Schiaparelli ha presentado su colección de primavera-verano 2020/21 de forma digital. La firma ha querido romper con todos los clichés de la alta costura y por eso ha mostrado una rompedora propuesta en la que las líneas femeninas, los delicados brocados, el encaje, las faldas confeccionadas, la seda y los inofensivamente bellos vestidos han quedado absolutamente al margen. La firma ha roto por completo con los esquemas genéricos del imaginario colectivo de la época dorada de la costura en los años 50 y el resultado nos ha dejado de piedra.
«En esta, mi tercera colección para Schiaparelli, quería desafiar la idea de lo que es la costura, y de lo que debería ser, creando prendas que respetan la tradición no solo de esta Maison, sino también del arte que se esconde detrás, al mismo tiempo que exploro los clichés asociados al género», dice Daniel Roseberry, director creativo de la firma. «Quiero crear una casa de costura alternativa: aquí, fantasía no significa vestidos de princesa o delicados adornos; aquí, la fantasía está en el interior. Estas son prendas que te hacen consciente de tu cuerpo, que te hacen pensar en cómo te mueves por el mundo», explica. Elsa Schiaparelli también creó piezas que modificaban el cuerpo, pero sus intenciones nunca fueron macabras. En cambio, fomentó una exploración casi infantil, alejada de lo neurótico. Las suyas eran prendas que celebran el placer de pavonearse, el placer de lucirse. Nada que ver con lo que hemos podido ver en la nueva propuesta estival de la casa italiana.
Schiaparelli ha desechado las siluetas habituales de la costura en pro de una nueva visión. Las técnicas empleadas en la confección de las prendas de esta nueva línea también son inesperadas. Pantalones de piel con cintura elástica, un par de vaqueros reinventados en seda y decorados con los icónicos candados dorados de Schiaparelli son algunas de las piezas que han captado nuestra atención. Los tejidos son, en palabras de Roseberry «inventivos y disruptivos por igual». Seda, cuero y tafetán se unen a terciopelo y neopreno, así como a un vestido drapeado en sinuoso punto.
Aún pareciendo irreverente, todo ello es una continuación del legado de la casa y su fundadora. Elsa fue una gran técnica: amaba los tejidos, especialmente los más innovadores. Fue la primera costurera que utilizó tejidos sintéticos, la primera en incorporar cremalleras de plástico en su trabajo. Su ambición era experimentar, desobedecer en todo lo posible: fabricación, forma, color, iconografía.

Así, la capa de lana basketweave que vemos en la presentación, decorada con miles de cuentas doradas, invoca su velo con capucha de 1938, pensado para asimilarse al cabello. También encontramos su cinta de medir, transformada en una versión exagerada y absolutamente sorprendente.

Algo que un atelier de costura puede hacer de forma única son los adornos, y estas piezas son deslumbrantes ejemplos del arte del bordado. «Siempre he admirado cómo Elsa bordaba las piezas», reconoce Roseberry. «Traté de evocar ese mismo espíritu en esta colección», sostiene. «Aquí, los bordados son tratados como decoración, casi como joyería. La mano del artesano que los creó está presente en todo momento. Se trata de un complemento de las propias siluetas, que guardan esa misma audacia», comunica.
Según el diseñador, la palabra «magia» se usa a menudo cuando hablamos de costura. Y es mágico. Pero, a su entender «detrás de eso está la mano humana y la dedicación humana». Por estas razones, esta colección es un tributo a la magia, pero sobre todo al trabajo que hay tras ella.









