Hace más de 200 años que en un pequeño pueblo de Lugo, Cervo, el Marqués de Sargadelos, Antonio Raimundo Ibáñez, creó una pequeña fábrica de cerámica. Tenía un gusto muy refinado y ricos yacimientos de caolín cercanos. Fue el comienzo de un imperio, pero como todo imperio, tuvo sus luces y sombras.
Sargadelos es sinónimo de lujo, teniendo en cuenta el cariño, el mimo y la parte de la producción que es totalmente artesanal, podemos decir que son piezas casi hechas a mano en procesos de fabricación únicos. «Y para que eso se pueda comprobar, el acceso a nuestras fábricas es totalmente libre. Los visitantes, cuando ven la laboriosidad que requiere cada pieza, valoran mucho más nuestros productos», revela Segismundo García, CEO de la firma gallega.
La fábrica de Lugo, que hoy en día sigue en pie, se ha convertido en una de las más antiguas de Europa y la más veterana en España. Lo que hace tan valiosa la porcelana de Sargadelos es su colorido, su solera, sus clientes, y su idiosincrasia gallega. En definitiva, su calidad.
Sus típicas vajillas azules y blancas se han reinventado y actualmente son tesoros cada vez más cotizados. Una porcelana con solera que lleva siempre su inconfundible sello. «Yo creo que nos distingue sobre todo el diseño y la calidad. Dedicamos muchas horas y mucho esfuerzo para que cualquier objeto que lleve nuestra marca sea un referente de prestigio y buen hacer. Y, por supuesto, queremos ser dignos sucesores de los 200 años de historia que nos avalan«, explica García.
En sus orígenes en 1806, eran piezas blancas en su mayoría, hechas a mano. Hoy, dos siglos después y tras un período largo con los hornos apagados, las vajillas de Sargadelos están más vivas que nunca. Tanto que dan la vuelta al mundo.
Triunfaron en la reciente gala de los premios de la música MTV, en Nueva York. Donde se sirvió la cena preparada por el chef español José Andrés en fuentes de porcelana de origen gallego. «Que la gente use, se interese y valore nuestros artículos siempre es un motivo de satisfacción. Si, además, es en un acto social relevante por su prestigio, pues nos sentimos doblemente recompensados», dice el directivo y accionista de la compañía en una entrevista para COOLthelifestyle.
Pero la internacionalización de la casa, no es algo nuevo. Grandes artistas extranjeros inspiran las colecciones que salen las fábricas gallegas desde el siglo XIX. David Chipperfield, el genial arquitecto británico que ama y vive en Galicia, firma la última colección. Con gran éxito, por cierto. Es la más vendida en la megatienda de doscientos metros que Sargadelos tiene en el centro de Madrid.
Un poco de todo
Sargadelos llega al siglo XXI totalmente renovada, pero conservado la esencia original. Tras el reciente paso de Eva Cárdenas, ex directiva de Zara Home, por la firma como asesora, la porcelana gallega está más demanda que nunca.
«El fin fundamental de cualquier empresa es permanecer en el tiempo siendo útil para sus empleados, para la sociedad y para sus accionistas. Nuestra expansión está muy medida y estudiada. Queremos ser un referente global del diseño y de la calidad, pero conservando las esencias de vivir y fabricar en un pequeño pueblo de Galicia. Rehuimos los polígonos industriales. Desde que yo me hice cargo de la empresa procuramos mantener unas señas de identidad claras y definitorias». Así responde Segismundo García a la pregunta de si no teme perder la esencia de ser una fábrica de porcelana de una aldea de Lugo y convertirse en un imperio de corte industrial estricto.
Dos fábricas, una en Cervo y otra en Sada, con más de 150 trabajadores en plantilla, un nuevo propietario y la misma filosofía de siempre. Tradición y vanguardia van de la mano en todas y cada una de las piezas de cada nueva hornada. Y no sólo es porcelana. También hay velas, perfumes y textil : bolsos, manteles, pañoletas…
Es interesante hacer un poco de historia de esta legendaria empresa gallega que es una de la fábricas de porcelana más antigua de Europa. En el año 1849 unas mil familias trabajaban en la fábrica de Sargadelos. Era el comienzo de la primera época dorada de la compañía. La piezas empezaban a teñirse de azul y alcanzaron una calidad excelente.
