Esta es razón por la que a Karlos Arguiñano le quitaron la estrella Michelin
Karlos Arguiñano, el carismático chef vasco que lleva décadas alegrando nuestras pantallas con su delantal, su perejil y su buen humor, ha vuelto a poner sobre la mesa una espinita de su pasado: la pérdida de su estrella Michelin. Aunque muchos lo conocen por su faceta mediática, pocos recuerdan que, mucho antes de abrirse camino en la televisión, Arguiñano llegó a poseer ese codiciado galardón. ¿Por qué se la quitaron? Según él, las razones van más allá de la cocina. ¡Sigue leyendo para descubrirlo!
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Curiosamente, este tema ha resurgido justo después de que habláramos de su casa en el País Vasco, una villa de ensueño valorada en cerca de un millón de euros, con vistas al mar y una cocina de lujo. Esa casa no sólo es un reflejo de su éxito, sino también de los muchos admiradores que tiene: quienes siguen su programa cada día, leen sus libros de recetas y han visto cómo su figura ha trascendido la cocina para convertirse en parte del imaginario popular.
Arguiñano consiguió su estrella Michelin en los años ochenta algunos medios dicen 1985, otros 1986– por su restaurante en Zarautz, un establecimiento que se había convertido en un referente de la «nueva cocina vasca». Pero la distinción no perduró para siempre: la perdió con el paso de los años, algo que él ha comentado en varias ocasiones. Según las propias palabras de Karlos, la retirada se produjo tras su salto a la televisión:
«Me dieron una estrella Michelin… luego me pusieron en la tele y me la quitaron»
En su opinión, parte del desencuentro se debe a una envidia latente: «¡Ay! Qué envidia tiene la gente. Sales guapo y no te aguantan», ha dicho en tono bromista, sugiriendo que su popularidad y visibilidad mediática no sentaron bien a ciertos críticos.
Pero no todo es amargura en su relato. Con el paso del tiempo, Arguiñano ha reflexionado sobre lo que significaba tener una estrella Michelin y ha llegado incluso a verlo como una carga. Él afirma que, hoy en día, en su restaurante «se come mejor»: ya no está sometido a la presión de impresionar a un inspector, sino que cocina pensando más en el cliente real. Además, ha criticado el modelo económico de muchos restaurantes con estrellas, aludiendo a que estos tienen que diversificar sus ingresos (asesorías, colaboraciones…) porque mantener un restaurante de alta cocina solo con ventas puede ser difícil.
Para él, ya no es tan relevante recuperar esa distinción. En declaraciones anteriores ha dicho que prefiere disfrutar de la cocina sin la tensión de una estrella:
«Para mí, el cliente es la estrella»
A su modo de ver, los pequeños placeres, la espontaneidad y la conexión con quienes van a su restaurante pesan más que un reconocimiento simbólico en una guía.
En definitiva, la historia de Arguiñano y su estrella Michelin perdida no es sólo una anécdota: es un espejo de los prejuicios de una época, de la tensión entre la alta gastronomía y el espectáculo televisivo, y de cómo un chef puede reinventarse sin renunciar a sus valores. A pesar de haber dejado atrás ese distintivo, su legado sigue más vivo que nunca, tanto en su restaurante como en el corazón de sus seguidores.