A lo largo del tiempo, varias son las anomalías ocasionales que interceden en nuestro calendario, una de ellas, el año bisiesto, un fenómeno anómalo que añade un día más a nuestros calendarios una vez cada cuatro años. Un día muy peculiar del que todos somos conscientes, pero ¿alguna vez te has planteado qué implicaciones puede tener este día y su propósito? ¿O cómo afecta en nuestra vida diaria? ¿Más concretamente, en nuestros relojes? El año bisiesto es reconocido en el mundo relojero como un día muy especial, ya que son muy pocos los relojes que miden el tiempo, los días, los meses y los años con exactitud. Hoy te contamos la importancia de los años bisiestos en la relojería.
Los años bisiestos en la relojería moderna
¿Qué es el año bisiesto? Los años bisiestos son aquellos que contienen un día adicional en febrero, lo que provoca el aumento natural de los días del año de 365 a 366. ¿Por qué? Este ajuste es necesario para corregir el desfase entre el año solar y el año civil.
En otras palabras, nuestro calendario gregoriano, que debe su nombre al Papa Gregorio XIII, y el más utilizado actualmente, se basa en lo que tarda la Tierra en orbitar alrededor del Sol. Sin embargo, esto es un problema, ya que nuestro planeta tarda aproximadamente 365,2425 días en dar una vuelta completa al Sol, lo que deja restante 0,24 días de más que no contamos y que se compensan añadiendo un día extra cada cuatro años al mes más corto, en este caso febrero.
Sin embargo, también existen otros calendarios, como el solar, el antiguo calendario egipcio que se basaba únicamente en la posición de la Tierra con respecto al Sol, el lunar, basado en las fases de la Luna, o el lunisolar, una mezcla de ambos ciclos. A su vez, entre otros muchos, nos encontramos con el calendario de los Años Imperiales japoneses, basado en el emperador que gobierne en ese momento y su año de reinado.
Como podemos observar, el calendario gregoriano, además de ser el más usado, es el menos complejo, una gran suerte para los relojeros, ya que es el empleado en su campo y el más fácil de trasladar a un reloj, pero… ¿cómo se hace?
En el mundo de la relojería, en el que artesanía y ciencia bailan en armonía, los calendarios desempeñan un papel muy importante en las complicaciones relojeras.
Estas son la base de las funciones básicas de fecha y horarios, de las horas del día y sus segundos. Sin embargo, todo se complica, valga la redundancia, cuando introducimos en la ecuación las semanas, los meses, los años… Y los años bisiestos.
Existen tres tipos de relojes con calendario:
- Calendario triple: además de un indicador de día y fecha, añade un indicador de mes, sin embargo, asume que tiene 31 días por los que los propietarios de este reloj deberán ajustarlo cinco veces al año. A este modelo de reloj se le puede añadir un indicador de la fase lunar.
- Calendario anual: el más común de todos, que reconoce automáticamente los meses con 30 o 31 días, por lo que solo deberíamos ajustarlo en febrero. Este fue inventado por Patek Philippe. Es el punto intermedio entre el triple y el perpetuo.
- Calendario perpetuo: el más completo de todos, ya que además de llevar a cabo las tareas que cumplen el calendario anual y triple, contabiliza los días de febrero y su día 29 durante el año bisiestos. Con estos modelos no será necesaria la intervención manual durante cientos e incluso miles de años, de ahí su nombre. Es el cenit de las complicaciones relojeras dada su complejidad.
¿Y cómo funciona? Este mecanismo posee una característica conocida como memoria mecánica que abarca un período de 1.461 días, equivalente a cuatro años. Se han ideado diversos sistemas para lograr esta función, pero en términos generales, se utiliza una rueda que realiza una rotación completa cada cuatro años para impulsar las indicaciones del calendario de acuerdo con la precisa duración de cada mes.