Rostro enrojecido, picor, ardor, sensibilidad extrema. Quien sufre rosácea conoce bien estos síntomas, pero lo que muchos no saben es que esta afección va más allá de la superficie cutánea. No sólo afecta físicamente, sino también emocionalmente. Así lo explica Piluca Barrau, farmacéutica especializada en dermocosmética, quien nos ayuda a entender esta enfermedad crónica que afecta a millones de personas en el mundo, muchas de ellas sin saberlo.
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«La rosácea no es más que una afección crónica de la piel que produce muchos problemas, no sólo físicos, sino también emocionales. Imagínate que un día te miras al espejo y de repente ves toda la zona central de tu cara (mejillas, pómulos, frente, nariz y mentón) rojiza, con picor y ardor. Es una piel mucho más sensible que se vuelve roja enseguida», explica Barrau.
Este enrojecimiento, acompañado a veces de venitas visibles de color morado o rojizo, puede extenderse incluso al cuello, escote y, en casos avanzados, provocar un engrosamiento de la nariz conocido como rinofima. Aunque muchas veces se confunde con el acné, la rosácea tiene sus particularidades.

«El acné suele aparecer en personas jóvenes, con pústulas de cabeza blanca o negra. En la rosácea, en cambio, hay protuberancias rojas sin ese punto de pus. Además, en la rosácea se inflama el folículo, hay más sensibilidad y afecta sobre todo a adultos, especialmente a mujeres en la perimenopausia y menopausia», detalla Barrau.
«Un 50% de las personas que tienen rosácea no saben que la tiene»
Se estima que más de 400.000 personas padecen rosácea en el mundo, pero «hasta un 50% no sabe que la tiene», subraya la experta. Además, existe una manifestación menos conocida: la rosácea ocular.
«Muchas veces vienen pacientes diciendo veo borroso, me pican los ojos, me lloran. Y resulta que es rosácea ocular. Hay que tratarla, limpiar bien la zona con toallitas específicas para los párpados y pestañas. Es fundamental no ignorar estos síntomas», apunta Barrau, que también es optometrista.
«No podemos tratar la rosácea sólo con una crema. Hay que ver cómo está el intestino, cómo está el sistema inmune…»
Una de las afirmaciones más claras de Barrau es que la rosácea no tiene cura. Pero sí se puede controlar. La clave está en abordar la afección desde diferentes frentes: tópico, oral, emocional, nutricional y de estilo de vida.
«No podemos tratar la rosácea sólo con una crema. Hay que ver cómo está el intestino, cómo está el sistema inmune, qué niveles de vitamina D tenemos, si hay estrés emocional o desequilibrios hormonales. Es esencial trabajar de forma conjunta entre médicos, farmacéuticos, nutricionistas y psicólogos», explica.

«Cada persona debe aprender a identificar lo que enfada a su piel y evitarlo»
La alimentación juega un papel determinante. Alimentos calientes, picantes o con histamina (como el vino tinto) pueden desencadenar brotes.
«La capsaicina presente en el chile o el pimiento puede generar rojez y ardor. También los alimentos con histamina como ciertos quesos, embutidos, cítricos o el alcohol. Cada persona debe aprender a identificar lo que enfada a su piel y evitarlo», aconseja.
Y no sólo la dieta influye: el ejercicio físico también debe adaptarse. «No hagas deporte a pleno sol ni en lugares con mucho calor o humedad. Siempre con protección solar de al menos SPF30, y sin activos irritantes como el alcohol en los productos que uses», alerta la experta.
«Todo está conectado. El eje intestino-cerebro-piel influye muchísimo»
El tratamiento tópico requiere una atención especial. «Nada de frotar. Hay que masajear suavemente, con limpiadores adecuados. Porque también influye el estado del microbioma cutáneo y la presencia del ácaro Demodex folliculorum, que está en todas las pieles, pero puede multiplicarse y generar inflamación en pieles más finas o desequilibradas», explica Barrau.
El equilibrio del perfil lipídico (agua y grasa) de la piel también es clave. Si hay desequilibrio, pueden surgir brotes. Y esto, una vez más, remite al enfoque holístico que Barrau defiende: «Todo está conectado. El eje intestino-cerebro-piel influye muchísimo. Si estás nervioso, con el cortisol elevado, la piel reacciona».

«La rosácea no desaparece, pero puede permanecer inactiva si le damos a la piel lo que necesita»
Aunque se asocia más a mujeres, la rosácea afecta también a hombres. «Quizá no lo expresan tanto, pero sí, también lo padecen. El enrojecimiento en la zona central del rostro suele delatarlo», señala Barrau.
Y no sólo el rostro: el cuero cabelludo también puede verse afectado. «Hay que cuidarlo igual que la cara. Hoy en día podemos analizarlo con herramientas específicas y adaptar champús o tratamientos capilares adecuados«.
Barrau concluye con un mensaje claro: la rosácea se puede mantener a raya si aprendemos a escuchar a nuestro cuerpo y cuidamos cada detalle de nuestro estilo de vida.
«Cada piel es un mundo. La rosácea no desaparece, pero puede permanecer inactiva si le damos a la piel lo que necesita. Escucharla, acompañarla y tratarla con respeto es la mejor medicina».
Y añade un consejo esencial: «Tener un contacto directo con un farmacéutico experto en dermocosmética o con un médico especialista en piel es fundamental. La piel cambia, igual que nuestras circunstancias, y por eso hay que adaptar los tratamientos según el momento que estés viviendo».