conocer a alguien: ¿a qué se dedica? Queremos clasificarlo en una esfera profesional. Pero quizá lo más interesante está en lo que esa persona nos ofrece en ese momento, no en su estatus».

El síndrome postvacacional, en este sentido, es un espejo: no habla tanto de lo incómodo que resulta volver al trabajo, sino de cómo construimos nuestra identidad en torno a él.

«Las conexiones dentro y fuera del trabajo son fundamentales, hay que prender a disfrutar de los días entre semana»

¿Cómo gestionamos ese choque entre el yo laboral y el yo personal? Casado propone ser realistas: «El autoexigente va a seguir siéndolo. No le puedo decir a una persona que sea más hippie. Pero sí puede aprender que no puede hacer diez cosas muy bien; puede hacer dos o tres. Saber esto es mejor que crearse una imagen idealizada de uno mismo».

El psicólogo también recomienda prestar atención a la calidad de las relaciones y al equilibrio diario, más allá del fin de semana: «Hay una frase que dice que la vida cuanto más vacía, más pesa. Somos animales sociales. Las conexiones dentro y fuera del trabajo son fundamentales. Y también necesitamos aprender a disfrutar de los días entre semana, no sólo de los viernes por la tarde».

Estrés y agotamiento / Foto: Pexels
(Foto: Pexels)

¿Cómo desconectar de verdad?

El psicólogo reconoce que la desconexión total entre trabajo y ocio es casi imposible, pero sí podemos aprender a gestionarlo mejor:

  • Cuidar las conexiones humanas: «Somos animales sociales. Las relaciones son fuente de problemas, sí, pero también lo que nos devuelve a nuestra esencia».
  • Evitar cosificarnos: «Cuando nos vemos sólo como máquinas de productividad, terminamos siendo cosas, no personas».
  • Aceptar nuestras limitaciones: «Es más importante conocerse a uno mismo y saber qué no queremos, que idealizar un yo perfecto que nunca alcanzaremos».

«El malestar pasará, pero quizá deberíamos aprovecharlo para preguntarnos si realmente estamos viviendo como queremos»

El llamado síndrome postvacacional no es una enfermedad, sino un recordatorio de que algo en nuestra forma de vivir no termina de encajar. «Que nos cueste volver de vacaciones debería hacernos reflexionar sobre el sistema en el que vivimos», resume Casado.

Y concluye con una invitación a relativizar: «A veces cuesta más o menos, pero todos nos adaptamos al final. El malestar pasará, pero quizá deberíamos aprovecharlo para preguntarnos si realmente estamos viviendo como queremos».