Hay hitos que marcan época en la industria del lujo, y el de Louis Vuitton acaba de escribirse en letras rojas, literalmente, con su primera colección de maquillaje. La maison francesa, símbolo absoluto de la artesanía del viaje y del deseo fashionista, da un salto hacia el terreno de la belleza con La Beauté Louis Vuitton, una línea que convierte cada barra de labios, cada paleta de sombras y cada estuche en una pieza de colección. No hablamos de un simple complemento, sino de un nuevo lenguaje del lujo. Y lo hace de la mano de Pat McGrath, considerada la maquilladora más influyente del mundo, en un movimiento que reconfigura tanto la estrategia de la firma como el mapa de la cosmética de alta gama.
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La línea de maquillaje de Louis Vuitton
Si durante décadas Vuitton ha dominado el territorio de los accesorios y la moda, ahora busca conquistar también el ritual íntimo del maquillaje. Y lo hace con una propuesta que sorprende tanto por su ambición estética como por su precio: un labial ronda los 140 €, las paletas de sombras ascienden hasta los 250, y todo llega en versiones recargables, con fundas de cuero y estuches que parecen mini baúles. No se trata de un capricho efímero, sino de objetos concebidos para durar, con el mismo espíritu que una maleta o un bolso con monograma.
La colección arranca con 55 barras de labios, que van del rojo más emblemático a tonos nude sofisticados; 10 bálsamos con fórmulas tratantes a base de manteca de karité y ácido hialurónico; y 8 paletas de sombras que viajan de los neutros a los azules profundos. La gama viene acompañada de accesorios como estuches, fundas y brochas, diseñados por Konstantin Grcic, que rozan la categoría de arte objeto.

Un movimiento estratégico
El paso no es casual. Mientras que el grupo LVMH busca diversificar sus ingresos en un contexto de mercado cambiante, Vuitton aterriza en la belleza en el nivel más alto: no como un entry product para masificar la marca, sino como una reafirmación de lujo extremo. A diferencia de otras firmas de moda que han usado la cosmética como vía de acceso a nuevos consumidores, Vuitton ha optado por el camino contrario: mantener la exclusividad, incluso en un terreno que suele democratizar el lujo.
Los productos, además, son recargables. Una decisión que responde tanto a la conciencia medioambiental como a la estrategia de prolongar el vínculo con el consumidor: el objeto (la carcasa de cuero, la tapa metalizada con monograma) se conserva, mientras que el interior se renueva. Es sostenibilidad con sello de alta costura.

¿Un nuevo objeto de deseo?
La recepción ya ha sido intensa: hay expectación, hay debate por los precios, y hay coleccionistas que ya lo ven como la próxima pieza fetiche. Es probable que estos productos no conquisten los neceseres de todo el mundo, pero no es esa la intención.
El objetivo es claro: reforzar el aura de Vuitton y consolidar su posición como líder absoluto del lujo transversal, capaz de pasar de un baúl de viaje a un labial de culto sin perder un ápice de magnetismo.
