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Nos alojamos en el Knickerbocker, cuna del ‘dry martini’: «El negocio del hotel eran las fiestas»

Nueva York está rodeada de sonidos, luces y una magia especial que sólo tiene la ciudad. Su historia le precede y es que el crecimiento de sus calles, desde su fundación en 1624, ha cobrado gran importancia en estos 400 años. El concepto del lujo comenzó a tomar forma a través de dos grandes familias, quienes regalaron a la ciudad una prosperidad que sigue presente. El negocio de los hoteles comenzó a asentarse a principios del 1900 y hay uno que continúa resonando con la historia. Hablamos del hotel Knickerbocker y, para saber un poco más de él, conversamos con Mauricio Aceves, director de Marketing.

A muchos les suena el apellido Rockefeller y es bien sabido cómo ayudaron a la ciudad a crecer, pero había otra familia que, quizás, no tenía tanta fama: los Astor. Entre ambos nombres, llevaron a la ciudad hasta otro punto y fueron los que formaron la definición sobre la palabra lujo y la aplicaron a Nueva York. Los primeros crearon varias empresas y el complejo que, hoy en día, conocemos como Rockefeller Center. Mientras, los Astor se dedicaron al mundo inmobiliario, hasta crear un icono que sigue vivo: el hotel Knickerbocker.

Construido a comienzos del 1900 por el considerado como el primer multimillonario de Estados Unidos, John Jacob Astor IV, fue el epítome de la opulencia y el glamour en la ciudad de Nueva York en el debut del siglo XX. Era de los primeros hoteles exclusivos que la gran manzana veía nacer. Los huéspedes sólo podían llevar esmoquin y los carteles de Sólo Champagne adornaban cada esquina del hotel.

John Jacob Astor IV. (Foto: Getty)

Su ubicación no ha cambiado y, en pleno corazón de la calle 42, ha visto cómo los rascacielos nacían a su alrededor y las luces de Times Square iluminaban la fachada, creando un espectáculo que es, prácticamente, indescriptible. Cuando observas el exterior, ves cómo era la arquitectura de principios del siglo XX y cruzar sus grandes puertas de cristal es recorrer más de 100 años de lujo.

(Foto: Hotel Knickerbocker)

Llevamos décadas viendo cómo surgen hoteles que buscan el súmmum de la exclusividad, mientras que en éste vemos una evolución que parte de una base histórica. Las curiosidades llenan de historias sus paredes y la primera tiene que ver con la familia fundadora. Durante la edad dorada, la familia Astor era considerada el old money de Manhattan. Fueron unos de los primeros colonos holandeses en la isla, que clamaban el prestigioso título de un verdadero Knickerbocker, o en términos actuales, un neoyorquino nativo. Bajo ese fundamento, nació el hotel Knickerbocker.

Mural del hotel Knickerbocker. (Foto Hotel Knickerbocker)

Es complicado dirigir un espacio con tanta historia y seguir manteniendo ese lujo que le caracteriza, pero con mentes como la de Mauricio Aceves, lo único que puede pasar es que lo exclusivo evolucione a otro nivel. Mexicano de nacimiento, Aceves lleva 15 años en Nueva York después de haber creado una carrera que ha pasado por países como Puerto Rico o República Dominicana.

(Foto: Mauricio Aceves)

Con décadas de experiencia en establecimientos de alta gama, tiene muy claro cuál es la clave para que un espacio destaque. «Yo creo que la experiencia comienza con lo que percibes, lo que ves, lo que hueles y lo que sientes al entrar en el hotel. Desde alguien que te recibe con una sonrisa, pasando por los colores o la decoración, todos los elementos que integran el espacio son muy importantes».

(Foto: Hotel Knickerbocker)

El legado de John Jacob Astor IV, fundador del hotel, pasó rápido de manos, puesto que este falleció en el Titanic cuando volvía a Nueva York con varias obras de arte que había adquirido para el espacio. De ahí, hasta la actualidad, ha sufrido innumerables cambios, pero no le ha hecho pasar de moda. El concepto hotelero cerró en 1921 y, hasta 2015, ha sido el edificio de The Newsweek Building, incluso un gran departamental. Ese año, un fondo quiso recuperar su esencia original y, con una inversión de más de 230 millones de euros, se volvió a dar vida al Knickerbocker.

