Restaurantes tradicionales en Sevilla para visitar (al menos) una vez en la vida
Si hay una ciudad en la que el tiempo se condimenta con historia, duende y recetas transmitidas con mimo de generación en generación, esa es Sevilla. Aquí, entre calles encaladas, patios en flor y guitarras que se cuelan por las ventanas, la gastronomía no es sólo un acto de comer: es un ritual, una forma de vivir. Y aunque las nuevas tendencias culinarias se abren paso entre gastrobares y menús fusión, los restaurantes tradicionales siguen marcando el compás con cucharas de palo y braseros encendidos. Esta es una ruta imprescindible por los restaurantes del sabor clásico andaluz, esos que todo viajero (o local) con buen paladar debe visitar al menos una vez en la vida en Sevilla.
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Casa Robles: tradición con mayúsculas
Empezamos por uno de los grandes referentes. Casa Robles, en pleno corazón del barrio de Santa Cruz, es sinónimo de alta cocina andaluza desde 1954. Aquí no hay artificios: sólo materia prima de primera, recetas heredadas y una carta que respira Sevilla por los cuatro costados. Su cola de toro, sus espinacas con garbanzos o su jamón ibérico de bellota son clásicos eternos. La decoración, elegante y señorial, encaja con una experiencia que tiene algo de fiesta mayor. En primavera, su terraza es de lo más codiciado.
Restaurante Egaña-Oriza: el señorío del sabor
A un paso de los Jardines de Murillo, el Restaurante Egaña-Oriza combina la elegancia vasca con la intensidad andaluza. Aunque con tintes más contemporáneos, su base es netamente tradicional. Los productos frescos y de temporada mandan en una carta donde brillan los callos, el solomillo de ternera blanca, o el bacalao al pil-pil. Su bodega es una de las mejores de la ciudad, y el servicio, impecable. Ideal para una comida sin prisas, de esas que se alargan con brindis y sobremesas largas.
Manolo León: tradición sevillana con encanto familiar
Aunque se ha ido modernizando con los años, Manolo León mantiene la esencia del sabor andaluz en cada una de sus casas, especialmente en la de la calle Guadalquivir. Platos como el revuelto de tagarninas, el cordero en su jugo o el pescado frito al estilo de la abuela conectan directamente con la tradición. Además, sus patios interiores son de una belleza que invita a alargar la sobremesa con un buen fino o una copa de anís.
Bodeguita Romero: el alma del tapeo clásico
No se puede hablar de cocina sevillana sin mencionar el arte del tapeo. Y si hay una bodeguita que lo encarna a la perfección, esa es Bodeguita Romero, en la calle Harinas. No esperes sofisticación ni mesa con mantel: aquí se viene a probar una de las mejores pringás de Sevilla, servida sobre pan crujiente como mandan los cánones. También destacan sus montaditos de lomo al whisky y el solomillo al Jerez. Ambiente castizo, lleno de voces, risas y servilletas arrugadas: puro sabor popular.
El Rinconcillo: más de tres siglos cocinando historia
Es, oficialmente, el bar más antiguo de Sevilla y uno de los más longevos de España. Fundado en 1670, El Rinconcillo no sólo es una joya histórica, sino una casa de comidas viva, repleta de alma. Aquí, en una taberna de techos altos y maderas nobles, se sirven croquetas caseras, menudo (callos con garbanzos) y flamenquines que huelen a infancia. La barra, siempre llena, es el mejor lugar para dejarse llevar. Si quieres entender qué significa comer como Dios manda en Sevilla, este es tu sitio.
Casa Morales: vinos, tapas y barriles gigantes
A espaldas de la Catedral, Casa Morales conserva el espíritu de las tabernas de antaño. Fundada en 1850, su seña de identidad son los gigantescos toneles de vino que decoran sus paredes. Pero más allá del encanto visual, lo que atrapa es su cocina sencilla y sabrosa: ensaladilla rusa, papas aliñás, bacalao con tomate… Aquí cada tapa es un bocado de historia. El ambiente es relajado y auténtico, ideal para mezclarse con los sevillanos de toda la vida. Uno de los restaurantes más tradicionales de Sevilla.
Taberna del Alabardero: nobleza andaluza en cada plato
Ubicada en una casa señorial del siglo XIX, la Taberna del Alabardero no sólo ofrece una experiencia gastronómica de altura, sino que es también escuela de hostelería. Eso significa servicio impecable, técnica cuidada y una reverencia constante a la cocina clásica andaluza. Sus tortillitas de camarones, el rabo de toro o el arroz meloso de carrillera son platos memorables. En su elegante comedor, con techos altos y cortinas de terciopelo, el tiempo parece detenerse.