No todo el mundo puede convertir Venecia en el escenario de su boda. Pero Jeff Bezos sí. El fundador de Amazon, amante del espacio y de los gestos cargados de simbolismo, se casa un jueves de junio, en la ciudad de los canales, rodeado de 250 invitados, múltiples embarcaciones privadas y con su esposa enfundada en 27 vestidos diferentes. Un derroche de opulencia que ha dado la vuelta al mundo y que, aunque parece sacado de una película de Katherine Heigl, ha sido muy real.
Pero ¿qué significa realmente casarse un jueves? ¿Es sólo una extravagancia más al alcance de unos pocos, o se trata de una nueva forma de marcar territorio dentro del universo ultra high net worth? Hablamos con una wedding planner para que nos saque de dudas.
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Jeff Bezos se casa un jueves, en junio, en Venecia, ¿por qué?
«La clave no es el jueves en sí, sino el hecho de que toda la boda ocupa un fin de semana extendido que empieza el jueves. Eso es lo que realmente hacen los millonarios hoy en día: celebraciones de tres o cuatro días, con distintas localizaciones, códigos de vestimenta y experiencias a medida», explica Lucía Cuin, conocida como Querida Lu, una de las wedding planners más solicitadas del panorama español.
Elegir Venecia en junio, con la ciudad a pleno rendimiento turístico y con precios disparados, no es una decisión casual. Alquilar un palacio veneciano implica no sólo cerrar espacios históricos, trasladar a los invitados en lanchas privadas o competir con las mareas: es, sobre todo, una declaración de intenciones. Un modo de decir yo no hago colas, pero llevado al mundo nupcial.

En ese sentido, casarse un jueves (o empezar la boda en jueves) es el nuevo código silencioso del lujo discreto. Ya no se trata de gastar más dinero, sino de tener más poder: mover a decenas de invitados entre semana, hacer que se liberen de reuniones, agendas y compromisos… Eso sólo lo logra quien opera en su propio huso horario.
«Lo que realmente me ha sorprendido no es el número de invitados, que 200 o 250 hoy en día ya es algo bastante normal, sino que la novia lleve 27 vestidos. Eso tiene un impacto que va más allá de la boda en sí: afecta a la percepción de lo esperado para muchas otras novias», señala Lucía Cuin.
¿Inspiración o exceso?
La boda de Bezos se inscribe en una tendencia silenciosa pero clara: la de los vínculos ultraricos con las bodas como performance. Más allá del enlace, se trata de crear una experiencia visual y emocional que compita con cualquier gala del Met. Una estrategia que han seguido también Sofía Richie, Gwyneth Paltrow, Emily Ratajkowski o incluso miembros de la aristocracia como Beatrice Borromeo. Pero, ¿hasta qué punto es sano, o útil, convertir cada boda viral en una fuente de inspiración?
«Estamos sobreinformados por las redes sociales, y eso puede jugar en contra. Ésta no es una boda de la que tomar ejemplo. No podemos olvidar lo importante de ese día: celebrar el amor y el compromiso con familiares y amigos. No se trata de replicar una boda de 36 millones, sino de encontrar lo que te representa», insiste Cuin.

El verdadero lujo: saber lo que quieres
Si algo deja claro la experta es que el verdadero lujo no está en alquilar un palacio ni en acumular cambios de vestuario, sino en tener claridad. «Siempre digo lo mismo: hay que tener muy claro qué queremos, cuáles son nuestros gustos, y no dejarnos arrastrar ni por las tendencias ni por lo que vemos en otras bodas».
Porque al final, más allá del oro veneciano y las velas flotantes, lo que queda de una boda es el recuerdo. Y ese no tiene precio.