Natalia Coll ha demostrado ser una mujer capaz de equilibrar su faceta como influencer, madre de familia numerosa y empresaria con su participación activa en proyectos como La Martinuca, la marca de tortillas de patatas que ha arrasado en Madrid y Barcelona. Esta aventura empresarial no sólo ha sido un éxito en lo gastronómico, sino que también ha reunido a un grupo de socios con una visión común, entre ellos su amiga María Pombo, su marido Adrián González, y otros como Pablo Castellano, Víctor Naranjo y Álvaro González. La idea de La Martinuca surgió de una receta familiar, que compartió su amigo Víctor, y rápidamente se convirtió en un fenómeno viral. Aprovechamos su visita a Madrid durante estas navidades para charlar con ella sobre su vida en Arabia Saudí y sus proyectos profesionales.
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«La Martinuca nace de una idea tan simple como extraordinaria: reivindicar el legado cultural de la tortilla de patatas, ese plato que nos une a todos los españoles. Mi amigo Viti, Víctor Naranjo, compartió con nosotros la idea y la receta de su abuela Martina y, desde ese momento, supimos que estábamos ante algo especial. Junto a Viti, Adrián, Álvaro, María Pombo y Pablo decidimos crear algo más que una marca: un movimiento que elevara el que es el plato icónico de nuestra gastronomía. Nos unimos, todavía más, por el sueño común de hacer eterna y mundial la tortilla de patatas», comenta Natalia sobre los orígenes de La Martinuca.
«La tortilla es un plato sencillo, pero cargado de emociones: representa la casa, la familia y la tradición»
El éxito de La Martinuca en Madrid y Barcelona no ha sido casualidad. «La clave está en el amor por lo auténtico y la pasión por lo bien hecho. La tortilla es un plato sencillo, pero cargado de emociones: representa la casa, la familia y la tradición. En La Martinuca nos hemos comprometido a respetar esa esencia, acercándonos también a las nuevas generaciones»
Natalia asegura que el cliente ha percibido su autenticidad y visión de convertir un plato humilde en una experiencia inolvidable».
A pesar de que la empresa comenzó en un formato delivery, el proyecto sigue en expansión. El local físico se encuentra en la madrileña calle Barquillo, donde nos reunimos con ella.
«Queremos que La Martinuca llegue a cada rincón de España y, por qué no, del mundo. Tanto María Pombo, como Pablo y Víctor, sabemos que estamos en el camino de algo grande y actualmente exploramos nuevas ciudades con el objetivo de acercar la tortilla de patatas a más personas. Cada paso que damos nos acerca a ese gran sueño», asegura la empresaria.
En cuanto al desafío de combinar tradición e innovación, Natalia es clara: «Nuestra filosofía es clara: la tradición es la base, pero la innovación es el puente hacia el futuro. Mantenemos el corazón de la receta tradicional porque sabemos que la tortilla debe tener ese sabor a casa. Sin embargo, exploramos nuevas combinaciones de ingredientes y formatos que despiertan la curiosidad y emocionan a nuestros clientes. Es un equilibrio entre respeto y creatividad, y cada tortilla que hacemos lleva esa dualidad como su sello diferenciador».
Natalia también destaca la importancia de cuidar todos los detalles en la elaboración del producto: «Lo que nos diferencia es el mimo en cada detalle: desde la selección de los ingredientes, hasta su receta, y su elaboración. Esto no sería posible sin el compromiso de un equipo que cree y comparte nuestro propósito. Por ello decimos que La Martinuca no vende tortillas, sino una experiencia que conecta tradición y modernidad».
«Vivir en Arabia Saudí me da la posibilidad de conocer nuevos conceptos de delivery»
A pesar de vivir en Arabia Saudí, donde su marido Adrián González trabaja junto a su padre, el exfutbolista Michel González, en el equipo de fútbol Al Qadsiah, Natalia sigue siendo parte activa de La Martinuca.
«Aunque la distancia física existe, gracias a la tecnología y al gran equipo que tenemos estoy conectada cada día como si estuviera allí. Además, vivir en Arabia Saudí me da la posibilidad de conocer nuevos conceptos de delivery, un mercado que tiene mucha importancia en el país», comenta sobre su participación desde el extranjero.
En cuanto a su vida en Arabia Saudí, Natalia se muestra agradecida por la tranquilidad y seguridad del país: «Me ha sorprendido para bien en muchos sentidos, pero sobre todo que es una sociedad muy centrada en la familia y la comunidad. Los saudíes suelen ser muy amables y siempre están dispuestos a ayudar a los visitantes. Además, es un país sorprendentemente seguro para vivir, tiene una de las tasas de criminalidad más bajas del mundo. Esto hace que vivamos el día a día con mayor tranquilidad».
«Sería increíble traer un pedacito de nuestra tradición, como es la tortilla de patatas»
Natalia, así como sus socios (entre ellos María Pombo) no descarta la posibilidad de expandir La Martinuca a Arabia Saudí, un país que está viviendo una revolución. «Arabia Saudí está viviendo una transformación cultural apasionante y sería increíble traer un pedacito de nuestra tradición. Estoy convencida de que la tortilla de patatas tiene ese potencial y llevar La Martinuca a esta región sería un paso emocionante», afirma con entusiasmo.
Respecto a sus planes de futuro, Natalia se muestra centrada en su presente: «Mi plan a corto plazo es aprovechar al máximo la experiencia que estoy viviendo aquí en Arabia Saudí. Estoy enfocada en mi familia, en aprender y adaptarme a la cultura local, disfrutar de las oportunidades que el trabajo de mi marido me ha permitido tener y seguir creciendo a nivel personal. Creo que vivir el presente y estar abierta a nuevas experiencias es lo más valioso en este momento y estoy muy agradecida por lo que esta etapa me está ofreciendo».
Aunque no tiene una respuesta definitiva sobre si volverá a España, Natalia está abierta a lo que el futuro le depare: «La verdad es que no tengo una respuesta definitiva en este momento, ya que nunca se sabe qué depara el futuro. Por ahora, estoy viviendo y disfrutando de mi experiencia aquí y también estoy abierta a las oportunidades que surjan».
Natalia Coll sigue demostrando con su ejemplo que, con visión, pasión y trabajo en equipo, junto a sus socios y amigos como María Pombo, es posible transformar una tradición gastronómica en una marca global. Y, al mismo tiempo, adaptarse a nuevas culturas y seguir creciendo tanto personal como profesionalmente.