En ocasiones, para viajar, no necesitamos movernos, ni llenar una maleta, ni planificar horarios. En ocasiones, para viajar, solo debemos escuchar e imaginar, dejarnos conquistar por los sentidos y volar. Hoy viajamos en el tiempo con Jaime Fernández Araoz, director de Operaciones de Aldao, concretamente al 15 de mayo de 1911, en Madrid. Imposible era imaginar en aquel entonces que la capital albergaría una de las joyerías más emblemáticas del país durante 111 años. Cinco generaciones después, nuestra protagonista ha cambiado de ubicación, pero su esencia se mantiene intacta. Hoy hablamos de Aldao, de su maravillosa historia y de su savoir faire.
Un enclave único para una joyería emblemática
Madrid está llena de secretos y uno de ellos se esconde en la emblemática calle Argensola. Muchos habrán sido los viandantes, turistas o residentes que se habrán detenido frente al portal abierto que comparten dos de sus edificios, concretamente el 20 y el 22, para admirar una de las entradas de viviendas más espectaculares de todo Madrid.
Majestuosos pilares de atlantes y cariátides a tamaño natural, decoración neoplateresca con paños de grutescos y candelieri, armadura de madera en el techo, un alfarje con casetones y unas imponentes puertas de madera labrada nos dan la bienvenida. Difícil es apartar la vista, por pensar que si lo hacemos, este mágico espacio de cuento podría desaparecer.
A través de ella se accede a las escaleras de ambas comunidades de vecinos. Cuando conseguimos deshacernos del hechizo del portal, localizamos nuestro destino en las escaleras de la izquierda, concretamente en la entreplanta. Curioso que una joyería no se encuentre a plena vista, con escaparates que anuncien sus piezas, sino escondida entre calles y puertas. Al entrar, entendemos la razón.
Lo primero que nos recibe es un agradable y acogedor aroma a flores recién cortadas, no es una fragancia pesada, sino fresca y liviana. Nos invita a adentrarnos y admirar el espectáculo. Esmeraldas, rubíes, diamantes, alianzas, sortijas, pulseras, collares, tocados, medallas…
La joyería viste sus vitrinas con las piezas más importantes y representativas de la casa, acompañadas por bocetos y fotografías antiguas de sus inicios en Gran vía. No faltan detalles como exquisitos portarretratos adornados con esmeraldas o un número original con un anuncio de Aldao en la revista ilustrada La Esfera.
Todas las piezas en perfecto orden y sincronía nos saludan desde sus estanterías de cristal mientras la suave melodía de un piano Steinway & Sons Spirio | r nos recibe.
En resumen, entrar en Aldao es toda una experiencia.
Una historia de artesanía y excelencia
En su acogedor y majestuoso interior nos encontramos con Jaime Fernández Araoz, director de Operaciones de Aldao y quinta generación presente en este negocio centenario que el 15 de mayo de 2022 cumplía 111 años. «Es un día muy especial para nosotros», nos cuenta Jaime con una sonrisa orgullosa pincelada en su rostro, «111 años después podemos decir que lo hemos conseguido, que hemos mantenido nuestra esencia y que nuestra historia sigue viva en las cinco letras que conforman Aldao«.
«Mi bisabuelo, Don Manuel Fernández Aldao Balbis, aprendió el oficio desde los once años trabajando con su padre, un joyero de La Coruña. Con el paso de los años quedaría huérfano, con el peso del negocio sobre sus jóvenes hombros» continúa Jaime. Don Manuel decidiría entonces embarcarse en un viaje por Venezuela, Colombia… donde no solo captaría importantes clientes, sino también se especializaría en la esmeralda.
«Al volver a España monta una pequeña joyería en la calle de la Sal en Madrid. Siete años más tarde, cuando la principal actividad comercial todavía se encontraba en Caballero Gracia, y apostando por la nueva arteria de Madrid, se trasladaría a la Gran Vía, en aquella época conocida como Conde de Peñalver. Lo tacharon de estar loco, la Gran Vía estaba en pleno desarrollo, los principales negocios se encontraban en calles paralelas y asimismo la ruta de sus visitantes. Aún así, él decidió continuar con su idea y fundó el 15 de mayo de 1911 el Aldao que conocemos.
