Hoy se celebran en Barcelona los Premios Princesa de Gerona 2025, un reconocimiento al talento joven que transforma el mundo desde la acción. Entre los galardonados, destaca Manuel Bouzas Barcala, arquitecto, docente y comisario, cuya visión del diseño como herramienta de cambio está redefiniendo la arquitectura contemporánea. A sus treinta y pocos años, este gallego inquieto, que divide su tiempo entre Galicia y Nueva York, ha demostrado que construir puede ser también un acto de conciencia, belleza y sostenibilidad. «Me mueve hacer algo que nadie haya hecho antes», dice. Y lo está logrando. Hoy hablamos con Manuel Bouzas, Premio Princesa de Gerona Arte 2025.
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Manuel Bouzas Barcala, Premio Princesa de Gerona de Arte 2025
Cuando a Manuel Bouzas Barcala le comunicaron que había sido elegido como Premio Princesa de Gerona de Arte 2025, su primera reacción fue de sorpresa. «Nunca piensas que vas a ser tú. El síndrome del impostor aflora. Y eso lo compartimos todos los premiados», confiesa el arquitecto gallego desde Barcelona, donde se celebra esta semana el acto oficial de entrega.
«Lo más bonito es que este premio es una apuesta por trayectorias que no han hecho más que comenzar. A diferencia del Princesa de Asturias, que celebra carreras consolidadas, éste es gasolina para seguir adelante».
Y gasolina, precisamente, es lo que parece tener de sobra. A sus treinta y pocos años, Bouzas se ha convertido en una figura destacada en la arquitectura contemporánea gracias a un enfoque que mezcla creatividad, sostenibilidad, territorio y pedagogía. Desde su estudio MB·AE (Manuel Bouzas Arquitectura Ecosistémica), su trabajo se mueve entre el diseño arquitectónico, la docencia y la curaduría, con proyectos que van desde instalaciones urbanas hasta el pabellón de España en la Bienal de Venecia.
«Tratar de empujar los límites de la disciplina, experimentar con materiales, cuestionar formatos, eso es lo que más me inspira»
«Me gusta pensar que lo que se premia es una actitud más que un proyecto concreto», reflexiona. «Soy muy curioso, me hago más preguntas que respuestas. Y me mueve siempre la idea de hacer algo que nadie ha hecho nunca antes. Tratar de empujar los límites de la disciplina, experimentar con materiales, cuestionar formatos, eso es lo que más me inspira».

La arquitectura como lenguaje del territorio
Que este año el galardón de arte haya recaído en un arquitecto que ejerce, no es anecdótico. «Dice mucho del momento que vive la arquitectura en España. Vuelve a ser relevante tras años de crisis del ladrillo. Se reconoce su poder transformador, su capacidad para hacer frente al cambio climático. La arquitectura es responsable de casi el 40% de las emisiones globales. Desde ahí estamos trabajando, y en España se están haciendo las cosas bien».
«Hay una voz propia española, muy reconocible fuera de nuestras fronteras»
En ese sentido, Bouzas defiende una arquitectura que hable el lenguaje del lugar: materiales de proximidad, técnicas tradicionales, respeto por el paisaje. «Todos conocemos el granito gallego, la piedra marés de Baleares, la madera vasca… Hay una voz propia española, muy reconocible fuera de nuestras fronteras. Frente a la arquitectura homogénea del siglo XX, acero, hormigón, vidrio, nosotros trabajamos con lo que tenemos al lado. Y eso es una alternativa radical para descarbonizar el sector».

«Hay pocas partes del mundo donde se produzca vivienda social de tanta calidad ambiental y social como en Cataluña o Baleares. Eso se está mirando con mucha admiración desde fuera»
Un enfoque que se refleja también en su compromiso con la vivienda social, un ámbito en el que España, dice, está marcando tendencia. «Hay pocas partes del mundo donde se produzca vivienda social de tanta calidad ambiental y social como en Cataluña o Baleares. Eso se está mirando con mucha admiración desde fuera».
Del aula al puente
Bouzas reparte su tiempo entre Galicia y Nueva York, donde es profesor en la Universidad de Cornell. «Todavía me siento un estudiante», dice con una sonrisa. «Me encanta dar clase, especialmente a los más jóvenes. La curva de aprendizaje en primer curso es altísima, y yo aprendo tanto como ellos. Me motiva pensar que puedo aportar algo a la nueva generación de diseñadores».

«A veces se prioriza lo político o lo teórico, y se olvida que nuestra responsabilidad final es construir»
Aun así, no pierde de vista la necesidad de una enseñanza más conectada con la realidad. «Cada línea que dibujamos tiene un impacto. En un bosque, en una cantera, en un ecosistema. A veces se prioriza lo político o lo teórico, y se olvida que nuestra responsabilidad final es construir. Hay que reconectar con el pensamiento técnico».
¿Y el futuro? Lo sueña en Pontevedra, su ciudad natal, pionera en movilidad peatonal. «Allí hay un espacio en medio del río Lérez, ahora ocupado por un parking del ayuntamiento. Siempre he imaginado convertirlo en la mejor plaza de la ciudad, flotando en el agua, donde ver la puesta de sol. Sería como diseñar el parque de mi barrio». También confiesa una fascinación por los puentes: «Me parece la máxima expresión de elegancia estructural. Unir A y B de la forma más delicada posible. Algún día me encantaría hacer uno».

Cuando se le pregunta por ciudades ejemplares, Bouzas no duda: «Pontevedra me parece el pasado y el futuro. Una ciudad austera, de proximidad, sin coches. Y también Barcelona, con su dinamismo, su red de infraestructuras, su calidad de vida. Tiene sus límites, como el problema de la vivienda, pero es un modelo a seguir».
«Los coches son la enfermedad del siglo XXI»
Porque para Bouzas la ciudad ideal es aquella que sabe leer los cambios que exige el presente. «Ya se están viendo transformaciones: frentes marítimos que se rediseñan ante la subida del nivel del mar, ríos que se descubren, parques que ayudan a combatir las olas de calor. Pero queda mucho por hacer. Y la movilidad es la gran tarea pendiente. Los coches son la enfermedad del siglo XXI».

«Una buena arquitectura es confortable, sostenible, bella y accesible. Es un puente entre lo que somos y lo que queremos ser»
En todo caso, su diagnóstico no es pesimista. Es el de alguien que cree firmemente en la capacidad de la arquitectura para mejorar la vida de las personas. «Una buena arquitectura es confortable, sostenible, bella y accesible. Es un puente entre lo que somos y lo que queremos ser».
Hoy, desde el escenario del Premio Princesa de Gerona, Manuel Bouzas Barcala reafirma ese compromiso. El de pensar, dibujar y construir con responsabilidad. Con el territorio. Con la gente. Con el futuro.
