En el último artículo hablamos de la dopamina, y de cómo la misma actúa en nuestro comportamiento cuando estamos enamorados y cuando transitamos y realizamos el cambio hacia un amor duradero. He recibido muchos comentarios en relación con este artículo y por ello vamos a seguir profundizando en el mundo dopaminérgico y en qué otros comportamientos influyen de forma significativa.
En realidad, la dopamina es un neurotransmisor muy potente que tiene muchísima presencia en muchos campos de nuestra vida cotidiana.
Os voy a poner unos ejemplos que seguro nutrirán vuestra curiosidad y responderán a algunas preguntas que en alguna ocasión nos habremos hecho o bien en circunstancias, o bien en nuestras relaciones. En todas ellas es la DOPAMINA la responsable de los comportamientos que nos llama a hacernos las preguntas que hasta hoy no tenían respuesta.
La dopamina tiene una enorme influencia en ciertos comportamientos, algunas veces muy negativos para la persona, como pueden ser comportamientos muy asociados hacia el consumo de drogas y su adicción, así como el juego. Pero quizá para mí es el que menos curiosidad despierta ya que es bien conocido y está muy estudiado. Justo estos artículos pretenden llamar la atención y despertar en nosotros la curiosidad sobre aspectos de nuestro comportamiento que no son tan conocidos.
La creatividad es uno de ellos. Ahí la dopamina se encarga de romper las barreras de lo conocido, de lo común, de lo normal. La creatividad es la máxima expresión conocida del cerebro, es una explosión de ideas que, si terminan por materializarse, suelen formar parte de grandes cambios personales y en la vida de muchos otros.
¡Fijaos que la dopamina es la precursora de lo mejor y de lo peor que el cerebro es capaz de hacer!
Siempre se ha dicho que la locura y la genialidad están separados por una fina línea, esa línea bien podría ser los niveles de dopamina. Al fin y al cabo, son conexiones químicas básicas las que separan, con unos niveles muy iguales, la locura de la genialidad. Quizá recordemos la película ‘Una mente maravillosa’, protagonizada por Russell Crowe, donde daba vida al famoso matemático y premio Nobel John Nash, genio y esquizofrénico.
La genialidad nos sobreviene muchas veces en nuestros sueños. Sí, cuando soñamos ocurren cosas muy poderosas en nuestro cerebro, ya que hay muchas conexiones que nos anclan en la realidad, así que damos rienda suelta de forma inconsciente a un montón de información acumulada. Pero para que eso ocurra, nuestra protagonista, la dopamina, tiene que liberarse en grandes cantidades. Eso ocurre entre otras cosas porque la información que percibimos del exterior se ve tremendamente limitada al quedarnos dormidos. Una vez que ocurre esto empiezan a producirse conexiones que no se pueden dar en estado de vigilia. Cuando nuestro consciente está al mando, estas conexiones, digamos, atípicas o peculiares, solo se producen en los sueños, donde no existe control consciente y la dopamina está saltando de alegría.
Estudios muy serios en relación con la solución de problemas durante las fases del sueño se estiman en más de un 70%. Cuando soñamos, la dopamina nos ayuda a resolver nuestros problemas.
De hecho, hay técnicas para incitar a nuestro cerebro para que trabaje durante el sueño en la resolución de problemas o toma de decisiones, como la ‘incubación del sueño’. Esto nos lleva evidentemente a ser muy conscientes de la importancia de tener una buena higiene del sueño y dormir con calidad y el tiempo suficiente. En mi artículo ‘Sueño&Sueños’, hablo de esto.
Todos conocemos a alguna persona que calificaríamos como brillante en su mundo profesional o personal pero que a su vez es tímida, introvertida. Esto ocurre con muchísima frecuencia, más de lo que nos podemos imaginar, aunque algunas veces nos pasa completamente desapercibido. Esto tiene su origen en la dopamina, esta, inhibe los neurotransmisores del aquí y del ahora, de nuestro presente. Es por ello que las personas extraordinarias intelectualmente suelen tener grandes problemas para relacionarse con los demás! Albert Einstein manifestó abiertamente amar a la humanidad pero odiar a los seres humanos.
Yo me he cruzado con algún genio que llevaba calcetines de distinto color y no es que fuera a la moda ni mucho menos. Es que los genios están tan centrados en su mundo interior que se olvidan de su apariencia y estética, incluida su peinado. Un chute dopaminérgico.
Me pregunto si pudiéramos medir los niveles de dopamina en genios como fueron Van Gogh, Beethoven, Mozart, Dostoyevsky, Newton y tantos otros genios, ¿qué resultados obtendríamos? Todo indica que sus niveles de dopamina serían especialmente altos.
La dopamina también tiene mucho recorrido en la política y en ciertos comportamientos de los que la ejercen, pero mejor no meterme en esas aguas. Supongo que los partidos políticos, al igual que los deportes de élite, tienen sus asesores neurocientíficos para ser más eficientes, a mi juicio quizá más en el deporte que en la política por razones obvias.
Supongo que os estaréis preguntando cómo narices puedo controlar los niveles de dopamina en mi vida cotidiana para que no secuestre mi momento del aquí y del ahora. Mejor os pongo a vosotros como ejemplo.
Apaguemos lo virtual para centrarnos en lo real
Vivimos en una dictadura de lo urgente, de lo que no puede esperar, de los impulsos dopamínicos, de los deseos incontrolables, de ser siempre mejores, de querer siempre más, de constantes cambios, de las plataformas virtuales, de internet y la hiperconexión, de estar disponibles a todas horas, de mirar el smartphone más de 175 veces al día, de responder a los mensajes de WhatsApp, 56 de media al día, en cuanto nos salta el aviso, da igual lo que estemos haciendo, del consumismo urgente a la diversión y el ocio virtual.
Muchos analistas y científicos achacan el desplome demográfico a todos estos factores, pero al final todo reside en la alta segregación de dopamina de esta sociedad que dirige nuestro comportamiento hacia estos estímulos inmediatos y descontrolados. ¿A que sí? Pues habrá que acotar, habrá que frenar, habrá que poner límites, habrá que controlar la cantidad de dopamina que segregamos.
¿Cómo? Pues activando nuestro sentido del aquí y del ahora, de ser conscientes de que cuando lleguemos a casa, dedicarle tiempo a los nuestros sin distracción, apaguemos lo virtual para centrarnos en lo real.
Disfrutemos de nuestras sensaciones, solo lo podremos hacer si somos conscientes del momento, si estamos contestando al teléfono al mismo tiempo que estamos viendo la televisión y al mismo tiempo queremos prestarles atención a nuestros hijos, estamos teniendo un comportamiento dopaminérgico.
El ser humano es simple task, la ciencia avala que las personas somos capaces de hacer solo una cosa plenamente a nivel de excelencia.
La vida requiere de nosotros esa excelencia, en nuestra familia, en nuestras relaciones, en nuestras actividades. Si queremos vivir sensaciones reales tenemos que promover calidad más que cantidad.
Se me ocurren muchas otras herramientas conductuales para tener a la dopamina bajo control, pero dan para otro artículo en próximas ocasiones.
Ser conscientes de que la dopamina en niveles altos puede ser un dictador de comportamientos ya es el comienzo para empezar a controlarla.