Hay personas que no decoran ni cocinan: crean mundos. Blanca Barrera-Cuadra pertenece a esa rara especie capaz de transformar una mesa en una historia, una vajilla en una emoción o un espacio en una declaración estética. Interiorista, creadora de experiencias sensoriales y alma detrás de proyectos como Aguacatte, Tomatte o Espattio, Blanca representa una nueva generación de mujeres que diseñan con el corazón y piensan con la mirada.
Las creaciones de Blanca han vestido las mesas de Astrid Klisans y Carlos Baute, Sara Carbonero, Eugenia Silva y, por supuesto, su íntima amiga Sofía Palazuelo. Su universo ha sido recogido en un libro con Editorial Planeta, Las recetas de Aguagatte. Su mundo es una fusión perfecta entre arte, gastronomía y puesta en escena. Un lugar donde cada detalle respira sensibilidad, oficio y una elegancia mediterránea que se ha convertido en su sello.
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Blanca Barrera-Cuadra: la alquimista de la belleza
Hablar con Blanca Barrera-Cuadra es adentrarse en una mente que piensa en colores, texturas y melodías. Su trabajo como interiorista y creadora de eventos parte de una misma premisa: la atmósfera lo es todo.
«Cuando organizo un evento, busco que quien llegue se sienta transportado. Que todo, la música, la decoración, la vajilla, los aromas, la comida, hable el mismo idioma»
Su estilo, dice, es elegante, mediterráneo y atemporal, con un vínculo natural con lo orgánico y lo hecho a mano. Defiende la imperfección como signo de autenticidad y la artesanía como forma de arte contemporáneo. En sus eventos, cada objeto tiene alma, y cada plato se convierte en una escena viva.

«Mi sello es la mezcla entre lo clásico y lo contemporáneo, donde la artesanía y lo hecho a mano tienen un lugar protagonista»
Esa filosofía la ha convertido en embajadora de Bordallo Pinheiro, la icónica firma portuguesa de cerámica. «Lo que más me atrae de sus diseños es su capacidad de contar historias a través de la cerámica. Cada pieza tiene carácter y aporta frescura, color y creatividad a la mesa. Me encanta cómo rompe lo convencional, y suelo integrarlas con flores, frutas o elementos naturales para resaltar su originalidad».

La magia del detalle
Para Blanca, una mesa no se pone: se narra. Sus montajes son pequeñas obras teatrales donde los materiales, los tonos y la luz crean un hilo invisible que envuelve al comensal. «La vajilla es esencial», afirma. «Es el lienzo sobre el que se presenta la gastronomía, y muchas veces el primer contacto visual con la experiencia culinaria. Una pieza puede elevar un plato y convertirlo en arte».
«Una pieza puede elevar un plato y convertirlo en arte»
De ahí que cada encargo sea una experiencia inmersiva. Desde un almuerzo entre olivos hasta un evento urbano, todo se rige por su instinto poético. Su inspiración puede ser un color, una flor o una canción. «Siempre incluyo un detalle inesperado: un regalo en el plato, una flor escondida, una iluminación especial al caer la noche… Pequeños gestos que hacen que los invitados recuerden ese momento como único».

Aguacatte: cuando el sabor se convierte en estética
En Aguacatte, su proyecto gastronómico, fusiona su sensibilidad estética con su amor por la cocina. No es un catering al uso, sino una declaración de estilo. Cada menú está pensado como un relato, cada presentación como un poema visual. «En mis eventos busco que la comida dialogue con el entorno. Que los sabores, los colores y las texturas se correspondan con el lugar y la historia que queremos contar».
«Hay un regreso a lo auténtico y a lo artesanal. Se valora lo imperfecto, lo natural, lo hecho con las manos»

Su nombre se ha convertido en sinónimo de sofisticación natural. En las mesas que diseña, el lujo no se mide en exceso, sino en coherencia y emoción. «Hay un regreso a lo auténtico y a lo artesanal. Se valora lo imperfecto, lo natural, lo hecho con las manos», dice. «En gastronomía se busca la conexión con el producto de proximidad, y en decoración, la mezcla de lo antiguo con piezas contemporáneas que aporten contraste».
Las creaciones de Blanca Barrera-Cuadra han vestido las mesas de Astrid Klisans y Carlos Baute, Sara Carbonero, Eugenia Silva y, por supuesto, su íntima amiga Sofía Palazuelo. además de artistas, diseñadores y editoras de moda que comparten su pasión por lo artesanal y lo sensorial. Cada evento es distinto, pero todos tienen un hilo común: la emoción. «No hay dos mesas iguales», asegura. «Cada una nace de la energía de quien la vive, de su historia, de su manera de mirar el mundo».

Casa Chamberí y los proyectos que dejan huella
Cuando recuerda su trabajo más especial, no duda: Casa Chamberí. «Ha sido un proyecto coral donde se han unido interiorismo, arte y experiencias vivas. Más que un evento, ha sido un manifiesto creativo en el que he podido expresar mi visión y conectar a muchas personas con un mismo sueño».
También habla con entusiasmo de un encargo donde tuvo que transformar un espacio neutro en un universo botánico en pocas horas. «Fue un reto logístico y creativo, pero la satisfacción del resultado y la reacción de los invitados lo hicieron inolvidable».

Espattio y el arte de reunir
Más allá de la decoración y la gastronomía, Blanca ha fundado Espattio, un lugar concebido como punto de encuentro entre artistas, interioristas y amantes de la estética. «Es un motor de creación, un espacio donde se cruzan las disciplinas y donde todo respira libertad», explica. Allí todo, las flores, los muebles, los cuadros, parece contar algo sobre ella: su amor por lo bello, por lo natural y por lo imperfecto.
Si tuviera libertad absoluta, dice que organizaría un evento íntimo, «rodeado de naturaleza, con mesas largas vestidas de lino, vajillas artesanales, flores silvestres, velas y música en directo. Todo tendría un aire orgánico, elegante y muy mediterráneo». Y si pudiera diseñar un evento para alguien histórico, elegiría a Martha Stewart: «Le haría un encuentro en un jardín español, mezclando la tradición gastronómica con la artesanía contemporánea».

El hilo invisible
Blanca Barrera-Cuadra ha conseguido algo que pocos logran: hacer de su trabajo un acto de emoción. Lo suyo no es sólo decorar o cocinar, sino crear experiencias que permanecen. En sus manos, un evento se convierte en relato; una mesa, en metáfora. Todo lo que toca lleva su huella: luz, armonía y ese equilibrio perfecto entre el arte y la vida.