Frida Kahlo, un nombre cuya mención nos evoca imágenes llenas de color, dos cejas espesas, una peculiar figura y una mirada desolada. Hoy en COOL nos acompaña una de las grandes maestras del surrealismo mexicano, de la que haremos un recorrido por su triste y colorida historia.
Frida Kahlo
Es una de las pintoras latinoamericanas más influyentes y reconocidas. Su experiencia de vida y filosofía la instruyeron para utilizar el arte como mecanismo de catarsis. Fue imagen en el arte y en la sociedad, además de elevar la identidad mexicana femenina.
Su vida estuvo marcada por la continua presencia de la muerte, el dolor, el sufrimiento y el amor. En sus tortuosos años de vida se entremezclan romances prohibidos, homosexualidad y una dolorosa relación amorosa que la condicionarán a lo largo de su vida y que marcarán su legado artístico.
Inicios
Frida nace en julio de 1907, en una familia de artistas. Nadie se hubiese esperado que pasaría a la historia como una de las grandes pintoras jamás conocidas, empezando por que hasta sus 25 años, aproximadamente, nunca mostró un mínimo interés por el arte.
Su familia estaba formada por su padre, Guillermo Kahlo, su madre, Matilde Calderón, su hermano, fallecido a los seis días de nacer, y su hermana, Cristina Kahlo. Esta última sería la gran compañera de Frida a lo largo de su vida, pero también su mayor traidora.
La familia Kahlo vivía en la calle Londres, en el número 247, del barrio Coyoacán, México. Una casa que a día de hoy es un museo conocido como la ‘Casa Azul’.
Guillermo Kahlo, su padre, era fotógrafo. Su profesión le llevó a fotografiar a Frida a lo largo de su vida, con la que tenía un especial vínculo. Probablemente esta sea la razón por la que a nuestra protagonista le gustase tanto posar ante una cámara. Existen un sinfín de fotografías de la artista, posando con placer y hechas por familiares, artistas, amigos y admiradores.
Un camino repleto de espinas
A los tiernos 6 años, Frida se contagia de poliomielitis, su primer paso por un camino infinito lleno de espinas. Tras nueve meses en cama, el resultado fue una pierna escuálida y sin fuerza. Aquí es donde empezó su afición por los deportes, en aquella época ‘masculinos’, como forma de rehabilitación: fútbol, baloncesto, etc.
Con 15 años nuestra artista ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria, una de las más prestigiosas de México. 35 mujeres entre 2.000 alumnos.
Muchos hechos marcaron el transcurrir de Frida. Este no fue el primero, pero sí el más notable y que marcaría el resto de su vida. Con tan solo 18 años salió herida de gravedad debido a un accidente en autobús. Se debatía entre la vida y la muerte. Nadie garantizaba que fuese a sobrevivir; su columna se había partido en tres, se había roto dos costillas y la clavícula, once fracturas en sus piernas, un pie y un hombro dislocados y el destrozo de su pelvis. Frida no murió ese día, pero se llevó consigo un dolor perpetuo que la acompañaría hasta su último aliento. Este infortunio la obligó a someterse a un total de 32 operaciones a lo largo de su vida.
Tras pasar un mes hospitalizada, Frida vuelve a casa. No podía sentarse, ni ponerse en pie, su nueva perspectiva era horizontal. Su madre encargó un caballete especial para ella, para que pudiera pintar tumbada. En el techo de su habitación, un espejo, a través del cual mirarse y ser su propia musa.
Su figura se vio acompañada durante muchos años de corsés de yeso y acero para sostener su maltratada columna.
Dieguito Rivera
Es el nombre del verdadero amor de su vida. Se llevaban 19 años, pero esto no fue un problema, el amor fue inmediato. Era seductor y encantador, culto y millonario. Se casaron en 1929. A él, con 43 años, grande y burdo, le llamaban elefante, a ella, con 22, frágil y libre, paloma.
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Un año después de la boda, Frida anhelaba ser madre. Quedó embarazada pero al poco tiempo tuvieron que inducirla un aborto forzado. Los médicos pronosticaron que nunca jamás podría tener hijos.
“Yo no pinto sueños, pinto realidades”, Frida Kahlo
Los amoríos de Dieguito, como ella le llamaba, con otras mujeres comenzaron. Frida lo sospechaba y sufría.
Frida vuelve a quedarse embarazada en 1932. Meses después pierde al bebé. Esta pérdida podemos verla representada en una de sus pinturas más famosas: Henry Ford Hospital. Su madre murió unos meses después… ella seguía por su camino personal de espinas.
La pérdida de un tercer bebé ocurriría en 1934. Este mismo año tuvieron que someterla a otra operación, concretamente del pie derecho. La pintura se convirtió en lo único que le proporcionaba paz. Los romances de Diego con otras mujeres continuaban, una de ellas, su hermana Cristina.
“Han ocurrido dos accidentes en mi vida. Uno es el del tranvía; el otro, es Diego. Diego fue el peor de todos”
Frida y Diego eran grandes artistas y amantes. Frida acabaría por vivir sus propios romances, con hombres y mujeres. Todo esto terminará en divorcio y en una ansia irrefrenable de Frida por pintar, refugiándose en casa de sus padres.
“Quise ahogar mis penas en licor, pero las condenadas aprendieron a nadar”.
Finalmente volverían a casarse, y añadirían una infinita lista de infidelidades compartidas y aprobadas. Frida sufría, la vida le dolía y a ella le brotaban pinturas.
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Su salud nunca mejoró, por el contrario, empeoraba con el tiempo. Siempre dolor y siempre pintando. Nunca dejó de pintar, incluso después de que tuvieran que amputarle la pierna. Y de aquí sale su aclamada frase:
“Pies… ¿para qué necesito pies si tengo alas para volar”.
Cuesta abajo fueron sus últimos años. Finalmente murió un martes 13, a los 47 años, dejándonos su increíble obra, más de 200 trabajos, y la Casa Azul
“Tuve la suerte de amar a la mujer más maravillosa que he conocido» Diego Rivera.