Si normalmente te llevas la mano al trapecio y ejerces presión con los dedos y mientras giras el cuello hacia el otro lado. O, al levantarte de la cama, te quedas sentado en el borde y haces movimientos con el cuello de izquierda a derecha, de arriba a abajo hasta destrabas la zona. Cuidado, puede ser consecuencia de un dolor cervical y, aunque generalmente se entiende como cosa de un momento, una exposición prolongada puede derivar en graves consecuencias para la salud física y mental.
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¿Qué es el dolor cervical?
Un dolor de espalda no es un dolor cervical. Por eso, para entender sus causas y sus posibles consecuencias, el primer paso es saber detectar el punto de molestia. Cuando hablamos de dolor cervical hacemos referencia a un dolor en la parte superior del cuello. Más específicamente, este dolor se localiza en la parte de la columna cervical, que se extiende desde la base del cráneo hasta la parte superior de la columna torácica, abarcando los siete primeros huesos de la columna vertebral.

Normalmente se detecta como un dolor muy agudo en la parte posterior del cuello. En los peores casos, el dolor puede descender al área de los hombros y la espalda, extendiéndose a los trapecios y los omóplatos. Incluso puede llegar este dolor a la cabeza o, en caso de compresión nerviosa, a los brazos y las manos.

¿Cuáles son las causas del dolor cervical?
No se puede señalar una única causa o un origen específico que provoque el dolor de cervicales. Esta patología puede darse de diversas maneras e, incluso, ser consecuencia de enfermedades de la columna vertebral o enfermedades inflamatorias. Si detectas un dolor cervical agudo, lo primero será acudir al médico para que realice las pruebas requeridas y así poder descartar posibles patologías graves.
Si profundizamos en las causas musculares o posturales, una de las más comunes es cuando el dolor de cervicales aparece como consecuencia de un accidente, una caída o un golpe fuerte en esta zona. También puede ser consecuencia de un latigazo vertical, un dolor punzante muy fuerte que ocurre cuando se realiza un movimiento rápido con el cuello, pudiendo dañar los músculos del cuello.
Cabe destacar que el dolor cervical también aparece a través de acciones que llevamos a cabo en el día a día, malos hábitos que maltratan la postura y que intensifican la sobrecarga de estas zonas. Uno de los más comunes es el sedentarismo y adquirir una mala postura en la zona de trabajo, cuando el ordenador no se encuentra a la altura de los ojos y obligamos al cuello a mantener una postura «antinatural» durante varias horas.

Cómo dormimos influye de forma directa en la forma en la que descansan nuestros músculos. Una mala postura, la elección de un mal colchón o una almohada que no se adapte a las necesidades musculares de cada uno serán un factor que potencie la sobrecarga muscular.
¿Cómo puede afectar un dolor cervical a nuestra salud?
Dolencias crónicas
El dolor cervical es una patología que afecta directamente al desempeño que tenemos en nuestro día a día. En las ocasiones en las que este dolor se vuelve crónico, sus dolencias pueden acarrear dolores musculares constantes y pérdida de fuerza. Además, actividades del día a día se verán afectada por las consecuencias del dolor muscular y el debilitamiento de los mismos.
Mareos y fuerte dolor de cabeza
Como hemos mencionado, el dolor de cervicales puede extenderse por diferentes áreas. Cuando este asciende a la zona del cráneo, provoca cefalea, más conocido como dolor de cabeza, pudiendo derivar en cefalea tensional (dolor de cabeza opresivo). Entre las consecuencias más comunes del dolor de cabeza podemos encontrar los mareos, la pérdida de equilibrio y la sensación de aumento de la presión en la cabeza.
Rigidez muscular
En las ocasiones en las que el dolor cervical desciende hacia los brazos, este puede ser consecuencia de un entumecimiento nervioso. En ese caso, los síntomas más comunes son hormigueo y debilitamiento de esta zona, que puede descender hasta las manos y los dedos.
Estado de ánimo
Todas las dolencias a largo plazo afectan a cómo nos sentimos, a la forma de interactuar y, con ello, a la salud mental. La irritabilidad y el bajo estado de ánimo son una consecuencia directa de ese estado. A todo ello, se suma la falta de concentración y la falta de proactividad del día a día. Que en ocasiones puede derivar en ansiedad o estrés por una exposición continua a este tipo de dolencias. Algo que incrementa más la patología, puesto que una de las consecuencias de la ansiedad es que esta se acumula en la zona baja del cuello.