«Tienes mala cara, ¿no has dormido bien?». Nadie se ha librado de esta frase después de una noche complicada. Cuando los picos de estrés por motivos, por ejemplo, del trabajo acarrean como consecuencia una falta de sueño. Ante esta situación, no hay ningún tip cosmético ni ninguna fórmula capaz de hacernos recuperar la buena cara. Y es que la relación entre la efectividad de nuestro rutina facial nocturno y la calidad el sueño va más allá de lo que pensamos.
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Todo se centra en lo que ocurre con nuestro cuerpo mientras dormimos. Frente al estado zen en el que nos inducimos en cuerpo y mente, el cuerpo entra en estado de reparación y regeneración activa. Jana Fernández, divulgadora especializada en bienestar, descanso y longevidad, defiende el sueño como un proceso clave para la salud de la piel.

Existe una relación directa entre el descanso y la piel que Jana Fernández resume en que «dormir mal, de forma aguda o crónica, afecta directamente a la salud y apariencia de la piel«. El por que lo encontramos en los procesos que experimenta la piel durante las diferentes etapas del descanso.
«Durante el sueño profundo principalmente se incrementa la liberación de hormona del crecimiento (GH), que estimula la síntesis de colágeno, la renovación celular y la reparación de microdaños sufridos durante el día por exposición a rayos UV, contaminación o estrés oxidativo. Además, cuando dormimos se produce una disminución en los niveles de cortisol, lo que reduce la inflamación y el daño oxidativo en la piel, y aumenta la producción de melatonina, que actúa como antioxidante natural», subraya Fernández.
Un mal descanso resta eficacia a la rutina facial
Cada noche aplicamos diferentes formulaciones, activos e ingredientes para ayudar a nuestra piel a mejorar su aspecto y cuidar su salud. Entonces, si nos centramos en la relación del descanso con la apariencia de la piel, ¿podemos decir que la cosmética pierde eficacia? Lo cierto es que esta relación se sigue manteniendo.
Jana Fernández detalla que, «durante el sueño, el flujo sanguíneo cutáneo aumenta, lo que mejora la absorción y acción de los principios activos. Además, la piel entra en un estado más permeable y receptivo«. Por tanto, la falta de sueño hace que la piel no complete el estado regenerativo y no esté en condiciones óptimas para la regeneración y asimilación de activos.

Además, «el aumento del cortisol nocturno por falta de sueño puede contrarrestar los efectos beneficiosos de muchos ingredientes cosméticos. Además, la inflamación y el estrés oxidativo asociados al mal dormir pueden anular parcialmente los efectos del tratamiento cosmético, por muy sofisticado que sea».
Incluso la absorción depende de los ingredientes de la rutina facial. En el caso del retinol, por ejemplo, «su eficacia depende en parte de un entorno celular en reparación activa, lo que sucede principalmente durante el sueño. Lo mismo ocurre con el ácido hialurónico, que ayuda a mantener la hidratación en un momento en que la barrera cutánea es más vulnerable a la pérdida de agua transepidérmica», subraya Jana Fernández.
¿Cuándo debo aplicar la rutina nocturna?
Según el ritmo circadiano cutáneo, Jana Fernández señala que la hora indicada para aplicar la rutina facial nocturno y poder aprovechar al máximo sus beneficios será entre las 21:00 y las 23:00 horas, cuando comienza el pico de actividad regenerativa de la piel.

«Aplicar la rutina, o hacerte la rutina facial, antes de ese horario permite que los ingredientes activos entren en acción cuando la piel es más receptiva y el sistema circulatorio cutáneo está más activo», matiza.
La huella del sueño en el rostro
El sueño es un momento biológicamente privilegiado para la regeneración cutánea. Cuando este proceso se ve interrumpido, la piel sufre una serie de alteraciones visibles y funcionales, como por ejemplo:
- Ojeras, bolsas y tono apagado: La falta de sueño afecta la microcirculación y la oxigenación de los tejidos. Esto provoca congestión en la zona periorbital y acumulación de líquidos, generando ojeras y bolsas más marcadas.
- Pérdida de luminosidad y tono desigual: La renovación celular disminuye, lo que da lugar a un estrato córneo más engrosado y opaco.
- Mayor flacidez y aparición de arrugas: La producción de colágeno y elastina se ve comprometida por el descenso de la hormona del crecimiento y el aumento del cortisol, acelerando el envejecimiento extrínseco.
- Aumento de sensibilidad, rojeces e irritación: La función barrera de la piel se debilita, volviéndose más reactiva a agentes externos y susceptible a procesos inflamatorios.