Llegaron las vacas flacas y en 1875 la fábrica echó el cierre. Tras varios rescates, hoy día, ya es una empresa rentable. «Trabajamos día y noche para estar donde estamos. Y, la verdad, es una sensación muy reconfortante y motivadora», dice su director y dueño.
Las piezas hechas en relieve son las requieren más horas de trabajo y, por tanto, son las que tienen un precio más elevado de venta al público. Como todas las creaciones es proceso es largo y delicado: se diseñan, se moldean, se secan, se decoran y se cuecen como si un riquísimo pastel al horno se tratase.
Caolín, feldespato, cuarzo, agua, pigmentos naturales, pinceles para el barniz y mucho mimo. Se hacen las piezas en moldes artesanos uno a uno y se cuecen en el horno a más 1.000 grados de temperatura. Todo ello bajo la atenta mirada del hombre. Las piezas se supervisan al milímetro porque la calidad en Sargadelos no entiende de imperfecciones.
La historia y la tradición al servicio de la creatividad para alumbrar piezas con alma. Ese es el truco de esta centenaria firma. Piezas que crean emociones y que van más allá del valor de la pieza en sí. Cada molde de cada pieza es una escultura en yeso cincelada a mano que sirve de prototipo.
En Sargadelos, además, no solo se crean piezas con alma, exquisitas, donde se cuida hasta el más mínimo detalle, sino que también se persigue el cuidado del planeta. La producción se hace de la manera más sostenible posible. Importa el cómo se hace tanto como el qué se hace. Son piezas eternas, únicas, inimitables donde la vanguardia y la tradición forman una sólida pareja.
No hay una familia que no tenga una vajilla o un colgante de Sargadelos en toda Galicia. ¿Les gusta a los clientes no gallegos. ¿Qué sensación perciben de los compradores de fuera de Galicia? Compran por gusto, a simple vista, o por sentir de algo que emociona y llega al corazón, como hacemos los gallegos, preguntamos a su responsable durante la entrevista. «Efectivamente en Galicia, Sargadelos es algo más que una empresa, formamos parte de su historia y eso acrecienta nuestra responsabilidad y nuestro compromiso. Pero aspiramos a que ese reconocimiento se expanda, por eso abrimos tiendas, con un diseño muy cuidado, fuera de nuestra comunidad. La próxima, en San Sebastián en diciembre. La sensación que nos transmiten los clientes de fuera de Galicia y del extranjero es de que aprecian y valoran nuestra calidad y diseño», revela el CEO.
Es una fábrica de porcelana, pero también encierra algo más. Detrás de cada pieza hay una mirada cultural, artística, que intenta decir algo, y ese es el secreto de su encanto y de su misterio. «Cada uno de nuestros objetos lleva una hoja explicativa, en donde razonamos el por qué de ese diseño y el motivo o la cultura base de la que partimos en su desarrollo y elaboración. Por otro lado, disfrutamos con nuestro trabajo. Nuestras fábricas son lugar de encuentro de artistas y personas en general interesadas por el mundo del arte. Disponemos en cada una de nuestras dos factorías de sendos museos muy acreditados». Son palabras del ‘jefe’, quien cuenta que entre ellos se consideran ‘sargadelianos’, que «es una forma de ser en donde se valora más la creatividad y la fidelidad a unas esencias que el éxito inmediato».
«Estamos en un momento dulce. Nuestro trabajo es reconocido, sobre todo, por élites del mundo creativo y de la moda. Poco a poco, eso se va transmitiendo por toda la Sociedad, piensa García.
«Una buena comida servida en una vajilla de Sargadelos complace el paladar y la vista», bromea García. Y tiene razón. Sargadelos está de moda, no hay duda.