Anna Castells, científica: «Un virus intestinal podría estar detrás de la adicción a la comida»
Tratar la depresión desde el intestino suena, como mínimo, sorprendente. Pero es justo el eje de la investigación que desarrolla Anna Castells desde el Instituto de Investigación Biomédica de Gerona (IDIBGI). Esta joven científica estudia cómo los microorganismos que habitan en nuestro intestino (la microbiota) pueden influir en nuestro cerebro y en trastornos como la depresión, e incluso en conductas como la adicción a la comida. Su trabajo riguroso, innovador y profundamente humano la ha convertido en una de las cinco ganadoras de la 19ª edición de los Premios L’Oréal-UNESCO For Women in Science en España, que este 2025 celebra su 25º aniversario en el Teatro Real de Madrid.
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El galardón, promovido por la Fundación L’Oréal y la UNESCO, es uno de los más importantes del mundo dedicados a la promoción de la mujer en la investigación. Y no es un detalle menor: a día de hoy, solo el 33,3 % del personal investigador a nivel mundial son mujeres, y la cifra disminuye aún más cuando hablamos de puestos de liderazgo. Por eso, este reconocimiento no es sólo un premio: es una plataforma, una visibilidad ganada y un impulso que permite a científicas como Anna seguir abriendo caminos.
«Es un orgullo recibir este premio, pero también una gran responsabilidad. Todavía somos pocas las mujeres en ciencia, y es fundamental que se escuche nuestra voz y se reconozca nuestro trabajo», afirma Castells.
Microbiota, dopamina y depresión
Lo que investiga Anna Castells no es sólo ciencia básica: es una nueva manera de mirar los trastornos mentales desde un enfoque multidisciplinar. Su línea de trabajo se centra en identificar compuestos generados por bacterias intestinales que puedan estar influyendo en el sistema nervioso central. El objetivo: diseñar tratamientos innovadores, basados en pre-, pro- y postbióticos, para prevenir o reducir los síntomas depresivos.
«La presencia de este virus regulaba vías metabólicas relacionadas con la dopamina, el neurotransmisor del placer… y podría estar relacionado con la adicción a la comida»
Uno de sus descubrimientos más recientes ha generado especial interés: un tipo de virus que infecta bacterias del intestino (bacteriófagos) y que podría estar relacionado con la adicción a la comida.
«Es uno de nuestros estudios más recientes, publicado a finales del año pasado. Vimos que la presencia de este virus regulaba vías metabólicas relacionadas con la dopamina, el neurotransmisor del placer, y provocaba cambios en el cerebro», explica y añade: «Se parece mucho a las adicciones, de consumo de alcohol, por ejemplo, y tiene a ver con los circuitos de recompensa en en el cerebro, como he dicho, la dopamina». No es un virus que infecte a personas, sino a bacterias del microbioma. Pero al alterar la composición bacteriana, influye en cómo funciona el sistema digestivo y, en consecuencia, el cerebro.
La relación entre salud intestinal y salud mental no es nueva, pero gracias a tecnologías avanzadas como la metabolómica (capaz de analizar los compuestos que circulan por nuestra sangre), su campo de investigación está entrando en una nueva era.
«Estamos descubriendo metabolitos que nunca se habían estudiado, y que podrían tener un papel clave en la regulación emocional. La microbiota tiene más genes que nosotros, puede generar compuestos que ni imaginamos, y algunos de ellos viajan hasta el cerebro y modulan su actividad», explica.
«Más que alimentos concretos, hablaría de patrones dietéticos. La dieta mediterránea, la de toda la vida, es una de las mejores formas de cuidar nuestra microbiota»
La investigación de Castells también invita a repensar nuestra forma de alimentarnos. Si lo que comemos afecta directamente a la salud de nuestra microbiota, y esta a su vez impacta en nuestro cerebro, ¿podemos influir en nuestro estado de ánimo desde la mesa?
«Más que alimentos concretos, hablaría de patrones dietéticos. La dieta mediterránea, la de toda la vida, es una de las mejores formas de cuidar nuestra microbiota. Comer fibra, variado, evitar ultraprocesados… todo eso genera un entorno intestinal más saludable, que ayuda a prevenir la inflamación crónica y, con ello, también ciertos trastornos mentales”, comenta. También ve con buenos ojos el auge de alimentos fermentados como el kéfir o la kombucha, aunque con sentido común:
«Sí, pueden ser beneficiosos, pero siempre en el contexto de una dieta equilibrada. No hay un alimento milagroso, lo importante es la variedad», insiste.
«Con el tiempo he visto que un psiquiatra debería trabajar mano a mano con un nutricionista»
Más allá de los laboratorios, Anna defiende la necesidad de un enfoque más integral a la hora de tratar trastornos como la depresión.
Hoy sabemos que la microbiota tiene mucho que ver con la salud mental, y a veces los profesionales no tienen esa formación. Deberíamos ofrecer más formación, más charlas, más colaboración interdisciplinar», propone.
El cambio de paradigma, según Castells, ya está en marcha. Y este tipo de premios ayudan a visibilizarlo. «Siempre se ha dicho que somos lo que comemos. Pero ahora la ciencia lo está demostrando con datos», afirma con convicción.
Un premio con futuro
En la gala del Teatro Real también fueron premiadas otras cuatro científicas brillantes: Alejandra González, Carolina Villarroya, Isabel Abádanes y Marta Pina, cuyas investigaciones abordan desde la lucha contra el cáncer hasta el origen evolutivo de los primates. Todas ellas forman parte de una generación de investigadoras decididas a romper techos de cristal en laboratorios que durante décadas fueron territorio masculino.
Los Premios L’Oréal-UNESCO For Women in Science, creados hace más de dos décadas, han apoyado a más de 4.400 científicas en más de 110 países. En su edición española, además del respaldo económico (25.000 € por proyecto), el premio ofrece visibilidad y legitimidad a mujeres que, como Anna Castells, están abriendo nuevas vías para entender el cuerpo humano y cuidar la salud mental desde perspectivas impensables hace solo unos años. Porque la ciencia no solo necesita más talento: necesita también nuevas preguntas. Y mujeres como Anna están formulando muchas de ellas.