Muchas de las marcas que nacieron a principios del siglo pasado lo hicieron con un propósito concreto: innovar. Aunque varios de los diseños de la época procedían del extranjero, entre alemanes y británicos construyeron lo que ahora es la imagen de lujo del mundo del motor de nuestro continente. Los coches del momento fueron el punto de partida de los diseños de ahora y, con una historia convirtiéndolos en referentes, son el caramelo de cualquier coleccionista. Estos no suelen salir en venta ordinaria, sino que, si quieres adquirir uno, tienes que acudir a una puja. El ejemplo es este Mercedes-Benz de 1923 que sale a subasta, posiblemente, millonaria.
La historia que hay detrás de la marca es bastante curiosa. Todo empieza en Alemania con Gottlieb Daimler y Carl Benz como protagonistas, los cuales construyeron, en paralelo, los primeros coches motorizados del mundo. El espíritu pionero de estos hombres les hizo acumular otros logros, como la construcción del primer autobús, el primer camión de gasolina y el primer camión diesel del mundo. Cuando ambos se unieron, nació esta marca que es sinónimo de lujo clásico.
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En 1923 sucedieron bastantes hitos, y el primero es que el círculo se añadió a la estrella que ya era parte del logo de la marca, además de construir un gran vehículo. Este fue concretamente hecho para la carrera de 500 millas en Indianápolis y fue el último modelo desarrollado por Paul Daimler antes de su salida de la empresa fundada por su padre. Fue la única vez en la historia que un equipo oficial de Mercedes compitió en la Indy 500, pero la exclusividad que tiene este vehículo es que sólo se hicieron cuatro modelos.
El deportivo que Sotheby’s va a subastar en Múnich viene con el número de chasis 26913. En su origen, el vehículo era de repuesto, pero durante la clasificación previa a la carrera, el líder del equipo, Max Seiler, dañó su coche principal al patinar bajo la lluvia. Como resultado, su sobrino, el piloto de reserva Carl Zeiler, salió a la pista con este modelo, puesto que las normas de la carrera permitían que otro piloto autorizado ejerciese como sustituto. Este último condujo 515 kilómetros y terminó en octavo lugar. Puede que no sea buen puesto, pero el valor añadido de este vehículo es que es de los pocos que pisó las pistas de la Indy 500.
Tras la carrera, el coche no quedó en propiedad de los conductores, sino que fue a disposición del representante americano de la marca Mercedes. Desde entonces, el deportivo ha cambiado alrededor de una docena de propietarios. En los años setenta pasó a manos del famoso coleccionista japonés Yoshiyuki Hayashi y luego, durante un tiempo, perteneció al jefe de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone. En 1996, el coche lo compró su actual propietario, el coleccionista alemán Dieter Aumann y en 2011, por encargo del mismo, ordenó restaurar el motor al reconocido taller inglés Capricorn Engineering.
La mayoría de los componentes del coche son originales, incluidos el cárter del motor y la caja de cambios. La carrocería se ha recreado desde cero, pero sobre esta se ha querido conservar un ápice de su origen. Según los expertos de la casa Sotheby’s en Múnich, calculan que en la subasta se recaudarán entre cuatro y cinco millones de euros.