Las legendarias piedras de Cartier que marcaron el estándar de creaciones posteriores
En Cartier, todo comienza con la piedra. Su belleza, su brillo, su carácter único. Desde la época de los hermanos Cartier, los joyeros y lapidarios de la marca recorren el mundo en busca de piedras excepcionales que cumplan los criterios de calidad más exigentes. ¿Qué diferencia a las piedras Cartier? Además de sus excelentes cualidades, el aura que emana de ellos, su emoción, su encanto. Estas prestigiosas piedras forman parte de la historia de la Maison. La riqueza de sus orígenes deslumbró a Cartier que, a su vez, contribuyó a forjar su excepcional destino. Estas piedras legendarias han establecido el estándar de belleza y singularidad de las creaciones posteriores. Una cuestión de exigencia, una promesa de belleza.
Cartier y sus singulares piedras
El diamante Hope, 1910
El diamante Hope, una de las gemas más célebres del mundo, es un diamante talla cojín azul de 45,52 quilates. Se dice que el diamante en bruto de 115,36 quilates fue descubierto por el viajero Jean-Baptiste Tavernier, que se lo vendió a Luis XIV en 1668.
Esta piedra, una de las joyas de la corona francesa, desapareció en 1789 para hallarse de nuevo veinte años más tarde en Inglaterra. Fue adquirida por sir Hope, y Cartier la compró en 1910 para la elaboración de un colgante. Evalyn Walsh McLean se convirtió en su propietaria. Hoy forma parte de las colecciones del Instituto Smithsoniano de Washington.
Pulsera Romanov, 2015
Se dice que este zafiro cojín talla rosa de 197,80 quilates, procedente de las minas de Ceilán, perteneció a la zarina María Feodorovna, esposa de Alejandro III y madre de Nicolás II. Después de la Revolución rusa, fue adquirido por Cartier Nueva York, que lo convirtió en un collar y se lo vendió a la cantante de ópera Ganna Walska.
En la actualidad, es la pieza central de una pulsera cuyo diseño evoca las facetas del zafiro. Siguiendo la gran tradición de las joyas transformables de Cartier, el zafiro se puede sustituir por un cristal de roca.
Esmeralda Bérénice, 1925
Esta esmeralda hexagonal de 141,13 quilates probablemente fue grabada en la India durante el reinado del emperador mogol Sha Jahan (1592-1666). Apareció por primera vez en Cartier en una joya para el hombro que La Gazette du Bon Ton denominó ‘Bérénice’ durante la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París en 1925. Desde entonces, se ha expuesto recientemente en prestigiosos museos como el Grand Palais de París o el Museo de Victoria y Alberto de Londres.
Collar Dioscures, 2019
Estos dos diamantes de 26,35 y 26,37 quilates, procedentes de un mismo diamante en bruto de aproximadamente 195 quilates, aúnan varios superlativos: el color D, el más alto de la escala de intensidad, la claridad IF (Internally Flawless), sello de piedras sin inclusiones con solo algunos trazos visibles con una lupa de 10 aumentos, y el tipo IIa.
Combinados en un colgante doble, resplandecen en el corazón de un diseño que combina diamantes de diferentes formas y tallas con la modularidad, dos rasgos distintivos de la Maison.
Anillo Cardinalis, 2020
Este anillo combina la potencia del fuego de un rubí de Mozambique talla cojín de 12,62 quilates con un sinfín de diamantes de distintas tallas: baguette, brillante, pera, cuadrados y taper.
Realzando la incandescencia de esta gema excepcional, el diseño juega con la simetría y la repetición de motivos.
Anillo Infinite Motion, 2017
En este anillo excepcional se combinan dos diamantes singulares: un diamante rosa de 2,18 quilates y un diamante azul de 2,03 quilates. Con su forma de pera similar, parecen destinados a encontrarse.
La suavidad de los tonos y la intensidad del fuego de las piedras dialogan entre sí. Una armonía transcrita por un diseño cuyas líneas depuradas abrazan estas dos gemas en un movimiento envolvente.
Collar Impero, 2021
Tensión de las líneas, formas geométricas, construcción en espejo. Todo contribuye a guiar la mirada hacia una piedra central excepcional: una esmeralda de Colombia de 23,55 quilates sin inclusiones, una piedra octogonal de un verde perfectamente homogéneo con matices azulados.
Este collar se inscribe en la tradición de las joyas transformables y se puede lucir de 29 formas. Un desafío para los estudios de creación y los talleres.