En el imaginario colectivo, el turrón es sinónimo de Navidad, de sobremesas familiares y de tradición. Sin embargo, en 2021, la histórica casa turronera 1880 decidió llevar este dulce ancestral a una dimensión completamente distinta, rozando el territorio del lujo extremo. Así nació el que fue presentado como el turrón más caro del mundo, una creación excepcional cuyo precio alcanzó los 250 € por una tableta de medio kilo y que, hoy en día, ya no se puede comprar.
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Lanzado en 2021, con motivo de la primera celebración del Día Mundial del Turrón, este producto no estaba pensado para el gran público. Se trató de una edición especial, limitada y bajo pedido, concebida más como una obra gastronómica que como un dulce convencional. Su carácter exclusivo lo convirtió en un símbolo: una demostración de hasta dónde puede llegar la tradición cuando se mezcla con ingredientes extraordinarios y una ejecución casi artística.
La variedad más llamativa –y la que consolidó su fama mundial– fue el turrón de Alicante con pan de oro y trufa blanca italiana. La trufa blanca de Alba, uno de los productos más cotizados de la alta cocina internacional, aporta un aroma profundo e inconfundible que dialoga con la almendra entera alicantina. El pan de oro, aplicado en láminas finísimas, no añade sabor, pero sí una experiencia visual y sensorial que eleva el turrón a la categoría de joya comestible. No es un capricho cotidiano: es una declaración de lujo.
Junto a esta versión, la colección incluyó otras dos tabletas igualmente exclusivas. Una de ellas incorporaba café Kopi Luwak, uno de los más caros y singulares del mundo, integrado en un turrón blando de Jijona. La tercera apostaba por el azafrán de La Mancha con Denominación de Origen Protegida, un ingrediente tan valioso como delicado, capaz de aportar color, aroma y un matiz sensual al conjunto. Todas compartían el mismo precio, la misma exclusividad y el mismo destino: desaparecer tras una producción muy limitada.
Este turrón no está sólo en el universo de los dulces de lujo. En el mundo existen otros ejemplos que comparten ingredientes como pan de oro, trufa o azafrán, como chocolates artesanos bañados en oro comestible, bombones rellenos de trufa fresca o postres de autor servidos en restaurantes de alta cocina por cifras astronómicas. Sin embargo, lo singular del turrón de 1880 es haber elevado un dulce popular y profundamente español a un nivel reservado normalmente a productos gourmet internacionales.
Hoy, este turrón ya no se encuentra en estanterías ni se puede encargar. Su valor reside precisamente en eso: en haber sido un instante irrepetible, una edición que unió siglos de tradición con el lujo más extremo. Un recordatorio de que incluso los sabores más humildes pueden, por un momento, tocar el oro.
