Una casa de campo en Madrid llena de guiños al pasado con algún que otro caprichito. Un invernadero al más puro estilo british, un gym con máquinas de entrenamiento y pelotas de pilates en piel hechas a medida, una exquisita bodega con mostrador vintage, una pantalla de cine en el salón y una huerta con tomates y berenjenas son algunos de los imprescindibles en la nueva casa madrileña del interiorista de moda, Tristán Domecq.
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Una espléndida casa de corte herreriano, típica de los años 50, con un peculiar jardín, también diseñado por él mismo, en la que recibe a COOLthelifestyle. Vive en ella desde hace tres años y poco a poco va mejorándola. Lo último ha sido el gimnasio y la bodega. «Respeté al máximo el proyecto original y le di un cierto un aire a las casas de Palm Springs como se ve en las sillas del porche», cuenta el interiorista al describir su hogar. La jardinería también le encanta y de hecho se preparó a fondo para diseñar el jardín de su propia casa, y actualmente ya prepara proyectos de paisajismo para sus clientes. «No tenía ni idea y al principio tuve que estudiar y leer mucho para aprender de jardinería. Es lo que más esfuerzo me costó en esta obra», confiesa.
Le gusta especialmente crear espacios que parezca que no están diseñados por un profesional. «Cuando algo no me gusta y el cliente me pregunta, se lo digo», comenta Tristán. «La mezcla de los objetos decorativos más diversos es algo que siempre funciona. Hay que poner siempre alma en las casas, con piezas especiales, como por ejemplo un armario de tu abuela como tengo yo en mi vestíbulo, o una fuente de piedra de mercadillo que sirve de frutero como el que hay en la isla de mi cocina», cuenta mientras prepara un café que -por cierto- sirve en una delicada taza de porcelana. Una cocina que adora y en la que pasa muchas horas cocinando, entre otras cosas, las verduras de su propia huerta. «Me encanta recoger de la huerta mis hortalizas y prepararlas en el momento», revela.
Tristán Domecq dirige unos de los cien mejores estudios de interiorismo de España y huye de las tendencias. Crea y decora por puro instinto, no tiene formación como interiorista. «Pero sí tengo un gran equipo profesional en el estudio conmigo», comenta orgulloso mientras nos muestra su casa. Son ya diez años ejerciendo como interiorista, y reconoce que «no le gustaría dedicarse a otra cosa en la vida». «Según la época de tu vida, dice, te apetecen unas cosas u otras. Como en la moda. Un color u otro, por ejemplo». No dicta sentencias. Lo que sí tiene claro que nunca haría «es poner en un espacio una bombilla de bajo consumo blanca».
En la tienda/estudio de Tristán Domecq, en la madrileña calle Castelló, se realizan proyectos a medida y se venden también diseños propios, como la mesa ‘Mahón’, una pieza convertida en superventas, de la que Tristán se siente muy orgulloso y que nos enseña en su salón como puede verse en la foto superior.
«La cocina es con aire antiguo, pero nueva, igual que el gimnasio», precisa. «Ese es precisamente el efecto que busco, que parezca que lleva aquí toda la vida». «A la bodega y al gimnasio bajo todos los días unos 15 minutos, sólo a contemplarlos», cuenta Domecq satisfecho de las dos nuevas estancias que acaba de estrenar en su propio hogar. Está emocionado y no lo oculta. Disfruta con su nueva casa. Dice que está feliz. «Antes me cambiaba de casa cada año, y ahora espero no mudarme de esta casa a corto plazo», confiesa.
Con 40 años recién cumplidos atraviesa un un gran momento. Autodidacta, la historia de Tristán Domecq como interiorista comienza cuando dejó de trabajar en el grupo Inditex -como vendedor en Zara y Uterqüe- para hacer lo que realmente le apasionaba: hacer obras, proyectos de interiorismo y de decoración. Y tras tomarse un periodo de reflexión, se lanzó a la aventura y acertó. Diez años después de aventurarse con su primera obra, de su propia casa, hoy en día tiene su propio estudio/tienda y un suculento equipo bajo su mando. «Mi sueño a corto plazo es tener y decorar mi propio hotel», revela durante esta entrevista en su jardín madrileño, donde recibe a COOLthelifestyle.
Además de buen gusto, Tristán Domecq es de buen carácter: educado, alegre, con temple y muy amable. «Trabajar y trabajar», esa es la clave del éxito, confiesa. En su casa se siente cómodo y no lo disimula. «Por primera vez en mucho tiempo no siento necesidad de mudarme», reconoce de nuevo mientras confiesa que la mesa del porche se la regaló su abuela.
Sin pudor, Tristán Domecq confiesa que cree que quizás tuvo un golpe de suerte en 2012. Fue entonces cuando decoró su propia vivienda, un piso en el centro de Madrid, y la dejó tan bonita que la vendió muy rápidamente. Más rápido de lo que había imaginado. Y así empezó todo, con esa financiación: montó un equipo y una creó una empresa de arquitectura de interiores. «La linea editorial del estudio la llevo yo, pero con arquitectos y decoradores profesionales que ejecutan los proyectos», aclara.
¿Cómo vive en su casa? Es la primera pregunta que hace siempre al cliente antes de empezar un proyecto. «Porque el estilo de vida influye mucho en la decoración de una vivienda». ¿Decorar es caro?, le preguntamos, «depende». Da una respuesta ‘a la gallega’. La mitad de la familia de Tristán es de Galicia. «El mobiliario no es barato, pero hay que pensar que es algo muy duradero, una pieza que elijas para tener en tu propia casa te va a durar 20 años, al menos» precisa.
Dirige su gran empresa de interiorismo: diseñan desde bodegas, pasando por restaurantes, hasta domicilios particulares. Le va viento en popa y -dice- que nunca acepta trabajos si cree que no «puede cumplir los plazos de entrega» porque «no le gusta hacer esperar a los clientes».
La madera, el hierro, la piedra y las plantas son imprescindibles para sus espacios. Y siempre apuesta por los materiales nobles. Su gran virtud es su capacidad de aprendizaje. «No sabía nada de jardines, ni de vinos… pero, lo que desconozco lo investigo comprándome libros y lo estudio para llegar a saberlo», confiesa Domecq satisfecho de sus esfuerzos y sus logros.
Sus trabajos son decoraciones atemporales, elegantes y algo desenfadadas. Suele combinar piezas y materiales de distintas épocas y texturas. Por ejemplo, una alfombra de Marruecos con cerámica comprada en El Rastro de Madrid y con un mueble centenario heredado de su abuela, como el que luce en el vestíbulo de su propia casa.
Le gusta buscar siempre la luz natural y – si es posible- ver el jardín desde el interior a través de los amplios ventanales. Una receta que nunca le falla y que, como hemos visto, aplica a la perfección en su casa de campo madrileña.