Gastro

Lina, el nuevo restaurante del barrio de Justicia que triunfa entre la alta sociedad madrileña

(Foto: Lina)

Madrid, como buena ciudad con alma de artista, no necesita excusas para enamorarse de un rincón nuevo. Ya lo dijo Lope de Vega: «En este libro quiero dejar en pie al Madrid eterno, lo bueno y bello de antes y de hoy…». Madrid es una ciudad que lo ha probado casi todo (incluidas las modas gastronómicas más fugaces), pero de vez en cuando aparece un lugar que no sólo alimenta, sino que cautiva. Lina (Fernando el Santo, 25), el recién inaugurado bistró en el barrio de Justicia, no es un rincón más. Es ese sitio que no necesita florituras: basta con una puerta discreta, un nombre humano, y una cocina que seduce plato a plato.

(Foto: Lina)

Lina no sólo invita a comer, sino a dejarse llevar

Lina ofrece un tipo de cocina que se nota pensada, probada, afinada. Es un sitio donde cada plato parece tener su propia historia, donde el servicio te trata como si fueras alguien cercano. Lina es un restaurante al que merece la pena ir sin prisas porque en Lina lo importante es disfrutar, conversar, e incluso brindar por este tipo de sitios que llegan para quedarse.

En Lina la experiencia comienza antes de elegir. Como una especie de prólogo comestible, la casa te recibe con un entrante de cortesía que, dicho sea de paso, no tiene nada de pequeño detalle: puede ser una sopa fría elaborada según la temporada, con ingredientes tan cuidados y presentación tan precisa que uno duda si ya está dentro de la carta sin haber abierto la boca.

(Foto: Lina)

Una carta breve, pero con elocuencia

La carta de Lina no quiere abrumarte. Y es que tan sólo cuenta con quince opciones saladas y unos cinco postres, pero cada línea parece escrita con pluma fina. Aquí cada plato es un relato corto que podría acabar premiado.

Para empezar, el Escabeche de Lina es una declaración de intenciones: berenjenas japonesas en escabeche ligero de cítricos, hummus de semillas de girasol, cebollitas encurtidas y una reducción de miel de caña y ron añejo. ¿El resultado? Una mezcla precisa de sutileza, acidez, cremosidad y dulzor. Un aperitivo que abre la puerta a un desfile de sorpresas.

Entre los ya indispensables de la casa está el Pez limón, preparado en mesa con una coreografía digna de la ópera. Viene en tartar, sobre crema de anacardo tostado, yema de corral, caviar cítrico y granos suflados. Un bocado con la textura de la alta cocina y el ritmo de una improvisación jazz.

(Foto: Lina)

Platos que cuentan historias (y dejan huella)

Si hay algo que define a Lina, es su capacidad para combinar técnica y emoción. Nada está ahí por casualidad. Todo tiene un motivo, un giro inesperado, una textura escondida que se revela en el último segundo.

Como las Vieiras Barbados 2026, que además de llevar nombre de novela futurista, vienen con una royal de coco, crema de calabaza de la huerta de Aranjuez asada al rescoldo y crujiente de leche de coco. No sabemos qué pasó en Barbados ese año, pero si fue tan bueno como este plato, queremos ir.

También, el Calamar de potera a la brasa, servido con coliflor a modo de risotto y un caldo profundo de calamar con un toque cítrico. Un plato elegante, casi musical, que sabe a mar, a brasa y a cocina pensada con calma.

¡Y la carne! La Costilla de Angus cocinada durante 16 horas a baja temperatura es un festín lento y reconfortante, servida con cremoso de eddos (un tubérculo tropical con notas a frutos secos), zanahoria encurtida y ahumada, y una salsa de tamarindo.

Y de postre, la tentación final

La carta dulce no es extensa, pero sí afilada. Cada postre merece su propio elogio, aunque el soufflé de chocolate merece mención especial. Esponjoso, cálido, profundo. Como un abrazo de alguien que te conoce bien.