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Andrés Mariño: “Soy un diseñador que no puede permitirse sus propios muebles”

Andrés Mariño Maza
Andrés Mariño Maza / Foto: Instagram

Arquitecto y diseñador, no necesariamente en este orden. Andrés Mariño Maza (Madrid, 1986) tras pasar por varias constructoras se instaló en un taller en el centro de Madrid donde comenzó a trabajar, doblar y romper maderas hasta que consiguió el diseño de una mecedora de nogal americano y fresno –de ahí su tonalidad bicolor– y cuero de Ubrique que hoy comercializa en varios puntos del mundo, entre ellos, en la Galería de Rosanna Orlandi de Milán, una de las grandes damas del diseño actual a la que conoció en la Feria del Diseño de Londres hace algunos años.

En Madrid su mecedora Flect y su silla Nina & Beni se pueden comprar en Naharro Galería y en Bentley Madrid. Sin embargo, Mariño Maza confiesa que donde más vende sus muebles es en The Shop Beautiful Things de Amsterdam. “Los holandeses tienen un gran gusto por la cultura del diseño, sensibilidad y compromiso con la sostenibilidad y, además, tienen dinero para gastar. En España, por ejemplo, me cuesta bastante que comprendan o admiren el valor real de lo que hago”, apunta el arquitecto madrileño.

Silla con tapizado Bentley
Silla con tapizado Bentley / Foto: @AM

Pregunta.- Los arquitectos siempre terminan haciendo mobiliario, pero sobre todo sillas. ¿Es una obsesión colectiva?

Respuesta.- Bueno, a mí siempre me han gustado las sillas, pero, además, una silla es casi como una cápsula de arquitectura. No obstante, crear sillas no es nada fácil, tienes un montón de pautas que debes seguir porque, si no es así, no funcionan. Algo tan minúsculo como dos o tres centímetros puede conseguir que una silla no sea cómoda. Es un ejercicio de mucho detalle que da una satisfacción inmediata, no es como una casa que tienes que estar meses y con miles de follones. Y la inversión es menor, claro.

P.- Nace en Washington, vive y trabaja en Madrid. ¿Qué diferencia nota en ambos mercados laborales?

R.- Es diferente, allí en EEUU el arquitecto es un diseñador. Allí no firmas estructuras en general, es un trabajo distinto. No trabajé como arquitecto allí, así que me formé como arquitecto en España con el concepto de arquitectura que tenemos aquí.

Andrés Mariño: “Soy un diseñador que no puede permitirse sus propios muebles”
Mecedora Flect de Andrés Mariño. @AM

P.- ¿Y cuál es ese concepto?

R.- Pues un poco más sabelotodo, si me lo permites, el que firma todo y controlado todo. Desde la estructura, la obra, etc. Tú en EEUU sólo firmas el diseño. Se acabó.

P.- ¿Hace la parte más estética?

R.- Efectivamente.

P.- ¿A usted qué arquitecto le gusta ser?

R.- (Ríe) ¿Qué arquitecto me gustaría ser? Me preguntaría. Mi problema es que yo no he podido ser arquitecto, ahí está la respuesta. Nadie te financia nada, ¿cómo puedes demostrar a alguien que eres un buen arquitecto.

Andrés Mariño: “Soy un diseñador que no puede permitirse sus propios muebles”
Foto: @AM

P.-¿Sin que nadie le encargue nada?

R.- Claro, eso es. Yo no contrataría a un arquitecto joven.

P.- ¿No? ¿Y por qué?

R.- Porque es un oficio que se aprende con la edad, es un oficio de viejos, el que lleva 40 años en esto se las sabe todas. No sólo porque sabe más, sino porque, además, tiene toda la infraestructura montada con su estudio, aparejadores, todo el sistema conformado, etc. Con 22 años sales de la carrera, pero no puedes decir que sabes diseñar.

Andrés Mariño: “Soy un diseñador que no puede permitirse sus propios muebles”
Silla Nina & Beni de Andrés Mariño. @AM

P.- ¿Viene de familia de arquitectos?

R.- No.

P.- Entiendo que eso es un hándicap.

R.- Completamente. En la carrera te das cuenta de que los arquitectos que vienen de familia de arquitectos ya saben mucho más que tú. Lo han mamado y es una profesión que te empapa toda la vida.

P.- ¿Y los estudios?

