Hace algo más de una década, el rugido de un monoplaza de Fórmula 1 se enfrentó al estruendo de un caza militar en una pista australiana. En 2014, en un evento que parecía sacado de una superproducción de Hollywood (bien podría figurar en la próxima película de Brad Pitt sobre F1), el carismático Daniel Ricciardo protagonizó una de las pruebas más impactantes de velocidad y potencia jamás vistas: una carrera drag entre su Red Bull RB10 y un F/A‑18 Hornet de la Real Fuerza Aérea Australiana. Once años después, recordamos cómo ocurrió esta colisión de titanes que desdibujó los límites entre el asfalto y el cielo, y el coste millonario que supuso.
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Organizar un evento de esta magnitud exigió asegurar una pista militar, coordinar al caza Hornet (capaz de 2.000 km/h), disponer del piloto RAAF y contar con todos los seguros y permisos. Aunque no se han divulgado las cifras, eventos similares de Red Bull suelen implicar contratos de varios cientos de miles de euros, dependiendo del lugar, medios y logística.
Para ponerlo en contexto, sólo mantener un equipo de F1 cuesta más de 230 millones de euros al año, con gastos diarios de unos 5–20 millones € en concepto de equipos, pilotos, logística y patrocinio. Esta carrera no fue un capricho, sino una jugada calculada de marketing de lujo, dirigida a audiencias VIP y a los medios globales, con un impacto que difícilmente logra un anuncio tradicional.
El escenario: velocidad pura en la pista
La pista de RAAF Williamtown, en Nueva Gales del Sur (Australia) fue el escenario perfecto para esta carrera de alta velocidad. Con una pista lo suficientemente larga para permitir tanto el despegue de un jet de combate como el arranque explosivo de un coche de F1, la tensión se palpaba en el aire desde el primer segundo. Por un lado, el RB7 de Red Bull Racing y, al otro, el F/A-18 Hornet, un avión de combate bimotor que puede alcanzar velocidades de hasta Mach 1.8 (alrededor de 2.200 km/h).
«No todos los días te enfrentas a un avión de combate. Estoy acostumbrado a correr contra pilotos, no contra pilotos de caza», bromeó Daniel Ricciardo antes del desafío.

El duelo: rugidos, humo y adrenalina
Ricciardo, con su Fórmula 1, tomó una clara ventaja en los primeros 300 metros. El coche, con una aceleración brutal de 0 a 100 km/h en apenas 2,5 segundos, mostró por qué es uno de los vehículos más veloces del planeta en tracción a ras del suelo. La tracción del monoplaza y su aerodinámica precisa lo hicieron volar sobre el asfalto.
Pero, justo cuando parecía que Ricciardo mantendría la ventaja, el F/A-18 Hornet comenzó a desplegar su verdadera potencia. Con un rugido atronador, el jet activó los postquemadores y, en cuestión de segundos, lo superó con una velocidad ascendente y una fuerza que parecía desafiar la lógica. El avión no sólo alcanzó al monoplaza: despegó verticalmente, desapareciendo en el cielo azul en un espectáculo visual que dejó a todos sin aliento.

El resultado: todos ganan
Aunque el Hornet terminó dominando la carrera en términos de velocidad final, el RB7 y Ricciardo no se quedaron atrás. El F1 demostró una aceleración explosiva que pocos vehículos pueden igualar. Fue un duelo épico: potencia terrestre vs. poder aéreo.
«Fue increíble. Pude sentir la vibración del Hornet incluso antes de que arrancáramos. Y verlo pasar a mi lado y luego elevarse como si nada… eso es otro nivel. ¡Increíble!», dijo Daniel Ricciardo tras la carrera.
