Es el año de las aperturas en la isla de Menorca. Y no nos extraña, la isla del slow life, de la calma absoluta, de la vida sostenible y de la belleza salvaje está de moda. Pero lo mejor es que todos los proyectos que surgen, nacen también con el objetivo de preservar las bondades de la isla. Por eso surgen los hoteles que rescatan antiguos edificios, alojamientos que buscan que sus huéspedes se empapen de lo local… Surgen proyectos con alma sostenible. Son Blanc, el nuevo agroturismo -o farmhouse, como ellos se describen- se sostiene en todo esto.
Son Blanc -el proyecto de Benoît Pellegrini y Benedicta Linares Pearce- se encuentra en el centro de la isla, entre las localidades de Alaior y Es Mijgorn Gran, y se ubica en una antigua granja del siglo XIX con más de 130 hectáreas. Y con solo 14 habitaciones, todas ellas recuperadas con cariño por arquitectos y artesanos que han trabajado en ellas durante varios años. Los materiales que predominan son todos relacionados con la isla o con la granja: madera, arcilla, piedra… ¿Y los colores? Los tonos tierra que nos recuerdan a las playas de la isla e incluso a sus atardeceres. Porque Menorca, aunque no lo parezca, es una isla verde. Encontramos estas tonalidades en esas calas escondidas de Pregonda, Pilar o Cavallería.
Es una granja, y un agroturismo, porque en esas 130 hectáreas además de tener un bosque de olivos y una maravillosa piscina, entre otras muchas cosas, hay un huerto y animales, como vacas, gallinas u ovejas, las huéspedes más especiales del hotel que tienen la suerte de vivir todo el año. ¿Y cómo viven? En un silencio absoluto, algo que se quiere trasladar también a quienes quieran hospedarse allí. Son Blanc es un hotel para desconectar de todo, para escuchar solo los vientos que azotan la isla durante el verano.
¿Lo mejor? Que de este silencio y esta paz nos podemos empapar los huéspedes y quienes quieran visitarles, porque el desayuno está abierto a todo el mundo y en su restaurante podemos reservar. ¿Y qué se puede disfrutar? Productos de temporada y lo que proporcione la huerta, por eso su menú va variando en función de lo que elija el chef. ¿Y si dormimos allí? No hay mejor plan que pasear por el campo, leer un libro bajo alguno de sus olivos o disfrutar de una copa en el bar de su piscina. Nos dará la sensación de estar en nuestra casa menorquina.