R.- No, intenté no trabajar en estudios porque no hay una línea de ascenso clara y te maltratan un poco. He estado en constructoras y trabajé para Pladur haciendo trabajo de semimarketing; pero yo quería diseñar y nadie me iba a encargar una casa, así que me fui sin nada, monté un pequeño taller en el centro de Madrid y yo sólo me puse a experimentar con maderas, a doblar, a romper. Tenía ideas, pero no sabía hacia dónde iría. De este modo fue como desarrollé la mecedora y las sillas. Te confieso que los primeros años fueron duros.

Banqueta de Andrés Mariño Maza en Casa Decor
Banqueta de Andrés Mariño Maza en Casa Decor / Foto: @AM

P.- ¿Primero desarrolló la mecedora?

R.- Bueno, al mismo tiempo, las sillas fueron un encargo de unos amigos de mis padres.

P.- Así comienza mucha gente. El amigo del amigo, del amigo. Pero es lento.

R.- Mucho. En las ferias, por ejemplo, no ves recompensa a esa inversión hasta uno o dos años más tarde.

Silla
Foto: @AM

P.- Bien, en una de esas ferias la galerista italiana Rosanna Orlandi se interesa por sus diseños. ¿Cómo fue aquello?

R.- Fue en Londres, sí; pero piensa que desde esa feria hasta que expuse en Milán con ella pasaron tres años. Si te soy sincero, la verdad, no sabía ni quien era porque el mundo de la arquitectura lo conozco, pero el del diseño no lo conocía tanto. Apareció en el stand y me dijo: “Bambino, tú te vienes a mi galería a Milán”. Fotografié la tarjeta…

P.- ¿Cómo? ¿Sólo llevaba una tarjeta?

R.- Pues debe ser. Abrió el bolso, sacó la tarjeta y me dijo que le hiciera una foto. A todo esto, ¡seguía sin saber quién era! Se me acercó gente, me dio la enhorabuena y ahí fui consciente de la importancia de esa señora que llevaba todo un séquito a su alrededor. Me acababa de venir a ver la figura más importante del diseño y el interiorismo del mundo.

Andrés Mariño: “Soy un diseñador que no puede permitirse sus propios muebles”
Detalle de la mecedora Flect. @AM

P.- Y le escribes.

R.- Otra aventura, sí. Escribí a la semana, pero no me contestó.  Más tarde, escribí de nuevo y nada. Así que tras cuatro intentonas, mi mujer, que sabe hablar muy bien italiano, le escribió un mail largo ¡y sí que respondió! (Ríe) Esto era 2019, iba a ir a la Feria del Diseño de Milán en 2020 pero se canceló por el Covid-19 y ¡por fin hemos estado este año!

P.- ¿Qué le dirías a una persona que cree que el precio de una mecedora artesana como esta es desorbitado? Cuesta 7.000 euros.

R.- Creo que en este momento tenemos un problema con el valor que le damos a ciertas cosas. Cuando compras algo que no valoras, que es barato, las posibilidades de que tú lo tires a lo largo del año son enormes. Te compras una silla en Ikea y no durará más de tres o cuatro años, pero algo artesanal que tiene un valor y una historia detrás es súper ecológico porque lo hace muy heredable. En concreto, a mí las mecedoras me encantan porque son un objeto que une a generaciones, es algo dinámico que la gente quiere heredar, no sólo por el material, sino por el peso emocional que encierra.

P.- ¿Entonces?

R.- Entonces, lo que les diría es que yo no me puedo permitir mis propios muebles.

P.- Hombre, en su casa habrá muestras.

R.- Sí, tengo las tres primeras, pero no me puedo permitir una mecedora de 7.000 euros. Se trata de un mueble que se mueve entre arte y mobiliario. Ahí está la clave. Por una silla no pagas 2.000 euros porque es para sentarse, pero por un cuadro sí, ¿no? El hecho de dar utilidad a algo parece que le quita valor.

P.- Diría, no sé, que esa línea entre artesanía, arte y simple persona que soluciona una necesidad a la hora de diseñar se diluyó por completo con el movimiento de la Bauhaus.

R.- Es una apreciación interesante, sí. Lo que pasa es que cuando tienes un proceso industrial casi por ley de naturaleza tiende a ser más fácil, más barato y más sencillo de copiar, y eso está muy bien. Todo tiende a costar menos, llegar a más gente; pero el coste real de todo eso es que llega a haber porquerías por todas partes. Al final abaratas, abaratas, abaratas, y ese es el único incentivo en el producto, ya que acabas con una porquería hecha de plástico. El incentivo de los muebles que he creado no es abaratar, yo lo que quería era hacer la mecedora más guay del mundo.

