En la gran cena de gala celebrada en el Palacio Real de Madrid, con motivo de la visita de Estado del Haitham bin Tariq, sultán de Omán, la Reina Letizia aprovechó la ocasión para encarnar, literalmente, el poder simbólico del protocolo, la joyería de la monarquía y la diplomacia. Y lo hizo con una pieza que no es cualquier adorno: la célebre tiara rusa, joya histórica del joyero real español, antigua y llena de significado, que Letizia vistió con pleno conocimiento de causa. ¿Qué historia guarda esta diadema ancestral? ¿Por qué la Reina la ha escogido para este encuentro en particular? ¿Y qué valor tiene (económico y simbólico) una pieza así? A continuación, hacemos un recorrido apasionado entre perlas, diamantes, herencias reales, símbolos de poder y un sutil juego de diplomacia estilística.
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La tiara rusa con la que la Reina Letizia deslumbró al sultán de Omán
En la fastuosa cena de gala celebrada en el Palacio Real de Madrid el pasado 4 de noviembre con motivo de la visita de Estado del sultán de Omán Haitham bin Tariq, la Reina Letizia no sólo fue la anfitriona perfecta sino también la intérprete silenciosa del poder de la tradición y la diplomacia, de esa coreografía que une joyas, historia y presencia para escribir sin palabras el mensaje de un país entero.
En esta ocasión eligió una pieza mítica, cargada de simbolismo, que ha dormido durante décadas en el joyero de la Casa Real: la tiara rusa, una de las joyas más solemnes y legendarias del patrimonio monárquico español. Su aparición no fue casual, y su brillo, más que reflejo de luz, fue reflejo de intención

Historia y genealogía de la tiara
La llamada tiara rusa, también conocida como tiara kokoshnik, nació a finales del siglo XIX y fue un encargo de María Cristina de Habsburgo-Lorena, madre de Alfonso XIII, inspirada en los tradicionales tocados rusos que las damas de la corte imperial llevaban en los grandes bailes de invierno. Aquella reina regente quiso que su diadema reflejara la solidez y el decoro de su reinado, por eso la mandó fabricar en platino y la adornó con diamantes y perlas, símbolos eternos de pureza y poder. A su muerte en 1929 la joya pasó a manos de Alfonso XIII, que la ofreció como regalo de bodas a su nuera, María de las Mercedes de Borbón, condesa de Barcelona, madre del rey Juan Carlos I, perpetuando así una línea de herencia femenina que atraviesa generaciones
Durante décadas la tiara se mantuvo casi en silencio, apareciendo en contadas ocasiones sobre las cabezas de las reinas españolas, hasta que en 2018 Letizia Ortiz la rescató para una cena de gala en honor del presidente de China. Desde entonces ha brillado sólo dos veces más, en la visita de los reyes de los Países Bajos en 2024 y ahora, en esta cena de Estado con el sultán de Omán. Cada aparición, cuidadosamente medida, refuerza su condición de joya solemne, reservada para momentos que escriben historia

Por qué ha decidido la Reina Letizia llevarla en esta ocasión
Nada en el estilo de la Reina Letizia ocurre por azar y mucho menos en un acto de Estado. En su elección de la tiara rusa hay lectura diplomática, protocolo y estética. Al tratarse de una visita de máximo rango, la Reina debía manifestar respeto y hospitalidad a la altura de su invitado, y las joyas, en ese lenguaje no verbal del poder, son declaraciones que se comprenden sin traducción. Escoger una tiara tan cargada de historia es un gesto de cortesía hacia un país donde la riqueza simbólica y ornamental forma parte de la cultura y del ceremonial. Al mismo tiempo, es una afirmación de continuidad institucional, un recordatorio de que la monarquía española, pese a sus transformaciones, conserva intacto el hilo de su herencia
Letizia acompañó la tiara con un vestido azul cobalto de The 2nd Skin, una pieza que ya había lucido antes, y que esta vez pareció renacer bajo la luz de los diamantes y perlas. La elección no fue casual: el azul es color de diplomacia, serenidad y profundidad, atributos que dialogan con el papel del anfitrión en una visita de Estado. La melena suelta, ligeramente ondulada, suavizaba la rigidez de la tiara, equilibrando poder y feminidad. Todo estaba calculado para que la joya hablara, sin imponerse, sin gritar, pero con autoridad

Valor estimado y composición material
No existe tasación oficial para la tiara rusa, aunque los expertos sitúan su valor por encima de los 50.000 euros, una cifra simbólica más que realista si se tiene en cuenta que está realizada en platino, engastada con diamantes de distintos tamaños y coronada por perlas naturales.
En el mercado de subastas su precio podría multiplicarse fácilmente, pero su verdadero valor no se mide en dinero sino en historia. Cada piedra, cada curva del diseño kokoshnik, encierra décadas de protocolo y retratos oficiales, cenas de gala y fotografías que marcaron épocas.

Simbología y leyenda
Su lenguaje simbólico se lee con facilidad. El diseño en forma de abanico recuerda a los tocados rusos que evocaban poder y maternidad, virtudes asociadas a la autoridad femenina. Los diamantes hablan de eternidad, de claridad, de una fuerza que resiste al tiempo, mientras las perlas, hijas del mar, invocan la pureza, la intuición y la calma, una energía lunar que suaviza la severidad de los metales.
Algunos historiadores de la joyería aseguran que esta tiara tiene un carácter casi ceremonial. Sólo se saca para ocasiones que hacen historia, dicen, como si llevarla fuera una forma de sellar con brillo los momentos clave del reinado. En 2018, su estreno ante el presidente Xi Jinping marcó un antes y un después en la presencia internacional de la Reina. En 2025, con el sultán de Omán, su aparición vuelve a subrayar la proyección global de España. No hay leyenda escrita sobre su poder, pero su silencio prolongado y su uso limitado le otorgan un aura que trasciende la joya.
