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Aniversario de su muerte

María Tudor, la reina ¿sanguinaria? que pudo unir España con Inglaterra en un solo reino en el siglo XVI

Tal día como hoy de 1558 moría María Tudor, reina de Inglaterra por derecho propio y reina consorte de España por su breve e improductivo matrimonio (en descendencia) con Felipe II. Sobre ella pesa la particular leyenda, hecha por la historiografía anglosajona (británica especialmente), de María la Sanguinaria. Tiene el dudoso honor de darle nombre a un cóctel, Bloody Mary, que no es más que la referencia a todos los herejes que envió a la hoguera en su condición de reina católica y toda la sangre derramada por ello.

María era hija del responsable de la ruptura de Inglaterra con Roma por una cuestión de alcoba: Enrique VIII se quería divorciar de Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos y madre de María, para casarse con Ana Bolena . Como la respuesta fue un no rotundo, el monarca cortó drásticamente con el papado y nació la religión anglicana que hoy perdura. El rey de Reino Unido es, además, por derecho, el Jefe de la Iglesia Anglicana. Todo por una cuestión de amor y pasión que, por cierto, terminó con la cabeza de la segunda esposa, Ana Bolena, separada de sus hombros mediante ejecución. Por decapitación, eso sí, que para eso era la reina consorte.

La monarquía británica es una de las más antiguas del mundo, nada que envidiar la española, por cierto, especialmente si tenemos en cuenta la definición de Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), que, además de ser un insigne político español de la época de Alfonso XII es también un notable e ilustre historiador, según la cual “el origen de las naciones se halla en la delimitación que la Corona hace de un territorio a lo largo de la Historia”.

María Tudor

La reina María tiene el honor y el privilegio de aunar dos dinastías fuertes y llenas de un glorioso pasado: Trastámara y Tudor. Subió al trono tras el temprano fallecimiento de su hermanastro Eduardo VI a la edad de 16 años, que era el único descendiente legítimo varón de Enrique VIII.

María tuvo una infancia complicada, difícil y, sobre todo, triste. Muy unida a su madre Catalina, que era la pequeña de los hijos de los Reyes Católicos, tuvo que presenciar la profunda humillación que su propio padre le hizo pasar tanto a ella como a su progenitora. Para entender su figura, es interesante comprender su situación. Su madre era una ferviente católica y el hecho de que su padre rompiera con Roma para poder casarse con Ana Bolena, fue una terrible humillación religiosa y familiar. No solamente vio cómo su madre era despreciada, humillada y desterrada de la corte, sino que también tuvo que soportar ser desheredada cuando la nueva reina dio a luz a su hermanastra Isabel, la futura Isabel I. 

La historiografía puede haber sido injusta con ella por su intensa persecución a los no católicos, pero en historia hay que tratar de situar los acontecimientos en contexto e intentar entender la situación que el personaje en cuestión vive. En primer lugar, es fácil entender el resentimiento con el que creció debido al comportamiento de su padre hacia ella y hacia su madre. En segundo lugar, en el siglo XVI la cuestión de la fe no era un tema baladí, sino todo lo contrario. No se puede entender la historia de nuestro continente sin entender la del cristianismo. María Tudor vivió un momento convulso en Inglaterra. Su padre había roto con Roma, pero ella reinó como reina católica y, si bien es cierto que persiguió y quemó a “herejes”, no es menos cierto que hizo algo propio de los monarcas en aquella época. Su padre también había ejecutado de manera indiscriminada a quien le llevaba la contraria o molestaba, su segunda y cuarta esposa, sin ir más lejos.) Su hermana Isabel I (anglicana) tampoco se quedó corta en su persecución a los católicos.

Reina por derecho propio… sin hijos

María Tudor se casó tarde para una época en la que las mujeres contraían matrimonio alrededor de los 15 años. Unos enlaces que estaban concertados muchas veces desde la cuna para fortalecer lazos políticos y territoriales. La propia madre de María, Catalina, había sido un elemento muy «útil», como todos sus hermanos, en la política de expansión territorial que los Reyes Católicos planearon de manera brillante a través de los matrimonios de sus hijos.

Los motivos por los que la historia le reserva un lugar privilegiado son varios, pero quizás el más importante sea que es la primera monarca titular de la corona en la historia británica. Es verdad que antes que ella estuvo reinando, pero solo unos días, Juana Grey, monarca que enseguida fue depuesta…y ejecutada. Cuando María Tudor llegó al trono lo primero que hizo, quizás en justicia a la memoria de su madre y porque verdaderamente era católica, fue abolir la Reforma Anglicana que tanto dolor de cabeza había causado su padre en Roma… y en la propia Inglaterra. Ciertamente persiguió a los que ella consideró disidentes religiosos y se cuentan unos 280 ejecutados en la hoguera. Algo muy normal, por otra parte, en aquella época. Recuerde el lector que las cosas en el XVI no se solucionaban dialogando y, si bien los ingleses son de las naciones con un parlamento más antiguo, no es menos cierto que no es hasta bien entrado el siglo XVII cuando los monarcas dejan de tener la potestad de gobernar, además de reinar.

Reina consorte de España

Se casó con el rey Felipe II, que era su sobrino segundo, ya que era el hijo de su primo hermano el emperador Carlos I de España y V de Alemania. Recuerde el lector que el emperador Carlos fue el primer hijo de Juana I de Castilla, hermana de la madre de María TudorCatalina de Aragón. Dicho matrimonio se firmó bajo unas premisas muy concretas de manera que, si ella fallecía antes que él y sin tener hijos, como así sucedió, el rey Felipe II, titular de la monarquía hispánica, no tendría ningún derecho sobre la corona británica. Por cierto, mientras duró su matrimonio con nuestro monarca, ella ostentó el título de reina consorte de España, aunque jamás pisó nuestro país ni se inmiscuyó en asunto alguno. Bastante tenía con lo suyo.

Días antes de su muerte, el 17 de noviembre de 1558, reconoció a su hermanastra, la princesa Isabel, como su sucesora. María Tudor está enterrada en la Abadía de Westminster. La historiografía protestante es quizás la máxima responsable de haberle dado una fama de sanguinaria a una reina que, más que probablemente, el pueblo británico no tenga entre sus monarcas favoritas. Es importante señalar que su “mala” fama dio comienzo ya en el siglo XVI y ha ido acrecentándose con el paso de los siglos, aunque, en honor a la verdad, en su época dicha fama se “amortiguó” un poco por el amor que el pueblo siempre le había profesado a su madre, la reina Catalina.

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