Anna Wintour, la imponente figura que ha regido Vogue desde 1988, anunciaba ayer su retirada como editora en jefe de la edición estadounidense, cerrando un capítulo de 37 años marcado por portadas revolucionarias, Met Galas legendarias y una influencia cultural sin precedentes.
Su marcha es la oportunidad perfecta para adentrarnos en su íntimo refugio en el campo: una preciosa casa de verano en Long Island que combina historia, estilo y personalidad a partes iguales.
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La acogedora casa de campo de Anna Wintour
La residencia se encuentra en Mastic, junto al río Forge, tras una larga entrada privada de grava en una finca de unas 42 acres.
El núcleo es una antigua casa de campo de madera del siglo XIX, el núcleo principal data de 1834, a la que Anna y sus diseñadores han añadido estructuras con una sensibilidad impecable.

Originalmente, el interior era difícil, aunque grandioso: doce habitaciones angostas, una recepción de proporciones confusas, un césped que caía hacia un río con aguas hermosas a la vista pero tóxicas a todo lo demás y veinticinco acres de árboles con ciervos. Un proyecto complejo, sí, pero también una obra maestra en manos de Wintour.
El estudio Carrier & Company asumió la transformación, consiguiendo una fusión entre lo rústico y lo refinado.

En su salón rezuma elegancia discreta: suelos de madera natural, muebles atemporales en tonos neutros, telas de algodón y lino, alfombras de sisal y una iluminación cálida que evoca un retiro artístico lleno de buenas ideas.
Los espacios, sencillos pero imponentes, están decorados con contrastes bien pensados: pinturas de gran formato junto a muebles antiguos; lámparas contemporáneas suspendidas sobre mesas desgastadas. ¿Resultado? Un equilibrio perfecto entre modernidad y tradición.

El exterior no es menos impresionante. La topógrafa Miranda Brooks, amiga cercana y paisajista, configura un ambiente relajado pero estructurado.
Los senderos serpentean entre cipreses, arbustos en flor (peonías, alhelíes, baptisia) y enredaderas que cubren pérgolas con gracia. Cada vista desde la casa está pensada como un cuadro viviente: orden aparente y belleza natural en perfecta armonía.

Detalles que hacen leyenda
- Elementos sorpresa: Wintour, amante del teatro y la sorpresa, recuerda haber hallado una enorme rueda de agua de madera en la entrada, un detalle misterioso que añadió carácter al lugar .
- Materiales auténticos: el uso de zinc envejecido, madera recuperada y telas de calidad proveen a la casa un sentido de historia y atemporalidad .

- Estética perfectamente imperfecta: el diseño aspira a un resultado armónico pero sin rigidez, con muebles casuales y espacios que invitan a disfrutar sin miedo al uso diario .
Al igual que su carrera en Vogue, esta casa es una combinación de imagen y sustancia. Aquí, Anna Wintour se rodea de una estética serena y funcional, un contraste con su fama de exigente en la redacción. Apenas unas botas, un chaleco y un café en mano eran suficientes para explorar los jardines antes de regresar al despacho del fashion empire.

Un cierre con estilo
La temporada de transición coincide con su retirada: Anna deja su cargo en Vogue EE.UU., aunque permanecerá como directora global de contenido en Condé Nast, supervisando Vogue Internacional y otros títulos como Vanity Fair y GQ.
Mientras una nueva figura toma el relevo en la edición norteamericana, Wintour seguirá al timón global, un movimiento planeado y elegante, como su propia mansión.
