Cada verano, en las aguas azul turquesa de Formentera, entre yates y veleros millonarios, aparece una figura majestuosa que eclipsa a todos los demás. Llama la atención su tamaño y diseño clásico de líneas perfectas. Se trata del Creole, el legendario velero de la familia Gucci, una joya flotante cuyo valor actual supera los 23 millones de euros. Su mera presencia es una declaración silenciosa de poder, herencia y lujo en estado puro. Hablemos de esta gran embarcación de lujo que surca cada año las aguas de Ibiza y Formentera.
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En un mundo donde el lujo a menudo se mide en velocidad, novedad y ostentación, el Creole (como la moda bien hecha) apuesta por la permanencia. Y en las tranquilas aguas de Formentera, su silueta nos recuerda que algunos tesoros no necesitan brillar: basta con saber cuánto valen.
Construido en 1927 por Camper & Nicholsons en Inglaterra, el Creole es uno de los veleros de madera más grandes del mundo

Pero lo que realmente lo hace único no es sólo su historia (fue utilizado por la Marina Real Británica durante la Segunda Guerra Mundial), sino su transformación en símbolo de la moda y el lujo tras ser adquirido por la familia Gucci en los años 80.

Desde entonces, el Creole no sólo ha sido restaurado a un nivel exquisito, sino que ha sido mantenido con un nivel de detalle y presupuesto reservado a las grandes casas de diseño. Se estima que su mantenimiento anual supera los 1,5 millones de euros, una cifra que incluye personal a bordo, restauración artesanal constante, tecnología náutica de última generación camuflada en su diseño clásico, y desplazamientos estratégicos por el Mediterráneo.
Y es que este velero no es simplemente un medio de transporte: es una residencia flotante de 65 metros de eslora, con interiores diseñados a medida que combinan maderas nobles, mármol italiano y textiles de altísima calidad. Cada detalle refleja el gusto refinado y la estética de la marca Gucci, sin logos visibles pero con un estilo inconfundible. Como un vestido de alta costura que no necesita firma para ser reconocido.

Formentera e Ibiza son sus puertos de verano favoritos desde hace más de dos décadas. El Creole fondea cerca de las playas más exclusivas, y desde sus cubiertas bajan miembros de la familia Gucci y sus invitados luciendo prendas exclusivas, gafas de diseño y joyas discretas pero valiosas. Cada verano, este velero se convierte en el escenario flotante de sesiones de fotos, fiestas privadas y cenas a las que acuden la jet set.

Además de su precio astronómico, el Creole simboliza algo que va más allá del dinero: el dominio del tiempo y el estilo. Mientras muchos multimillonarios apuestan por yates ultramodernos, el velero Gucci elige una estética clásica, restaurada con precisión histórica, como un guiño a la elegancia que no caduca. Es lujo no sólo por lo que cuesta, sino por lo que representa: historia, herencia y el arte de saber invertir en belleza.
Hoy en día, muy pocos barcos pueden competir con el Creole en términos de valor simbólico. Su estimación de más de 23 millones de euros no sólo incluye su diseño y construcción original, sino también el aura que lo rodea: haber sido protagonista de la guerra, haber sobrevivido casi 100 años, y haber sido transformado en icono silencioso de una de las casas de moda más influyentes del planeta.