Si algo tiene el verano es su capacidad de ceder a la improvisación y a los viajes express. Un modo de viaje que, entre otras cosas, está en alza y ya ha ganado su propia nomenclatura: microturismo. El caso es que haciendo acopio de las tendencias, las playas, la gastronomía y el ambiente de todos los puntos de España, hemos sacado cuál es el mejor destino para una de estas escapadas. Ni más ni menos que Mallorca, la isla mayor de las Baleares. Y es que en solo 24 horas su capital, Palma, es capaz de ofrecer a los viajeros el plan perfecto: te lo enseñamos.
- Microturismo: la tendencia de viajes exprés que conquistan a ‘celebs’ como Richard Gere
- Desde Es Fum hasta Botànic: los restaurantes de Mallorca que no te puedes perder
¿Dónde dormir?
Tenemos solo 24 horas para exprimir al máximo el encanto de esta ciudad, por lo que el alojamiento es un aspecto clave para poder sacar el máximo partido a la estancia. Un lugar estratégico es Son Molí Country House, a solo 10 minutos en coche del aeropuerto y a poco menos de 15 minutos de la ciudad. Perfecto para quienes buscan un lugar alejado del bullicio urbano y que apenas hace un mes abrió sus puertas.

Ubicado en un antiguo molino y con la intimidad de un hotel de sólo 22 habitaciones, en el interior de Son Molí confluyen la arquitectura local y la estética vintage que adorna cada una de sus estancias. Además del encanto de las zonas exteriores, cuenta con una piscina salada y una pista de tenis.
En el centro de Palma también hay diferentes alternativas, más urbanas, que no pierden el encanto. Albergando el mayor jardín interior de la ciudad encontramos Can Bordoy. Otro de esos edificios con encanto e historia del centro de la ciudad, que encarna el espíritu vanguardista que baña a la ciudad, encapsulado en una casa señorial del Siglo XVI, que en 1894 fue adquirida por Francisco Bordoy Rullán.

También Sant Francesc Hotel Singular, otro de los enclaves turísticos de Palma en el que todo responde a los requerimientos de los huéspedes más exigentes. Partiendo por su ubicación: llevó cinco años elegir el hotel hasta que se toparon con una vivienda a la venta en plena plaza de San Francesc. Pero si hay algo aclamado por los clientes es la espectacular piscina en la azotea, con una panorámica 360º de la ciudad y un edén para superar las noches de verano.

¿Qué ver?
Este verano, Mallorca tiene una novedad. Su Catedbral, una de las visitas por antonomasia para todos aquellos que pisan la ciudad, ha retomado las visitas a su terraza. Entre los arcos y con espectaculares vistas a todos los puntos de la ciudad, incluido el puerto y otras edificaciones icónicas de la ciudad como son el Castillo de Bellver o el . Estas visitas podrán realizarse de lunes a viernes, de 10:00 a 16:30, y los sábados de 10:00 a 13:30, con un precio de 25 euros.

También paseando entre el casco histórico, la riqueza de sus calles se vuelve una atracción turística en sí. Donde la arquitectura encuentra cada etapa a través de sus calles. Pudiendo ver como el gótico toma algunos de sus edificios más representativos, como el Palau Reial de l’Almudaina.

Mientras que el modernismo de Gaudí en el esquinazo de la Plaza Weyler, con el edificio del CaixaForum y uno de los más emblemáticos de la Plaça del Mercat. Situado en el número 11 encontramos Can Casasayas, un magnífico edificio proyectado por los arquitectos mallorquines Francisco (Francesc) Roca i Simó, con la obra dirigida por Guillem Reynés i Font, entre los años 1908 y 1911 y que replica el estilo modernista del arquitecto.

Para los amantes del arte, la ruta continúa por el edificio Casal solleric y el Carrer de Sant Feliu. Más conocida como la calle de las galerías de arte, acoge el centro neurálgico de los espacios de Gerhardt Braun. Y un rincón muy especial al paso por el número 17, donde unas antiguas caballerizas hoy albergan diferentes talleres de artesanos.

Siguiendo el paseo y a solo tres minutos andando, encontramos una ruta por los sentidos en Arquinesia Perfumes. El bajo de una casa situada en el Carrer de Sant Gaietà, 6 da cobijo a una tienda de perfumes artesanales. Con una decoración y un patio interior que bien merece la pena pararse a visitar por albergar una colección de objetos tradicionales de la vivienda original.

¿Dónde comer?
Elegir dónde comer en Palma de Mallorca es una misión sencilla, ya que pocas pegas le podemos sacar a la gastronomía local. Pero hay lugares en los que sí o sí debe hacerse una parada. El primero es el Bar Bosch y su espectacular terraza, la más grande que se observa al entrar en la plaza del Rei Joan Carles I.

No hay local que no te vaya a recomendar ir a primera hora para tomar unos llonguet, un panecito tradicional, con una hendidura en medio, al que «todo le queda bien», afirma la crítica. Pero también por las tardes, las tapas de su barra son un motivo para hacer una parada en este sitio. Así que, bien sea en frío o en caliente, este es uno de los desayunos que no pueden faltar. Un detalle a conocer es que a las anteriores generaciones se les llamaba llonguets por este pan.
Al igual que tampoco puedes ir a Palma de Mallorca y salir sin probar la ensaimada de Can Joan de S’aigo, y sus helados (los favoritos de la Reina Sofía). Hay tres en Palma, si bien merece la pena entrar al primero que abrió sus puertas en la calle Sanç, 10, desde el año 1977, y conserva todos los detalles del primer local que se abrió en 1700.

A la hora de comer, el chef Andrés Benítez propone en Botánic una experiencia gastronómica única en Palma, en la que la verdura se convierte en la protagonista de la experiencia. Y es que en sus cocinas la proteína pasa a entenderse «como el acompañante de la verdura», nos contaba mientras desfilaban las elaboraciones. Claro que pocas recomendaciones de platos pueden hacerse, porque el hecho de que sus cocinas trabajen productos de temporada hace que cada experiencia sea única y diferente a la anterior.

Este restaurante se encuentra dentro de Can Bordoy, por lo que es una excelente opción tanto para quienes eligen este establecimiento como para quienes quieren disfrutar de un buen menú en Palma.
Y para cerrar el día, nada como darse un capricho en una de esas embajadas gastronómicas en las que la crítica y la guía Michelin coinciden en recomendar. Se trata de Adrián Quetglas (1 estrella Michelin) y se encuentra en el número 20 del Paseo de Mallorca.

Lo mejor: probar su menú degustación y el cruce de culturas que han marcado la experiencia del chef y que se conectan a través del producto mallorquín, mientras disfrutas de un entorno acogedor, rodeado de vegetación.