El diamante es la gema más deseada, simboliza el amor eterno, es indestructible y sus destellos se pueden ver a gran distancia. Pero hay diamantes y diamantes, y los de Tiffany son uno de los más especiales pues, además de cuidar al máximo su extraordinario aspecto, prestan también atención al cuidado con el que se trata. De hecho, la marca fue pionera en la obtención responsable de los diamantes. Desde el momento en que se obtiene, un diamante Tiffany se adentra en «un viaje por todo el mundo, pasando por las manos expertas de un maestro artesano a otro hasta ser merecedor de la icónica caja Tiffany Blue», nos explican desde la firma. Nos adentramos en este fascinante viaje para descubrirte por qué los diamantes de Tiffany son tan preciados.
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Solo aceptan el 0,04% de los diamantes
Los diamantes se forman debido a las condiciones de presión y las temperaturas extremas que se dan a grandes profundidades en el manto terrestre, y llegan a la superficie por medio del magma de las erupciones volcánicas. Los diamantes de Tiffany inician su viaje como piedras en bruto, extraídas en minas de países como Australia, Botsuana, Canadá, Namibia, Rusia y Sudáfrica. Responsables de la firma aseguran que sus estándares son tan altos que solo aceptan el 0,04% de los diamantes. «Si un diamante no cumple nuestros rigurosos estándares de calidad, lo rechazamos y lo devolvemos al mercado, donde puede acabar siendo adquirido por nuestra competencia».
Los diamantes seleccionados son enviados a los talleres que tienen en Amberes (Bélgica) donde se registra el origen de cada uno y lo clasifican según su tamaño, color, claridad y fluorescencia.
Después, idean su diseño priorizando su belleza, «sacrificando incluso el peso en quilates». Lo importante es que el diamante «posea ese brillo cautivador que ilumina todo cuanto rodea», explican en Tiffany.
Cuando se prioriza el tamaño en lugar de la belleza, la pierda suele perder brillo, pero hay gustos para todo. Liz Taylor, por ejemplo, daba más importancia a su tamaño al decir que «las chicas grandes necesitan diamantes grandes».
Dando la talla
Una vez clasificados los diamantes, estos viajan a otros talleres localizados en, además de Bélgica y Botsuana, a Mauricio, Vietnam y Camboya, donde apuestan por artesanos locales.
Cuentan con casi 1.500 artesanos, entre ellos se encuentra Marcel Struyfs quien combina su pasión por la belleza con la innovación. Él fue quien ayudó a desarrollar una tecnología para crear tallas más precisas. «Desarrollamos un rayo láser guiado por agua para tallar de manera precisa, maximizando la belleza del diamantes», explica.
Engarzados para enamorar
En los talleres que tienen repartidos por Estados Unidos es donde se engarzan los diamantes para después ser custodiados en la ‘Tiffany Blue’, icónico estuche que fue presentado por primera vez en 1886.
También, en 1886, fue cuando por primera vez la marca presentó el anillo de compromiso tal y como lo conocemos hoy en día. El ‘Tiffany Setting’, este diseño cuenta con un diamante en talla redonda brillante y un engarce de seis garras que eleva la piedra por encima de la alianza, hacia la luz realzando su brillo.