Un coche viejo, un chaleco sin corbata, una casa de campo y una filosofía de vida que desarmó los lujos del poder. Así vivió José ‘Pepe’ Mujica, y así será recordado. El expresidente de Uruguay, que ha fallecido a los 89 años tras una larga batalla contra el cáncer de esófago, convirtió un Volkswagen Escarabajo de 1987 (su bien más preciado) en símbolo mundial.
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Conocido como el presidente más pobre del mundo, Mujica demostró que es posible gobernar sin privilegios y vivir sin excesos. Su vida fue una declaración constante contra el materialismo. «No es más rico el que tiene más, sino el que necesita menos», solía repetir. Y él lo encarnó hasta el último día.

Exguerrillero tupamaro, estuvo preso durante más de 13 años bajo el régimen militar uruguayo. A su salida, lejos de elegir el rencor, eligió la democracia. Fue diputado, ministro, senador y, entre 2010 y 2015, presidente de Uruguay. Pero jamás abandonó su esencia: siguió viviendo en su chacra en las afueras de Montevideo junto a su esposa, la senadora Lucía Topolansky, sin tarjetas de crédito, sin cuentas bancarias, sin escoltas.
Pepe Mujica rechazó la oferta del jeque árabe
Cuando asumió la presidencia, no se mudó a la residencia oficial. Tampoco cambió de coche. En su declaración jurada ante la Junta de Transparencia y Ética Pública, recogida por la BBC en 2010, Mujica declaró un patrimonio de apenas 1.900 dólares (1.694 € hoy en día): el valor estimado de su Volkswagen, el Fusca celeste del 87. Ese coche, con más kilómetros de vida que de carretera, fue testigo de su presidencia y estandarte de su política.
En una de sus anécdotas más célebres, se supo que un jeque árabe le ofreció en 2014 un millón de euros por el coche. Mujica se rió y rechazó la oferta. «Ese coche tiene recuerdos, no precio», respondió. En otro momento, bromeó: «El coche vale más que yo».
La foto anterior es una captura del vídeo que publicó el medio Vértigo Político hace dos años y ésta que os mostramos a continuación es de la TV uruguaya Canal 26, cuando Mujica fue a votar en unas elecciones de hace 10 años.

Pepe Mujica donaba el 90% de su sueldo a iniciativas sociales. Le bastaba con vivir como siempre. «No soy pobre, soy sobrio», decía. Y esa sobriedad, lejos de empobrecerlo, lo convirtió en uno de los líderes más respetados del mundo.
Con su muerte, el Fusca queda como un símbolo rodante de resistencia, ética y humanidad. No será recordado por blindados ni por palacios, sino por haber demostrado que la política también puede vivirse sin adornos. Que la libertad no está en tener más, sino en necesitar poco. Y que un coche humilde puede llevarte muy lejos cuando tu destino es la humanidad.