Fernando Alonso y Ferrari forman una combinación que va mucho más allá de la Fórmula 1. Es una relación cargada de historia, pasión y pequeños guiños que el piloto asturiano se encarga de alimentar con el paso del tiempo. El último episodio de esta historia se ha escrito en las calles de Mónaco, donde Alonso ha reaparecido al volante de un Ferrari 512 TR, un icono de los años noventa.
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A simple vista, podría parecer un número cualquiera, pero para los aficionados más fieles no hay nada casual. El 14 es el dorsal que ha acompañado a Alonso durante toda su carrera, y el 33 representa esa ansiada victoria número 33 que España lleva esperando desde hace más de una década. Con este detalle, el bicampeón del mundo vuelve a demostrar que sigue creyendo, soñando y lanzando señales a quienes no han dejado de confiar en él. No es la primera vez que Alonso juega con este tipo de referencias, auténticos «huevos de pascua» que convierten cada aparición pública en un mensaje cargado de simbolismo.

El protagonista de esta historia es el Ferrari 512 TR, heredero directo del legendario Testarossa. Diseñado por Pininfarina, mantiene las líneas agresivas y las icónicas tomas laterales que marcaron una época, pero con un refinamiento técnico que lo convirtió en uno de los grandes superdeportivos de su tiempo. Bajo el capó esconde un motor V12 atmosférico de 5.0 litros, capaz de entregar 428 caballos de potencia, acelerar de 0 a 100 km/h en 4,8 segundos y rozar los 314 km/h de velocidad punta. Un coche que no solo se admira parado, sino que se disfruta conduciendo, algo que Alonso ha dejado claro al pasearlo por el Principado.

Más allá de este 512 TR, el garaje personal de Fernando Alonso es digno de un museo privado. A lo largo de los años ha tenido varios Ferrari de ensueño, como el exclusivo Ferrari Enzo, que llegó a vender en subasta, o el espectacular LaFerrari, con el que se le ha visto en más de una ocasión. A estos se suman otras joyas como el Aston Martin Valkyrie, el Mercedes SLR McLaren 722 Edition o el Nissan NSX, reflejo de un gusto exquisito por la ingeniería y la historia del automóvil. Y si hablamos de Ferrari y Alonso, es imposible no mencionar su museo en Asturias, donde se exhiben auténticas piezas históricas del Cavallino Rampante, como el Ferrari 166 MM Barchetta de 1949 o el Ferrari 312 T2 de Fórmula 1, símbolos del legado y la pasión que el piloto quiere compartir con el público.
El Ferrari 512 TR que ahora conduce Alonso no es sólo un coche clásico valorado en torno al medio millón. Es una declaración de intenciones, un puente entre el pasado glorioso del automovilismo y un presente en el que el asturiano sigue soñando con nuevas victorias. Porque mientras haya un Ferrari, una carretera y un número 33 en el horizonte, Fernando Alonso nunca dejará de creer.