Andrés Mariño: “Soy un diseñador que no puede permitirse sus propios muebles”
Detalle de la silla Nina & Beni de Andrés Mariño. @AM

P.- La gente se puede permitir sus muebles, además de dinero, claro, me temo que también requiere de una sensibilidad real para apreciar lo que está comprando. Es decir, a través de un tedioso proceso de prueba/error has llegado a dar con la fórmula de crear muebles en serie. Pongamos lo de “en serie” con muchas comillas, ¿vale?

R.-A ver, María, es que tampoco me puedo pasar de listo, no puedo decir que tardo dos años en hacer cada silla. Es que no es así, he dado con la fórmula, como dices, pero al final tengo que vender mis muebles.

P.- Tendrá que vivir de algo, sí.

R.-Exactamente.

P.- En el diseño, entonces, ¿vivimos tiempos de barniz?

Sí, y eso es lo contrario a lo que yo quería hacer. A mí me gusta la madera maciza, yo soy un evangelista de la madera, es el único material sostenible que hay, todo los demás que te quieran contar o te quieran vender no te lo creas. ¿El plástico? Es un material de alta tecnología, si quieres hacer una pieza quirúrgica, hazla; si quieres hacer la punta de tu nave espacial de plástico, hazla. Pero una silla es una burrada, hacer mobiliario de plástico es una burrada porque se trata de un problema global, es muy contaminante y en la producción necesitas una cantidad ingente de energía. Antes o después acabarán en el Pacífico o en un relleno en Malasia. La madera no, la madera es un material súper sostenible.

Silla
Foto: @AM

P.- Vende sus muebles en cuatro puntos del mundo, pero dice que en Holanda es donde más se venden. ¿A qué cree que es debido?

R.-Sí, con una diferencia abrumadora. Creo que es una sociedad donde hay un gran gusto por el diseño, algo que en España creo que ha desaparecido. Entre comillas, la gente de pasta en España es clásica y mis diseños son completamente modernos. La señora de 70 años de dinero quizá puede decir: mira como la silla Barcelona o como las sillas Thonet…

P.- Sí, pero ya se está yendo al contenido intelectual del diseño. Es decir, da por hecho de que hay conocimientos sobre esta disciplina y, bueno, no sé.

R.-Ya. Es que en Holanda y más concretamente en Ámsterdam, una ciudad vibrante y llena de gente joven con dinero. Tienen mucho gusto por la estética y compromiso con la sostenibilidad, pero también están dispuestos a gastarse el dinero. Son amantes del diseño y me doy cuenta de ello cuando hago la presentación de los muebles y hablo con la gente, enseguida se enteran de lo que hablo, aquí me pasa menos. El feedback es bueno, pero no percibo esa admiración por lo conseguido, por lo que presento, no sé, por el diseño. En Ámsterdam te preguntan por las Thonet, por la curvatura de los barcos, etc, y me digo: “Esta gente está muy enterada”.

Silla
Foto: @AM

P.- ¿Más mecedora o más silla?

R.-En Holanda la mecedora gusta mucho porque habla de sostenibilidad de otra forma: la madera es sostenible y es un objeto, además, de otro tiempo, que invita a ir a otra velocidad. Está completamente desenganchada del tren de la prisa en la que estamos.

P.- El concepto del slow design, ¿existe? ¿Es una realidad

R.-En Holanda, por ejemplo, sí que entienden qué es la sostenibilidad de verdad, se interesan por ello y por escuchar lo que hay que decir sobre ello. Quieren saber el modus operandi de la empresa y conocer lo que hay detrás del producto. Creo que el sector del diseño rápido –o fast design– ha creado mucha basura, tanta que no podríamos ni medirlo, ya que se producen cosas que se van a tirar a los tres años.

Silla Nina en Ash & Walnut
Silla Nina en Ash & Walnut / Foto @AM

¡Es incalculable el nivel de contaminación! Y de esto no se habla. No se habla de que todos queremos estar en la clase media pensando: “Es que esto me lo merezco”. Pero la realidad es que estamos creando un grave problema ambiental y social porque nos han hecho creer que todos, a precios muy bajos, podemos acceder a muebles de diseño y, además, que no tenemos que tener ninguna relación con el mueble. Es decir, salen y entran de tu vida con una facilidad pasmosa. Nadie le tiene cariño a un mueble de Ikea.

@MaríaVillardón