Por mucho tiempo, Paula Ordovás fue sinónimo de perfección digital. Empresaria, referente del lifestyle, creadora de contenido, imagen de firmas de moda y belleza, deportista incansable. Una mujer que construyó una vida en torno al éxito y la excelencia. Pero detrás de esa imagen luminosa, habitaba una niña rota. Una herida silenciada que ahora ha encontrado voz. Su libro La chica de los ojos marrones no sólo es una autobiografía desgarradora, sino también un testimonio sanador. En sus páginas, Paula habla por primera vez del abuso sexual infantil que sufrió a los cuatro años. Un relato que jamás imaginó escribir: «Quizá de alimentación o deporte, pero jamás imaginé que podría haber hecho lo que he hecho».
- Christian Gálvez: «Yo abandoné mi propósito hace muchos años y lo recuperé tiempo después»
- Andrés Suárez publica Todavía más allá de las canciones: «He llorado escribiendo este libro»
El libro nace al mismo tiempo que su hija. No es casualidad. «Estoy en un momento de paz y equilibrio personal. Este libro ha visto la luz con el nacimiento de mi hija, es un punto y seguido que inicia un ciclo nuevo», confiesa.
Escribirlo fue una tabla de salvación. Comenzó sin haber terminado aún el proceso terapéutico más profundo. «Salía de una depresión. Me ha servido para ser consciente de muchas cosas, para poner nombres y apellidos, ordenar cronológicamente todo lo que me había sucedido. Nunca me había permitido ese trabajo de ir hacia atrás, de sentir. Y sentir es necesario para sanar».

«Hay que ser valiente para volver atrás, abrazar a esa niña y vivir sabiendo que las cicatrices seguirán ahí, pero que ya no dolerán»
Paula rompe tabúes con una honestidad luminosa. Habla de salud mental, de trauma, de autoexigencia y de la necesidad urgente de educar en prevención. «Venimos de generaciones donde ir a terapia no estaba bien visto. Yo he querido romper ese círculo para no trasladar a mi hija los traumas de generación en generación. Cuando ya era insostenible, cuando el cuerpo me mandaba señales como una pancreatitis o la amenorrea, decidí ir a terapia. Y lo digo alto: hay que ser valiente para volver atrás, abrazar a esa niña y vivir sabiendo que las cicatrices seguirán ahí, pero que ya no dolerán”.
«No mostraba una realidad irreal, porque realmente era mi vida en ese momento. Lo que no sabía es que estaba huyendo del pasado»
El relato de Paula es, también, el de una niña que creó un personaje para protegerse. «Creé a Superwoman. Como ya había vivido la imperfección, decidí que todo lo que dependiese de mí sería perfecto. Lo llevé a todas las áreas de mi vida: relaciones personales, trabajo, incluso a mi imagen pública. Todo perfecto, todo controlado». Pero el perfeccionismo fue una cárcel. «No mostraba una realidad irreal, porque realmente era mi vida en ese momento. Lo que no sabía es que estaba huyendo del pasado».
Uno de los capítulos más duros del libro aborda el sentimiento de culpa en los niños que han sufrido abuso sexual. «Es algo que siempre está ahí. Porque en el 85% de los casos el abusador pertenece al entorno cercano. El niño no sabe distinguir lo que está bien y lo que está mal, y cuando lo empieza a hacer, ya ha habido repetición. Entonces llega la culpa. Y el miedo. Por eso debemos cambiar el discurso: no decir me tienes que contar todo, sino estoy aquí para lo que necesites, cuando quieras».

«Tengo claro que con mi hija hablaré desde el principio: respeto por su cuerpo, conciencia de que es suyo»
Paula ha decidido convertir su dolor en acción. Está impulsando Escudo Infantil, un movimiento que verá la luz en septiembre, junto a Somos Estupendas, con guías para padres, tutores y adultos cercanos a la infancia. «Hay un gran vacío de conocimiento. Los padres están perdidos. No saben cómo educar sin infundir miedo, y muchas veces la educación sexual llega tarde y sin naturalidad. Yo tengo claro que con mi hija hablaré desde el principio: respeto por su cuerpo, conciencia de que es suyo».

«El deporte ha sido una terapia brutal. Pero lo llevé al extremo. Entrenaba como una atleta de élite»
Durante años, el deporte fue otra forma de escape. «El deporte ha sido una terapia brutal. Pero lo llevé al extremo. Entrenaba como una atleta de élite, aunque mi vida no lo permitía. Entrenaba cinco horas, me hacía transfusiones de hierro por la anemia y luego me iba a grabar. Era insostenible. Lo que pasa es que eso me daba cierto alivio: vivía con el cortisol disparado y el ejercicio me ayudaba a bajarlo. Pero me faltaba lo más importante: la salud mental”.
Ahora, gracias a la terapia, se escucha. «Hoy soy capaz de parar, de preguntarme por qué me siento así. Antes no lo hacía. Iba corriendo a por el siguiente objetivo. No me permitía disfrutar de mis logros. Todo por no parar, porque si paraba, sentía. Y yo tenía miedo a sentir».
«Esa niña herida me trajo hasta aquí. Sufrí un abuso, tuve una relación complicada con mi madre, pero gracias a eso soy quien soy»
Pese a todo, no hay amargura en su relato. Sólo gratitud. «No quiero cambiar nada. Esa niña herida me trajo hasta aquí. Sufrí un abuso, tuve una relación complicada con mi madre, pero gracias a eso soy quien soy. Me siento orgullosa. Ya no sobrevivo, ahora vivo».
¿Y la perfección? Paula ha hecho las paces con sus imperfecciones. «Cuanto más me he alejado de esa perfección idealizada, más cerca he estado de mí misma. Más en paz. Más en equilibrio. Más feliz».

«Crear un hogar ha sido una tabla de salvación. Yo no tuve un hogar estructurado. Hoy lo he creado. Y ahí es donde está mi casa. En mi hija. En lo que he construido desde la verdad»
Aunque ahora tiene herramientas para gestionar su vida, la terapia sigue siendo parte esencial de su camino. «La vida es una maratón. Siempre tendremos retos. La terapia me ayuda a sostener también el dolor de quienes se refugian en mí. Desde que publiqué el libro, recibo muchas cartas, mensajes… Necesito estar fuerte también para eso».
«Crear un hogar ha sido una tabla de salvación. Yo no tuve un hogar estructurado. Hoy lo he creado. Y ahí es donde está mi casa. En esa paz nueva. En mi hija. En lo que he construido desde la verdad”.
La chica de los ojos marrones no es sólo un libro. Es una declaración de amor a una niña que nunca se apagó, a pesar del miedo. «Siempre fuiste poderosa, no porque no tuviste miedo, sino porque seguiste adelante con fuerza a pesar de él», arranca así el libro. Paula Ordovás ha encendido una luz para muchas otras personas que todavía están en la oscuridad. Y esa luz (sin duda) ya no se apagará.