(Foto: Hotel Knickerbocker)

Sus 17 plantas están vestidas por buen gusto y una decoración de excepción. Desde la atención en la recepción, hasta los detalles de mármol envueltos en madera que componen los espacios, se convierte en el epicentro del buen gusto en pleno corazón de Times Square. El concepto de lo exclusivo es subjetivo y Mauricio nos cuenta: «Cuando ves el edificio de 1906 por fuera piensas que vas a encontrar un piano de cola y todo muy clásico, pero realmente te topas con un espacio contemporáneo. Estamos en un proceso de renovación muy fuerte, aunque el lujo no sólo es el lugar, sino la vivencia única que queremos que los huéspedes se lleven. Esa experiencia de Nueva York».

(Foto: Hotel Knickerbocker)

Si hay que recomendar algo es su suite presidencial, donde cruzar sus puertas es toda una experiencia. Dentro de un concepto minimalista en el que se mezcla la madera con toques en blanco, encontramos una sala de estar en clave oscura, con un gran sofá, una mesa de diseño y ventanas con vistas a las luces de Broadway.

Suite presidencial. (Foto: Hotel Knickerbocker)

Si seguimos andando, encontramos un baño de mármol de Carrara, ducha y una amplia bañera para disfrutar después de pasear por la ciudad. Por último, el área de descanso con una cama king size, vestida con detalles en madera y una silla con una lámpara, perfecta para leer antes de ir a dormir.

Suite presidencial. (Foto: Hotel Knickerbocker)

Como bien comentaba Aceves, la experiencia lo es todo y lo lleva más allá. Es complicado diferenciarse de los demás y, al fin y al cabo, los servicios que ofrece un hotel son lo que termina de tejer esa experiencia de lujo. Le preguntamos cuáles son los del Knickerbocker y por qué son especiales, a lo que nos responde: «Os cuento un caso. Nosotros tenemos muy buena relación con la mayoría de las producciones de Broadway y si por ejemplo vas a ver Hamlet y después de la obra quieres tomar un cóctel con alguien del elenco, lo podemos arreglar sin problema. Tenemos un bróker especializado en eso y sólo puede suceder aquí, en un lugar histórico».

Azotea del hotel Knickerbocker. (Foto: Hotel Knickerbocker)

Además, Mauricio Aceves añade: «Si vienes con el objetivo de ir de compras, tenemos acuerdos con las principales marcas de moda para que te envíen las bolsas directamente al hotel y que, cuando llegues, todo esté en tu suite. Incluso si quieres hacer un pícnic en Central Park nosotros te preparamos una cesta gourmet, con lo necesario para que puedas vivir una experiencia única». Pero, sobre todas estas, destaca la celebración del fin de año. «Nuestro rooftop se encuentra enfrente de la famosa bolsa que baja en año nuevo en Nueva York y lo puedes disfrutar en una experiencia exclusiva». Esta última es una de las más reclamadas y los invitados llegan a pagar varios miles de euros por vivirlo.

(Foto: Hotel Knickerbocker)

Aunque es verdad que uno de los detalles por los que el hotel es conocido es la invención del Dry Martini, y es curioso porque se creó por culpa de los Rockefeller. En su origen, John D. Rockefeller, siempre veía a su bar y pedía una bebida, con Martini, simple y sofisticada. Decidieron ponerle un nombre y se convirtió en el cóctel favorito de Marlene Dietrich, William Faulkner, Ernest Hemingway e incluso del mismísimo James Bond.

Dry Martini. (Foto: Hotel Knickerbocker)

Este hotel ha vivido cómo Enrico Caruso cantaba el himno de Estados Unidos desde el hotel, mientras sucedía la famosa foto del marine besando a esa mujer con motivo del fin de la Segunda Guerra Mundial. Incluso sus paredes vivieron el traspaso del aclamado deportista Babe Ruth a los Yankees. Aunque muchos hoteles puedan presumir de historias, el Knickerbocker puede vanagloriarse de haberla escrito.

(Foto: Hotel Knickerbocker)