En 1931, en un sector de tradición más bien masculina, la hija de Don Manuel y tía abuela de Jaime Fernández, Antoñita Fernández-Aldao, se incorporó dedicando toda su vida profesional a Aldao y sus clientes. «En aquella época estaba mal visto que la mujer trabajase, pero ella quería. Desde pequeña había conocido el negocio y su padre, mi tatarabuelo, se lo concedió, «adelante digan lo que digan», dijo, y de tal manera, mi abuela trabajo hasta cumplir los 95 años. Por ello, tras 73 años de labor impecable, en el año 2003 se le concedió la Medalla al Mérito en el Trabajo, en su categoría de oro».
«Mi abuela es a quién veo cuando pienso en la esencia de Aldao, ella siempre decía «entra un cliente pero sale un amigo» y es un poco lo que intentamos trasladar. Son piezas tan especiales y es un proceso tan complejo para los que no lo entienden, que tenemos que ser un amigo de confianza en el que el cliente pueda recaer. Ahí va todo nuestro trabajo». Aldao es confianza y artesanía. «Aunque se intenten hacer dos piezas iguales, es imposible. No hay más misterio, cada uno es diferente».
«Entra un cliente pero sale un amigo»
Y es que esta artesanía única no solo la consiguen con sus método de diseño y fabricación, sino también con la introducción del cliente en el proceso creativo, «al cliente le asesoramos sobre un tipo de piedra, de color, de metal, de tamaño, de gema… y dejamos que él decida, de tal manera que se introduzca en el proceso. De esta manera, él entra en el juego, dándole a la pieza ese toque personalizado y exclusivo».
Hoy cuarta y quinta generación continúan el centenario negocio familiar aunando tradición, artesanía e innovación desde su reciente, nueva y única ubicación. «Otro de nuestros objetivos lo compartimos con nuestros clientes, la discreción, de ahí que trasladásemos nuestra ubicación. Queremos que nuestros clientes tengan la libertad de visitarnos sin prisas, de encontrar en Aldao tranquilidad y un trato personalizado». Una nueva forma en la que la familia Aldao ofrece asesoramiento directo para todos sus clientes, tanto en la elección de cualquiera de las joyas disponibles para la compra inmediata, como en el diseño de creaciones personalizadas que no volverán a ser reproducidas.
La esencia Aldao y HINVES
«Para este 111 aniversario hemos querido colaborar con una empresa que comparta nuestros valores y esa es HINVES«, continúa Jaime. Es digna de admirar la esencia que desprende la emblemática joyería envuelta en la sintonía y armonía de un piano de HINVES, «llevamos mucho tiempo queriendo colaborar con Aldao, precisamente porque cumple con los mismos valores que nosotros, desde la artesanía hasta la capacidad de sacar de un material en bruto, una obra de arte. El piano que tenemos es una joya que no se puede llevar puesto pero si se puede sentir», nos explica Carmen Palomares, directora de marketing y comunicación de HINVES.
«Un piano Steinway es un elemento de manufactura, desde la madera, pasando por la aleación interior, hasta los detalles dorados. Estos últimos son una fórmula secreta cuya patente la tiene la propia empresa. Un piano tarda en fabricarse 9 meses o casi un año, pero eso sin contar con la madera que igual se ha traído de Alaska o de la India, que ha estado cuatro años secándose, dos años tratándose, etc. Todo esto y más hace la excelencia en un instrumento y que el 99% de las salas más exclusivas tengan un Steinway en su escenario«, continúa Eduardo Frías, reconocido pianista.
Un paseo literario
Joyería y música se unen en un bonito recorrido por la historia de Aldao con una selección de piezas musicales que parten del 1911 hasta el
día de hoy. Y no nos podemos olvidar de la guinda del pastel: María Reig. La joven escritora estrenaba en 2019 su última novela ‘Papel y tinta’, un paseo en forma literaria por el Madrid de principios del siglo XX y en el que menciona a la que era la Aldao de Conde de Peñalver. Tanto la protagonista de la novela en la ficción, como la hija del fundador, Antoñita, ejercieron profesiones que entonces se consideraban masculinas.
Una celebración del pasado y presente marcados por la continuación de los valores de la marca, con la mirada puesta en el futuro sin perder la esencia de una joya Aldao.